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La crisis global de la vivienda

La crisis global de la vivienda

Aunque la sociedad ha ganado en bienestar, las dificultades de emancipación ante la escasez de pisos y la carestía del precio está ensanchando la brecha entre jóvenes y mayores

Lunes, 18 de noviembre 2024

¿Las nuevas generaciones vivirán peor que sus padres? Es uno de los interrogantes que acecha desde que la crisis financiera de 2008 y, después, la pandemia complicaran las expectativas de los más jóvenes.

E

l horizonte de una vida estable en la edad adulta, con una vivienda propia y un buen empleo que aseguren una jubilación tranquila, se nubla por momentos para los llamados millennials y centennials. La dificultad de abandonar el hogar familiar -la edad de emancipación se sitúa en los 29,8 años en Euskadi- se ha convertido en uno de los principales problemas de una sociedad en plena crisis demográfica. Muchos jóvenes se mueven en un escenario paradójico: trabajan y ganan un sueldo, con un mercado laboral con apenas paro, pero resulta insuficiente para pagar una hipoteca o un alquiler. Un desafío que ha entrado de lleno en la agenda política y que obliga a diseñar estrategias para hacerle frente.

Envejecer no significa de forma automática deteriorarse. «No es un cataclismo», resume Javier Yanguas, director científico del Programa de Mayores de Fundación la Caixa y director de proyectos de Aubixa, que anima a «repensar esta etapa de la vida que dura entre veinte y treinta años», a no reducirla a estereotipos, a construir «una nueva vejez». Pero a la vez el tsunami de la dependencia es real. En los últimos diez años, el número de personas con dependencia ha subido un 16% hasta rozar las 30.000 y se disparará un 30% para 2036, unas cifras que exigen una creciente inversión en políticas sociales, a la vez que construir un sistema de apoyos comunitario y de calidad, para garantizar los cuidados en el hogar y retrasar la entrada en una residencia. La pandemia, que sacudió los centros de mayores, aunque Gipuzkoa aguantó mejor el golpe por las medidas de prevención, puso de relieve la necesidad de revisar los cuidados a largo plazo y descubrió de manera descarnada la dificultad de atender a una población mayor donde la soledad crece. La falta de relevo generacional, la escasez de mano de obra, la incorporación de la mujer al mercado laboral y los cambios en los modelos de familia reducen la bolsa de cuidadores y urgen a adoptar soluciones nuevas, con apoyo de las tecnologías. La gran pregunta del futuro es quién cuidará y cómo. «Y falta un verdadero debate público al respecto. Estamos ante un desafío de la envergadura del cambio climático», concluye.

Créditos

  • Ilustración Ane Picaza

  • Gráficos Izania Ollo

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