Daniel Innerarity | Filósofo

«Necesitamos una mayor justicia intergeneracional, decidir hoy pensando en quien viene detrás»

- A mí me gustaría que el titular principal fuera 'Gipuzkoa, territorio más igualitario de Europa'. No estamos lejos, porque los indicadores que manejamos en la actualidad nos dan bien.

- ¿La fotografía principal? Pues del mismo modo que hace poco tiempo nadie habría imaginado que los hermanos Williams fueran referente del Athletic, que una mujer llegada en una de las últimas inmigraciones fuera diputada general de Gipuzkoa, hablando euskera perfectamente e integrada. En realidad eso puede ocurrir mucho antes, quizás en solo unos años.

- Es muy difícil hacer predicciones, pero hay tres asuntos clave en los que este territorio tiene mucho recorrido hecho y nos dejan en la mejor posición: la creatividad, la igualdad y la diversidad. Creatividad porque es un territorio con fuerte tejido empresarial, innovador, cooperativo, con un entramado universitario muy destacado y con muchos centros de investigación donde se valora el conocimiento. Aquí hay mucha gente innovando. También vamos bien en la diversidad de gentes, de lenguajes, de costumbres y de culturas. Y en cuanto a igualdad, Gipuzkoa tiene muchos elementos que nos permiten aventurar que en poco tiempo podemos estar muy destacados en Europa, a diferencia de otros territorios que tienen muchos más desórdenes en esta materia.

- ¿Por qué no una científica? La ciencia tiene en Gipuzkoa un papel muy destacado. O una futbolista con el tirón social que tuvo Arconada.

- Sin duda, con un problema añadido: el enorme peso de la gente mayor en la toma de decisiones y en la sensibilidad hacia los problemas. Para esa mayoría social la preocupación por el futuro puede ser escasa, salvo que sean personas con alto componente solidario o con hijos. Hablo, por ejemplo, del cambio climático, la sostenibilidad en general, nuestro sistema de pensiones... Debemos corregir el sesgo que padecemos las sociedades europeas en favor de la gente mayor. Ahí se sitúa la cuestión de la vivienda, urgente para los más jóvenes y no tanto para mayores que tienen resuelto el problema.

- Es un problema que ilustra bien lo que acabo de decir: estamos tomando decisiones hoy que repercuten en las generaciones futuras. Acaba de haber una asamblea sobre el futuro en Naciones Unidas y uno de los documentos que se ha aprobado precisamente versa acerca de la justicia intergeneracional. Hasta ahora hemos pensado que la cuestión de 'la justicia' vincula a los contemporáneos, los que vivimos en el mismo tiempo. El llamado 'contrato social' es eso, un contrato entre vivos. Pero no hemos prestado suficiente atención al hecho de que hay ciertas cosas que hacemos nosotros ahora que condicionan el futuro de personas que tal vez todavía ni siquiera existen. Es lo que ha querido subrayar Naciones Unidas: demos voz a jóvenes, niños o ni siquiera nacidos. Que en la ponderación de las decisiones que tomamos, nos preguntemos cómo va a afectar a generaciones distantes en el tiempo.

- Hay dos grandes tipos de aproximaciones a la cuestión de la inmigración: una, mayoritaria, pone el foco en los inmigrantes, su llegada o expulsión. Pero falta otra reflexión, sobre nosotros mismos: una sociedad que trata mal a los inmigrantes, que impide el paso, que se cierra, es una sociedad cuya democracia se deteriora. Es una sociedad que genera miedos, algunos de ellos completamente absurdos y paranoicos, y tiende al autoritarismo. La idea de muro, de cierre, de prohibir el paso, es escasamente democrática. Por eso yo hablaría también de «democratizar» el asunto de la migración: el modo con que gestionemos la migración mejorará o empeorará nuestras democracias. El cierre de las fronteras genera populismos autoritarios, y la frontera abierta, bien gestionada, con oportunidades para todos, es propia de regímenes abiertos y democráticos.

- Hay cierta regresión. Hace 20 ó 30 años había unos valores democráticos más indiscutibles, pero con los autoritarismos estamos perdiendo calidad. Yo prefiero pensar en la fortaleza de la democracia. A veces somos tan exigentes en la relación con nuestros gobernantes, pedimos tanta eficacia en la resolución de los problemas, que protestamos con mayor énfasis y puede dar idea de que la democracia es de menor calidad, cuando quizá ocurre justamente lo contrario. Yo quiero vivir en sociedades que sean exigentes respecto a sus gobiernos. Pero también es verdad que existe un problema de auge de las extremas derechas, en sus distintas versiones. No me gustan ciertas formas de antifascismo muy elemental, de confrontación directa, que simplifican demasiado el campo de juego. Tampoco hay que mirar con superioridad moral al votante que apoya esas opciones por miedos que quizás sean absurdos pero que existen. Tenemos que tratar de entender, respetar y manejar con más inteligencia a esos votantes.

- Pido calma: seamos inteligentes en el uso de la inteligencia artificial. Nos ayudará en multitud de cuestiones prácticas, y debemos aprovechar esa liberación de tareas para poder desarrollar actividades más creativas. No es un peligro, sino una oportunidad si sabemos gestionarla.

- Estamos viviendo un momento de muchas disrupciones. Hay un exceso de información, infobasura, facilidad para mentir... No somos personas con un problema de carencia de información, sino de desorientación. Están conviviendo en el tiempo dos tipos de medios: el tradicional y los nuevos. Antes un director de periódico regional podía decir qué era noticia en su territorio, y eso ahora es imposible, lo que está muy bien, pero sí buscamos una 'autoridad' que en el marasmo de redes sociales donde se mezclan quienes saben y quienes no saben haga de referencia informativa acreditada.

- Me veo manteniendo la curiosidad: de lo único que puedo presumir es de que me interesa la gente, conversar con personas con intereses distintos de los míos. Moriré el día que desaparezca la curiosidad. Se da una paradoja: los filósofos tenemos mucho trabajo cuando las cosas van mal a la gente, pero como también somos ciudadanos, deberíamos desear que las cosas fueran bien a todos, aunque nosotros tuviéramos menos trabajo. Mantengo mis desafíos, desde subir nuevas montañas con la mochila hasta escribir nuevos libros o investigar aportando lo que pueda. Nietzsche decía que el sentido de la vida es tener algo delante de uno mismo, tener algo que hacer. Y en eso sigo