El número de mujeres protegidas por la Ertzaintza sigue al alza y ya son 1.551 en Gipuzkoa, 8 de ellas con escolta
Los casos abiertos aumentan un 5%, con 86 víctimas más registradas que el año pasado por estas fechas
A día de hoy, 1.551 mujeres en Gipuzkoa están protegidas con algún tipo de medida, desde una orden judicial de alejamiento del agresor al ... caso más extremo de vivir con escolta, por el riesgo especial de agresión que presentan. Son 79 víctimas más que el año pasado por estas fechas, un incremento del 5% en paralelo al aumento sostenido de denuncias de los últimos años. Cinco de ellas viven con escolta permanente, otras tres cuentan con este servicio de manera esporádica. 28 mujeres reciben protección con servicios de contravigilancia, agentes de la Ertzaintza que les acompañan (de uniforme o de paisano) en las rutinas diarias cuando salen a la calle. Nueve agresores, además, llevan pulsera electrónica por orden judicial, para asegurar que cumplen con la orden de alejamiento hacia sus víctimas. Son cinco casos más que hace un año. También han aumentado las órdenes de protección dictadas desde los tribunales, de las 1.164 de 2018 a las 1.264 de este año, según el balance emitido por el Departamento vasco de Seguridad.
Los expedientes de mujeres maltratadas representan alrededor de un 20% del trabajo que realizan en las comisarías, no solo desde la sección de violencia de género de cada ertzainetxea, sino en todas las áreas, desde el agente que descuelga el teléfono a aquel que realiza el traslado a sede judicial para acompañar a la víctima. Puede ser una llamada de auxilio de la propia víctima, la alerta de un familiar, los vecinos que llaman al 112 cuando escuchan gritos o golpes en la casa de al lado, o una actuación de oficio de los propios agentes. Cada vez que se descuelga el teléfono por un posible caso de violencia de género, se activa un procedimiento de atención «rigurosamente reglamentado, donde nada se deja a la improvisación», afirma el responsable de seguridad ciudadana de una comisaría guipuzcoana. A todos los casos se les aplica un sistema de valoraciones de riesgo continuas, con la información que se va disponiendo en cada momento, y cuyo resultado lleva aparejadas las correspondientes medidas de seguridad.
A todas las mujeres víctimas, con independencia de si denuncian o no, se les ofrece la posibilidad de instalar en su teléfono móvil una aplicación para facilitar la comunicación con la Ertzaintza o con el 112. También reciben información sobre medidas de autoprotección y además son contactadas por teléfono de forma periódica para verificar la situación. Las mujeres con un riesgo especial, es decir con alta probabilidad de volver a ser agredidas, reciben «como mínimo» una llamada de control cada quince días, independientemente de otras comunicaciones de emergencia, si se da el caso. Aquellas que se ajustan a un nivel de riesgo básico (1.174 expedientes en la actualidad) reciben al menos una llamada telefónica cada dos meses. «Es importante no perder contacto con la víctima. Porque ella no va a levantar el teléfono para contar ciertas cosas, pero si le llamas, y ya se ha establecido cierta relación de confianza, entonces sí puede ser ocasión de que cuente algún episodio» que pueda suponer una actuación de oficio. «Las víctimas son heterogéneas», remarca una agente primera de la sección de violencia de género de una comisaría. «Por ejemplo, hay expedientes de mujeres que conviven con su agresor».
Los casos que no se olvidan
Algunas de las mujeres maltratadas cuentan con un teléfono a través del cual están localizadas vía GPS, con los que pueden activar la alarma en cualquier momento. 85 víctimas cuentan con estos dispositivos y con la app de la Ertzain-tza en Gipuzkoa en la actualidad. Cuando el nivel de riesgo se agrava, las medidas de protección también se extreman. Entonces se propone -«nunca se obliga»- medidas de mayor control, como servicios de contravigilancia o, en el caso más grave, escolta permanente, un servicio externalizado pero que coordina la Ertzaintza. El expediente no se cierra hasta que el caso, permanentemente revisado, se encuentra en riesgo básico, no existen órdenes de protección y han pasado al menos tres meses desde que se abrió el caso y no se han abierto nuevas actuaciones.
«Con la colaboración de la víctima es más fácil. Lo más frustrante es que no colabore. La realidad del maltrato es compleja», reconocen los agentes. Uno de ellos recuerda el caso de una mujer que acudió hace quince años a comisaría con un hematoma en la cara. «Abrimos una actuación de oficio, pero ella no quería denunciar. Al cabo de años, apareció muerta en Behobia de las palizas que había recibido». Esas historias no se olvidan. Tampoco aquellas en las que son testigos de la supervivencia de la mujer que, por suerte, «son muchas».
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