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Pasión. Oyarzabal lanza su camiseta a la grada ocupada por los realistas en Anduva tras la cla-sificación para la final de la Copa. F. MORQUECHO

Oyarzabal, exquisitez equipada con buzo de trabajo en la Real Sociedad

El 10 de la Real Sociedad aúna calidad técnica, visión de juego, carácter competitivo y liderazgo, además de transmitir orgullo por sus colores

Gaizka Lasa

San Sebastián

Viernes, 6 de marzo 2020, 07:28

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Recuerdan el spot que anunciaba que la Coca Cola era para los gordos, para los flacos, para los altos, para los bajos, para los que ríen, para los optimistas, para los pesimistas... 'Para Todos', se titulaba. Pues así es Mikel Oyarzabal. Para todo. Para atacar, para defender, para tocar, para pelear, para conducir, para sujetar, para lanzar, para pasar, para correr, para parar, para ordenar, para animar, para instigar... Para todo, Mikel Oyarzabal, la chispa de la Real Sociedad.

A sus 22 años, ya añade la veteranía a su catálogo de virtudes: zurda exquisita, visión del juego privilegiada, templanza y pasión en las proporciones que cada momento requiere, inteligencia, poderío físico e instinto futbolístico, además de una eficacia total desde el punto de penalti. Cuando a toda Gipuzkoa le tiemblan las piernas, él pisa firme, levanta la mirada y, sin ápice de angustia, envía el balón al fondo de la red. Como lo hizo el miércoles en Anduva. Como lo había hecho en el partido de ida en Anoeta. Y como lo viene haciendo cada vez que le toca.

Mikel Oyarzabal juega y hace jugar; disfruta y contribuye al disfrute de los realzales. Porque hace tiempo que su rol trasciende lo meramente deportivo. El eibartarra no solo es un excelente futbolista. Que ya es bastante lujo para cualquier equipo. Ejerce también de capitán, dentro y fuera del campo, de portavoz del vestuario y de correa de transmisión con la afición. Todo ello le hace adoptar un papel prudente y serio en la mayoría de sus apariciones públicas. Su rostro, a veces demasiado rígido, tiene que ver con la responsabilidad que siente de representar un club centenario.

Por partes. Sobre el terreno de juego es, de entrada, quien más minutos acumula en lo que va de temporada. Por algo será. Suma 2.760 desde el 17 de agosto entre Liga, Copa y partidos de clasificación para la Eurocopa. Normal que el gráfico de su rendimiento no dibuje una línea constante. «Respeto todas las opiniones, pero físicamente estoy bien y lo que ocurre es que a veces no he estado acertado», concluía antes de la semifinal de Anduva. Si tú lo dices, Mikel...

Por empezar tal vez no por lo más importante, pero sí por lo básico, se trata de un jugador de lo más generoso en su derroche físico. No se le caen los anillos ni por esprintar a presionar al portero rival, a sabiendas de lo baldío que puede resultar el calentón, ni por cruzar todo el campo corriendo hacia atrás para neutralizar un contraataque rival. Dos ejemplos de acciones que tienen su repercusión práctica sobre el juego, pero que, más allá de ello, tienen un efecto ejemplarizante en el seno de la plantilla. Jugadores de su destreza técnica que se retuerzan por cada balón de esa manera, pocos. Y que completen noventa minutos a máxima intensidad, también. Pero en este equipo, la exquisitez viste buzo de trabajo.

Zurda privilegiada

Luego está la fiabilidad de su zurda. Un guante. Domina el arte de centrar, entendiendo este verbo como la acción de colocar el balón allá donde uno quiere y no donde salga. Puede ponerla en la cabeza del mejor rematador, rasa y fuerte para la llegada al primer palo, templada para quien entre de atrás... Donde se lo proponga.

Eso cuando actúa desde la banda. Pero su riqueza de recursos le permite jugar por dentro, donde despliega otro tipo de juego, de toque –casi siempre preciso–, control y, cuando se tercia, autor de asistencias mágicas. Es el futbolista ideal con quien asociarse en la zona de creación. No la va a perder y, la mayoría de las veces, la va a devolver con la orientación y la velocidad justas.

De lo técnico a lo táctico. Oyarzabal es de esos jugadores con oficio que entienden el fútbol en sus distintas versiones. Se amolda al dibujo elegido por el míster y sabe interpretar lo que pide cada circunstancia. Puede cambiar el ritmo. También dormir el juego. Es capaz de trazar desmarques de ruptura agresivos. También de bajar a recibir para combinar y alargar la posesión.

... Y además de todo eso, tiene madera de líder. Último ejemplo, Anduva. Salió el primero a calentar, llevándose detrás al resto, que no tenían otra que imitar su intensidad y concentración. Fue quien dio la cara ante las cámaras, con serenidad y discurso equilibrado, cuando se desataba la fiesta sobre el césped. Y también el que supo dialogar con el árbitro cuando hizo falta. Significativa fue la jugada en la que el balón golpeó en Sánchez Martínez y rebotó hacia un jugador del Mirandés, que inició un ataque con peligro. El colegiado dudó, pero por allí andaba el capitán realista, quien le recordó la normativa de parar el juego para dar el balón a quien lo tocaba antes de la interrupción arbitral.

Y qué decir de la transmisión del fervor txuri-urdin a la grada. Sus gestos llevándose la mano al escudo de la camiseta, siempre en momentos cruciales, fidelizan a la afición e inyectan dosis de orgullo que quedan ahí, en el sentimiento colectivo. No será la alegría de la huerta –ni falta que hace–, pero Oyarzabal comunica a la perfección lo que quiere comunicar. Es más fácil que el barco navegue firme con un capitán así.

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