De la nada a la excelencia
En los años 80, la ciencia en Euskadi era un desierto en el que apenas se investigaba y quienes querían dedicarse a esta actividad se veían obligados a emigrar

Cuatro décadas después, en el País Vasco, y en Gipuzkoa en particular, trabajan miles de científicos en un número creciente de centros que funcionan como foco de atracción de talentos de todo el mundo. El cambio de la nada hacia la excelencia ha sido espectacular y ha estado basado en el convencimiento de que la investigación «es vital para nuestro país».

U
na excavadora remueve tierra en los terrenos del Donostia International Physics Center (DIPC), donde ya han comenzado los trabajos para construir un nuevo edificio que permitirá aumentar su número de laboratorios. No muy lejos, entre el Centro de Física de Materiales, el centro Joxe Mari Korta y Nanogune, que también tiene previsto ampliar sus instalaciones, avanzan las obras del inmueble que en junio de 2025 acogerá el Quantum Basque Center, en el que se instalará el ordenador cuántico de IBM 'System One'. Fue en esta esquina del campus de la UPV/EHU en Ibaeta, que ahora está en plena ebullición, donde todo empezó.
Hace más de cuatro décadas, la investigación científica en Euskadi era un desierto. «No había nada. La Comunidad Autónoma Vasca no tenía más que los laboratorios Torrontegui, en Bilbao, y algunas pequeñas instalaciones industriales», recuerda el físico y presidente del DIPC, Pedro Miguel Etxenike. En Gipuzkoa, el Grupo Mondragon investigaba algo, pero de poca relevancia. En cuanto a la Universidad del País Vasco, el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular Félix Goñi señaló en una entrevista en este periódico que en 1981 «se publicaban en el País Vasco cien artículos de investigación al año». «Yo hacía el 10% y uno que trabajaba dos pisos por debajo de mí publicaba otro 10%, lo que quiere decir que en la misma escalera hacíamos el 20% de toda la investigación de Euskadi», añadió. Eran tiempos grises para la ciencia. En 1980, el porcentaje del PIB que se dedicaba a la I+D en el País Vasco era tan solo del 0,065%, casi tanto como decir nada. En los laboratorios de la UPV el dinero era tan escaso que los profesores se veían obligados a recurrir a argucias no demasiado edificantes, como utilizar parte del dinero destinado a prácticas de alumnos para hacer investigación. La penuria era flagrante.
«El crecimiento ha sido espectacular y nos ha cambiado. Somos una sociedad más científica, se nota un nivel de conocimiento y de interés que no se aprecia en otros lugares»
Ana Zubiaga
Catedrática de Genética de la UPV/EHU y académica de Jakiunde
Pero ese mismo año algo había comenzado a moverse. Etxenike, entonces catedrático en Barcelona, había publicado un artículo en prensa en el que ponía el énfasis en la importancia de contar con «una universidad investigadora». También en 1980, Carlos Garaikoetxea se convirtió en el primer lehendakari tras la dictadura. Entre sus consejeros figuraban Etxenike, al frente de Educación, y Javier García Egotxeaga, en Industria.
En su programa, el nuevo Gobierno Vasco expresaba su convencimiento de que «la investigación, en todos los aspectos, es vital para nuestro país», y sostenía que «no puede haber un desarrollo tecnológico ni una economía fuerte sin una infraestructura de investigación científica y tecnológica que le sirva de base». Es una filosofía que no ha cambiado en más de cuarenta años y explica la profunda transformación que ha experimentado la ciencia y la investigación en Euskadi.
«La clave fue invertir sin esperar a que el Estatuto se cumpliese y que tuviésemos las transferencias. Aquella decisión fue providencial, porque desde que se empezó a invertir hasta que el Estatuto se cumplió en parte, pasaron muchos años», dice Etxenike. También fue decisiva la colaboración entre los departamentos de Educación e Industria. «García Egotxeaga, que cuando se habla de esto a veces es injustamente olvidado, tuvo la visión de la importancia clave de los centros tecnológicos». En 1982 se aprobó un decreto sobre el régimen de las entidades tuteladas de investigación tecnológica que estableció las bases para crear una infraestructura que permitiera «la creación, adquisición y desarrollo de los conocimientos tecnológicos del sistema industrial». La ciencia estaba a punto de despegar.
Tres años más tarde se inauguró el parque tecnológico de Zamudio. A él le siguieron el de Álava, en 1992, y Miramón, en 1994. En San Sebastián, en un antiguo colegio, se instaló en 2000 el DIPC y muy cerca el Centro de Física de Materiales. Para ese año ya se dedicaba el 1,43% del PIB a I+D.
Otro de los grandes hitos para la investigación en Euskadi fue la constitución, en 2007, de la fundación Ikerbasque, que sería la encargada de fortalecer la investigación científica mediante la atracción, recuperación y retención de investigadores de todo el mundo. En su primer proceso de captación fichó a 39 científicos. En la actualidad, casi 400 profesionales de 35 países lideran grupos en los que trabajan más de 1.600 personas.
A principios de siglo, «las plazas en la Universidad estaban fuertemente acopladas con las necesidades docentes, no había un desarrollo investigador», recuerda Fernando Cossío, director científico de Ikerbasque. Esta disfunción la vino a cubrir la fundación, «en la que se convocaban plazas de investigadores basadas en la excelencia y en el alineamiento de las líneas de investigación con las prioridades estratégicas de Euskadi en materia de I+D y con necesidades docentes en centros superiores. Ikerbasque vino a unirse al sistema desde una perspectiva exclusivamente investigadora», añade.
La captación de científicos extranjeros y de profesionales vascos que regresaban después de su periplo por otros países contribuyó a dar a conocer internacionalmente la investigación en Euskadi. Además, está provocando un cambio en la forma de hacer ciencia. «Desde Ikerbasque no exigimos a nuestros investigadores un esfuerzo específico en transferencia de tecnologías, en patentes o en creación de empresas, porque hasta ahora nos hemos centrado en investigación básica, pero estas personas que vienen de fuera han incorporado una cultura impregnada de la idea de la transferencia. Hemos visto con agrado que, aunque no se lo exigíamos, han hecho un esfuerzo importante en este aspecto, lo que ha servido para reforzar nuestro esquema», dice Cossío.

