No será la Copa de Sevilla
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El sorteo que emparejó a la Real con el Becerril constará en los libros como uno de los hitos de la historia del club blanquiazulEl sorteo que emparejó a la Real con el Becerril deberá constar en los libros como uno de los hitos de la historia del club ... blanquiazul. Si la Real gana el trofeo, será la Copa de Becerril, que se unirá así a los santos lugares del realismo junto a Gijón, Zaragoza y Hamburgo. No será la Copa de Sevilla.
No es fácil apreciar la dimensión de un hecho histórico en el mismo momento en que se está produciendo. Ni comprender los caprichos del destino. Pero aquellas dos bolas que salieron juntas en el sorteo de primera ronda iban a permitir reescribir la historia de la Real en el siglo XXI y comprenderla en toda su magnitud.
Un grande como la Real, campeón y dueño de una etapa gloriosa, necesitó tocar fondo antes de resurgir. No era fácil asimilar todo eso. Esta Copa lo ha hecho, y todo gracias al Becerril. El equipo más pequeño que jamás ha disputado el torneo. Nada había más abajo. Y en ese justo momento, la Real recuperó su grandeza. Acudió a Palencia con un respeto reverencial hacia su adversario, al que trató como lo que era: un equipo de fútbol dispuesto a competir y a defender su dignidad y su escudo. La Real salió con todo, le jugó de cara, le goleó y logró uno de los mayores éxitos de sus 111 años de historia. El modesto equipo palentino le puso ante su espejo y allí se vio reflejado en toda su dimensión. Es cierto que algo de eso se pudo intuir allí mismo, que no había sido un partido más, que algo especial acababa de ocurrir. La Real aprendió aquella noche de Palencia a distinguir la grandeza de la soberbia y está en la final de Copa.
La modestia con la que se presentó la tropa de Imanol en La Balastera era necesaria, dada la trayectoria de la Real en la Copa. Treinta y dos años de calamidades deberían bastar para salir con la camiseta de la modestia. Y se hizo la luz.
Además de un hermanamiento pintoresco –«¡¡¡Becerril, Becerril!!!» cantó el nuevo Anoeta cuando sus vecinos aceptaron la invitación de acudir al partido del Valencia–, el cruce devolvió a la Real a las esencias y cuando este gran club se ha encontrado a sí mismo ha recibido premio.
No solo por la final, también por el camino. El destino se volvió favorable. Abrió una ventana para la épica, ingrediente necesario para cualquier hazaña, y la Real se anotó una victoria impresionante sobre el Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Y le dio suerte en el sorteo, algo siempre importante en las competiciones por eliminatorias, al emparejarle con un segunda en semifinales, algo altamente improbable.
Tras la gesta de Chamartín, a los jugadores de la Real se les vinieron encima los 32 años de desgracias coperas en la ida contra el Mirandés. Pese a la victoria, ha sido el momento crítico de esta Copa. En cambio, la respuesta del miércoles en Anduva fue de equipo grande, lo que es la Real, lo que el Becerril le recordó que es. En Miranda jugó con esa autoridad implacable que solo destilan los campeones.
«Esto es de todos», dijo Imanol en Anduva. No se puede resumir mejor lo que es la Real, que o es de todos o no es. Ha salido a buscar a su gente, a defender el escudo igual contra un pueblo de 700 habitantes que contra el equipo más rico del mundo. A los dos les ha ganado y las dos victorias valieron igual. En realidad, valió más la primera. Valió para recuperar toda la grandeza de la Real.
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