Edurne Pasaban | Alpinista

Panorámica desde la cima del mundo

Volvería a recorrer el mismo camino de principio fin. Pero si echara la vista atrás, sí se permitiría un consejo a esa niña de Tolosa que soñaba con la montaña. «Le diría que hiciera lo que hizo, que al final el deporte que practicaba lo hacía para mí misma, porque me sentía bien haciéndolo. No se trata de demostrar a nadie nada, ni que soy mujer ni que soy capaz de hacerlo. Y le aconsejaría que elija ella lo que quiere hacer, que no mire ni escuche mucho las cosas. Vengo de un deporte encima muy minoritario, que era solamente masculino y empezamos a despuntar ciertas mujeres en el mundo del alpinismo y la montaña y el camino no fue fácil, pero no lo ha sido para mí ni para muchas deportistas. Desde joven, desde que tenía 24 años, me encontré que en muchos campamentos base era la única mujer. Otros alpinistas se preguntaban a dónde iba esa niña y quién me había llevado. Le diría a la Edurne de hace, no sé, 20 o 30 años y a cualquier chavala que ahora mismo está en la situación de empezar a amar un deporte, que luche por él. Le animaría a que siguiera creyendo en sí misma, en lo que quiere hacer, en lo que le apasione, que en mi caso era la montaña y que siga para adelante».

El deporte practicado por mujeres ha vivido una revolución desde que ella se puso sus primeras botas de monte. Celebra que «ahora se le da más importancia al deporte femenino, se ha avanzado mucho y el crecimiento es evidente. Pero es una lucha constante, y yo pienso que todavía estamos en el punto de salida. Pero culturalmente la sociedad tiene que cambiar la manera de leer sobre nosotras o ver partidos sobre nosotras o lo que hacemos, tenemos mucho recorrido por hacer».

Pasaban pone en valor el papel de los medios de comunicación y la evolución en el seguimiento y la visibilidad en las últimas décadas. «Creo que los medios habéis avanzado mucho en esto, y eso se agradece. Tenéis mucha importancia en todo esto, porque hace 90 años, que son los que cumple EL DIARIO VASCO, obviamente se hablaría de deporte, pero no de deporte femenino. Cuando yo comencé se empezaba a hablar de hazañas que podíamos hacer otras mujeres y yo, pero solo de grandes logros, y eso poco a poco ha ido cambiando. Y eso os lo agradecemos a vosotros, a los medios».

Reside en Cataluña desde hace años y está volcada en ayudar a las mujeres en Nepal a través de su fundación, para que niñas y niños del Himalaya tengan una educación digna. Ha logrado que jóvenes hayan terminado sus carreras universitarias, estén trabajando y tengan un futuro prometedor. Se dedica al mundo de las conferencias motivacionales, ayuda a empresas a hacer equipo. También da charlas de motivación y liderazgo y se preocupa por trabajar en la salud mental de los jóvenes, «porque por fin en el siglo XXI empezamos a romper ese tabú. En estos momentos, en esta época de mi vida soy muy feliz. Conservo los mismos valores y también la ambición por hacer cosas, antes eran los catorce, ahora son otro tipo de retos».

Es madre de un niño de siete años. «Creo que mi hijo se va a encontrar con una sociedad muy competitiva, que no va a poner las cosas fáciles a las nuevas generaciones. Tienen acceso a mucho más información y al tener muchos más conocimientos la competitividad aumenta y hace que ellos mismos sean mucho más exigentes». Reconoce que eso le genera cierto miedo: «Me preocupa que dejemos un legado en el que les exijamos demasiado a nuestros hijos para terminar llegando a la conclusión de que ellos tienen que buscar la felicidad en ellos mismos y seguir el camino que ellos quieran, sean lo que sean en la vida. En ese sentido, tengo mucho miedo a esa sociedad competitiva, donde solo miramos lo que hace el de al lado y nos cuesta más encontrar la felicidad de uno mismo».