Maialen Chourraut | Piragüista

Perseguir los sueños sin miedo

Chourraut no se esconde y admite que perseguir esos objetivos es «importante para las nuevas generaciones y para las nuestras, para todos». Un trabajo que hay que hacer aquí y ahora. Confía en que quedará para el futuro «una Gipuzkoa alegre y familiar. Y saludable, con costumbres saludables».

Aunque el deportista es individualista por naturaleza, la palista destaca el papel de la comunidad y cree en el afán colectivo como motor de progreso para la sociedad guipuzcoana, lo mismo que, explica, ella se apoyó en el trabajo y la ayuda de otros para desarrollar su carrera deportiva. No le gusta asumir el papel de pionera, de haber sido un referente a la hora de abrir puertas para las deportistas que llegaron después. «No encuentro que haya tenido dificultades. A mí también me abrieron el camino tanto las mujeres como los hombres que vinieron delante de mí. Si cada uno aporta su granito de arena en mejorar lo actual, su propia persona pero también respetando el grupo, seguiremos adelante. A veces vamos, y yo me incluyo, hacia una sociedad muy individualista y creo que es muy importante que también crezcamos como grupo».

Aunque prefiere despojarse de la etiqueta de referente, es obvio que la lleva consigo. Sus éxitos deportivos son enormes –también es medallista mundialista y campeona de Europa y ha competido en cinco Juegos Olímpicos consecutivos– y su ejemplo es clave para entender el auge del deporte femenino, junto a otros grandes nombres como el de la alpinista Edurne Pasaban. «Ha sido un referente para abrirnos muchas miras, de pelear por tus sueños, de disfrutar de lo que estamos haciendo y de no dejar de hacer las cosas por lo que nos dirán o por lo que parece que debe ser nuestro papel. Muchas veces estamos limitados o por la sociedad o por el qué dirán o por otras muchísimas cuestiones. Hay que perseguir los sueños sin tener miedo hacia esas cosas y Edurne ha sido un gran referente en ese aspecto».

Maialen Chourraut va por la vida con los ojos abiertos, y no solo para ver cómo baja la corriente por el canal de aguas bravas. «A mí me gusta fijarme en todo, tanto en el mundo del deporte como en el de fuera para aprender, para avanzar, para tener una perspectiva abierta, no centrada solo en lo que vivo yo, porque eso nos lleva a veces a confundirnos, a equivocarnos».

En las sociedades desarrolladas del siglo XXI, el deporte ejerce una función simbólica con una capacidad de penetrar en diferentes capas de la población que pocas otras expresiones de la cultura, las artes, las ciencias o la política pueden exhibir. Y, por eso mismo, no pocas veces también hace de cronista de la época. El auge del deporte femenino no es más que el reflejo de los pasos que los países avanzados van dando hacia la igualdad, aún lejana.

Manifestación social en esencia conservadora basada en la dicotomía ganar-perder, el deporte se esfuerza por superar ese marco y fomentar los valores humanísticos que resume la Carta Olímpica de «crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo, la responsabilidad social y el respeto de los derechos humanos».

Deportistas como Chourraut consiguen encarnar ese ideal de deportista con conciencia social. Durante gran parte de su carrera ha hecho visible su doble faceta de atleta de élite y madre, cuestión que aún resulta problemática en el deporte de alta competición. El legado que pueda dejar cuando se retire de la élite está presente en su pensamiento. Más de una vez ha confesado que el proyecto de construir el canal de Usurbil le ilusiona. «Parece difícil, pero lo que podamos dejar para el piragüismo slalom estará muy bien, porque entonces seguirá muy vivo».

Alejada de la nostalgia, mantiene una fe sólida en las generaciones que llegan empujando por detrás, como confesó en verano en París. «Los jóvenes que vienen son una gran inspiración. Muchas veces me preguntaban antes de los Juegos sobre los consejos que le daba yo a Pau Echániz y realmente no se los doy. Los jóvenes me muestran a mí qué es lo que hay que hacer y aprendo muchísimo de ellos».

Estar enfocada en sus objetivos siempre al 100 % le llevó a trasladar su vida personal a la Seu d'Urgell, pero hace unos años eligió volver a casa. Siempre ha recordado sus orígenes. «Nací como piragüista en el Atlético San Sebastián. Ahí ves lo importante que es empezar por la base y construir muy bien esa base. Poco a poco nos enseñaron a valorar un grupo de trabajo, el respeto hacia los compañeros de equipo, la naturaleza y el deporte. Todos los valores que nos da el deporte nos los fueron inculcando».

Hoy, como cada día, cogerá su piragua y acudirá a entrenarse. A luchar por ganar. Por ganar medallas y por ganar un mundo próspero, respetuoso, alegre, familiar y saludable.