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V
ivimos en tiempos de zozobras, hastíos vitales y desasosiegos y seguro que no faltan los motivos, sobre todo, porque no hemos conocido otros tiempos. Cuando se fundó este periódico la esperanza de vida en España era aproximadamente la mitad que la actual para hombres y para mujeres. Esto significa, como recuerda el escritor argentino Martín Caparrós, que en noventa años le hemos arrancado a la muerte el tiempo equivalente a lo que duraba una vida hace menos de un siglo. Ahora imaginemos qué no hubieran dado nuestros predecesores -los reyes y los nobles, los desamparados y los miserables- a cambio de, llegado el momento de irse al país de la muerte, frenar y quedarse aquí unas cuantas décadas más.
Cuando nació el DV, mi madre tenía cuatro años. En mi casa nunca ha faltado el periódico. A día de hoy, aún lee, incluso lo que yo escribo, y con cierta frecuencia, al hilo de estos artículos, me comenta: «Vaya rollos escribes». Cada día intento que no tenga razón, pero es probable que sin éxito.
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Josemi Benítez
Claudia Turiel e Iñigo Puerta | San Sebastián
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