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Es lo que se ha hundido la generación de renovables
en Euskadi en 2023
respecto a 2019
26 cm
Es lo que las predicciones apuntan que el mar podría subir en el año 2050

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Es lo que se ha hundido la generación de renovables en Euskadi en 2023 respecto a 2019
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En 2009 nacieron Nanogune y Biodonostia. En Miramón, centros como Biomagune, Tecnalia, Viralgen, Vicomtech, CEIT, el BCBL o Cidetec conforman un ecosistema de investigación que no deja de expandirse y que se extiende a otras localidades y proyectos. El pasado mes de agosto se alcanzó otro hito cuando la empresa de Elgoibar AVS colocó un satélite en el espacio, y no será el único. La ciencia ha contribuido también a poner bajo el foco la enorme amenaza del cambio climático, con graves impactos como ha demostrado la gota fría histórica que ha devastado Valencia. Los expertos ya han lanzado «la alerta roja» y urgen a tomar medidas ante los cada vez mayores niveles de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
Los avances científicos son también una cuestión económica. En 2022, el País Vasco invirtió cerca de 1.800 millones de euros en I+D, más del 2,3% de su PIB, y se publicaron más de 7.800 publicaciones científicas, a años luz de las 20 de 1975. Las empresas, centros tecnológicos, universidades y centros educativos y de FP generan 277 millones de euros. Su repercusión supone el 3,6% del PIB local, lo que representa unas cifras muy superiores a la media de la UE, que es del 2,7%.
Según el último informe sobre la ciencia en Euskadi, «el esfuerzo continuado» para aumentar el personal investigador ha hecho que «en 2020 el 1,34% de la población activa» en la comunidad autónoma en dedicación plena se dedique a la investigación. El País Vasco se posiciona así solo por detrás de los países nórdicos como Finlandia, Dinamarca y Suecia, y más de 40 puntos básicos por encima de la media europea, que está situada en el 0,92%. «El crecimiento ha sido exponencial, espectacular», afirma Ana Zubiaga, catedrática de Genética de la UPV/EHU y académica de Jakiunde. Ha sido un crecimiento que, en su opinión, también ha servido «para transformar a la sociedad vasca». Eventos como Passion for Knowledge, que organiza el DIPC; la Semana de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, de la UPV/EHU; el festival Pint of Science o la cátedra de Cultura Científica, también de la UPV, han contribuido a acercar el mundo de la ciencia a la ciudadanía. Los científicos ya no son unos seres extraños que viven encerrados en su torre de marfil, ajenos a lo que sucede bajo sus pies. En 2021 ya había más de 22.000 personas dedicadas a la investigación en Euskadi, lo que significa que más del 2% de la población activa del País Vasco se dedica total o parcialmente a esta actividad. Solo en San Sebastián residen casi 6.000 investigadores, lo que supone que hay 22 científicos por cada mil habitantes.
Su trabajo se verá facilitado por el ordenador 'System One', el sexto de sus características en el mundo y el segundo en Europa. El aparato, que entrará en funcionamiento el próximo año, es la gran estrella del polo cuántico que se ubicará en el campus de Ibaeta.
