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or primera vez, Gipuzkoa afronta el futuro de sus generaciones sin el fantasma de las guerras civiles que le asola desde que en 1833 estallara la primera carlistada con el conflicto dinástico como telón de fondo. ETA fue, en gran medida, la última herencia de la intransigencia política, el último vestigio del integrismo que fue en su día fuerte entre nosotros. Hace 13 años finalizó el terrorismo, tras un proceso de implosión interna en la que, además de la presión policial y judicial, fueron determinantes su agotamiento social y el cansancio de su propio mundo.
A veces es bastante difícil percatarse de todo ello por la trepidante velocidad de las cosas. Todo va muy deprisa, sin tiempo para apreciar la sencillez deliciosa del 'slow life'. Es el declive de la democracia liberal, incluso en el convulso tablero político vasco en donde el final de ETA permite abrigar una nueva etapa de esperanza y de progreso, de libertad y de respeto al 'diferente'. El tiempo de las certezas es un tren que ya ha pasado pero el instinto de supervivencia es un acicate que nos mantiene despiertos.
Créditos
Ilustración Iván Mata
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Patricia Rodríguez | San Sebastián
Amaia Núñez
Miguel González | San Sebastián y Oihana Huércanos Pizarro
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