«Yo creo que sí somos una sociedad más científica, se nota que hay un nivel de conocimiento y de interés que no se aprecia en otros lugares», dice Zubiaga. «La cantidad de actividades de divulgación que hay ahora mismo en el País Vasco es algo que no existe en el Estado español y en muchos otros sitios. Todo esto ayuda a generar una cultura de conocimientos que es básica a la hora de definir hacia dónde queremos ir», añade.
A las sesiones de Passion for Knowledge, en las que intervienen investigadores de altísimo nivel de todo el mundo, acuden miles de personas deseosas de acercarse a la ciencia. «Aunque a la gente se le quede una décima parte de lo que ha oído, es muchísimo para que puedan hacerse su propio criterio, que es algo fundamental a la hora de formar a la sociedad y tomar decisiones fundamentadas», afirma la catedrática de la UPV.
Tarde o temprano, este acercamiento de la ciencia a la sociedad, o viceversa, debería traer consigo resultados. «El problema que teníamos en los años 80 es que no había ninguna masa crítica y no éramos interesantes para investigadores de fuera», explica Zubiaga. Poco a poco, las políticas que se pusieron en marcha en aquella época han acabado revirtiendo esta situación. «Se empezó a generar un interés para crear esa masa crítica y eso ha sido fundamental, porque una vez que empiezas, todo comienza a coger velocidad. En ciencia y tecnología las cosas van despacio y se necesita al menos una generación para ver los frutos. Me parece que es ahora cuando podemos empezar a sacarle jugo a lo que se ha hecho todos estos años».

31%
de la costa de Zarautz se perderá. Será la más afectada de las guipuzcoanas

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Hace décadas, para investigar en condiciones había que salir de Euskadi. «Cuando acabé la tesis me fui a Estados Unidos a hacer el postdoc motivada en parte por el deseo de ir a un sitio donde se hacía realmente ciencia», explica Zubiaga. Cuando volvió en los años 90, regresó a un País Vasco en pleno proceso de cambio. «Las cosas estaban empezando a moverse mucho y yo quería formar parte de ese movimiento, de esa creación». El desierto estaba quedando atrás.
«Un premio Nobel se me acercó en un congreso para decirme que se iba a retirar y que algunos de los investigadores de su grupo estaban interesados en regresar a Europa. Me preguntó si uno de sus posdoc podía solicitar una plaza de Ikerbasque. Que una persona de este nivel venga a preguntarte eso da una idea de que estamos en los radares internacionales», recuerda Fernando Cossío. La UPV fichó en 2020 a los premios Nobel de Física Albert Fert y George Smoot. Puede que en un futuro no muy lejano vengan más. Y quizá más adelante el Nobel tenga nombre vasco, aunque para eso va a hacer falta una buena dosis de paciencia. «Si para ver los frutos de una planificación global en ciencia y tecnología hace falta una generación entera, para que surja un Nobel en Euskadi serán necesarias bastantes más generaciones, pero si seguimos así, que espero que sí, es posible que lo acabemos viendo», afirma Zubiaga.
La clave, según la investigadora, está en ir poco a poco. «Es como las alubias, que requieren su tiempo y con ponerles más fuego no se hacen mejor, sino que se queman. Hay que hacerlas a fuego lento, con alubias muy buenas, con chorizo muy bueno y con todos los ingredientes muy buenos. Así es como se consigue en ciencia y tecnología».
Créditos
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Ilustración Ruth Juan
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Gráficos Izania Ollo