Más de un centenar de maltratadores acudieron a terapia en 2018 en Gipuzkoa para rehabilitarse
«No hay lesión leve», advierte el coordinador del programa Gakoa, medida alternativa a la prisión a la que pueden acogerse condenados a menos de dos años
«La violencia de género es muy selectiva. Van a por sus parejas o exparejas con un objetivo claro: controlarlas, dominarlas»... Someterlas. Este es ... el patrón que mueve a los maltratadores. Hombres «totalmente normales», define Jorge Freudhental, no por su comportamiento -aclara de inmediato- sino porque pertenecen a cualquier cultura, nivel socioeconómico, edad, sector de población, país... «Vamos, que están en tu trabajo, en el gimnasio...» No responden a un perfil único. Pero sí a una concepción de la sociedad «patriarcal», a una «cultura machista» que sigue imperando y subyace en cualquier expresión de violencia contra las mujeres.
Ahí sigue estando el germen, incide el psicólogo y coordinador del programa Gakoa que desde hace más de una década intenta rehabilitar a personas condenadas por maltrato en Euskadi, y que no muestra síntomas de flaqueza, sino todo lo contrario. «Tenemos lista de espera». El pasado año, solo en Gipuzkoa atendieron a un centenar de hombres, 104, que sustituyeron la pena impuesta por los tribunales -siempre que sea inferior a dos años de prisión- por esta medida alternativa que hasta el momento está logrando resultados positivos. Solo el 1% de los maltratadores que superaron la terapia ha reincidido, según el último estudio sobre el impacto de este programa que elaboraron hace un año tres investigadoras del Instituto Vasco de Criminología. Freudhental no habla de las estadísticas, sino de cómo reducir los casos de violencia de género y de cómo rehabilitar a quienes la han ejercido. Y para ello, considera «de vital importancia centrar el foco, además de en las víctimas, en los hombres» y en esa cultura patriarcal que impregna los comportamientos hasta el punto de que algunos consideren normal el control sobre la mujer, la falta de igualdad o las relaciones no equitativas.
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El psicólogo atendió el pasado año, junto a los otros cinco terapeutas que trabajan en el servicio, a un total de 248 personas en los tres territorios. Una cifra que se mantiene en los últimos años, sobre todo, porque en Gakoa no pueden abarcar más. Los casos no disminuyen. «Los delitos siguen existiendo, con o sin ley contra la violencia de género», constata. «Es como con los robos». Y solo desde la educación y la prevención se conseguirá cambiar esa cultura patriarcal que se sigue heredando generación tras generación. «Porque si no cambian las estructuras en todo, en lo social, lo económico, lo religioso... será difícil» atajarlo.
Esa labor que escapa de su capacidad no está reñida con la terapia individual con la que desde hace más de una década este pequeño equipo de psicólogos intenta rehabilitar a hombres condenados por violencia hacia sus parejas o exparejas, y que voluntariamente aceptan conmutar penas de prisión por esta medida alternativa. Esto no quita, advierte Freudhental, para que puedan entrar en la cárcel si la abandonan, si incumplen las órdenes de alejamiento, si cometen otros delitos.
«Además del trabajo personal, hay que cambiar la estructura patriarcal que impregna las relaciones»
Jorge Freudhental, Psicólogo
¿Y a qué hombres se encuentra cuando entran por primera vez a sus sesiones? «El abanico es tan amplio» que no se puede resumir en dos pinceladas, advierte el coordinador de Gakoa, no solo por el «recorrido» personal de cada uno sino por su grado de disposición al cambio. «Lo primero que les digo es que yo no soy juez», explica el psicólogo. Su primera tarea, «fundamental» para que el proceso avance, es «conocer a la persona, empatizar con su situación», pero «nunca -remarca- empatizar ni con la violencia ni con la idea distorsionada que tienen sobre la mujer».
Y es que ahí reside la clave. «Nuestro objetivo es lograr cambios duraderos». Y para ello, durante los dos años que suele durar la terapia inciden en la información, en la educación, en elevar los rangos de igualdad, en la gestión de las emociones, en los diferentes modelos de relaciones, en enseñar a resolver conflictos de forma no violenta, en saber pedir ayuda, en unos modelos de masculinidad que no se basen en la fuerza... El psicólogo menciona algunos de los mimbres de ese cambio interno, que requiere -recuerda- de un «trabajo personal» de cada uno de los «usuarios» de este servicio. Pero que también debe ir acompañado de un cambio «estructural de este gran sistema patriarcal» que alienta comportamientos y roles discriminatorios y desiguales. Hay muchos aspectos que influyen en la forma de actuar que «ni a ti ni a mí nos han enseñado», intenta explicarse. Se dan como naturales cuando no lo son.
Entre 30 y 40 años
Por eso, desde su papel intentan desterrar esas herencias nocivas que siguen imperando en gente muy joven. El grueso de los maltratadores que pasan por el programa se enmarcan entre los 30 y los 40 años, pero «no me sorprende ver a hombres de 20», dice. «Porque en la forma que tienen de relacionarse existe mucho control y dominio». Y se pregunta si «el mito del amor romántico» fomentado por clásicas películas infantiles no ha ayudado también a eso, a «creer en el amor omnipotente, en soportar... Me da qué pensar».
Freudhental aplaude «el interesante movimiento» que hay desde hace años en favor de la igualdad, pero advierte con preocupación el «retroceso» en el plano político y la «deslegitimación del movimiento feminista que tanto ha logrado». Un retroceso «que es tanto para la mujer como para el hombre», remarca. «Nunca tendremos una sociedad justa si el mero hecho de ser hombre ya conlleva beneficios».
Ambos frentes de acción deberían conducir a minorar los escalofriantes datos de violencia de género que cada año siguen registrándose. Se refieran a asesinatos o a cualquier otro tipo de maltrato. Porque, aunque Gakoa se centra en personas condenadas a menos de dos años, «no hay lesiones leves. Toda violencia que se ejerce contra las mujeres es grave. Una torta suele llevar detrás una violencia psicológica que es muy complicada para las víctimas», recalca Freudhental.
El grado de eficacia de este programa es alto, aunque el seguimiento de Gakoa a cada maltratador se termina con el informe de evaluación final en el que determinan si ha superado de forma exitosa o no la terapia. En las sesiones, la mayoría de los hombres muestra «arrepentimiento», pero «hay algunos casos en los que no alcanzamos los objetivos», asume el psicólogo con la esperanza de poder llegar a más, y más pronto. «Ojalá no tuviéramos lista de espera», indica, no solo porque sería un síntoma de que hay menos hombres que necesitan terapia, sino porque «no es bueno retrasar el proceso» de rehabilitación.
En este sentido, confía en que el Gobierno Vasco, «que cree en este trabajo», en la próxima licitación del servicio incremente la dotación económica y con ello, se amplíen los recursos y los terapeutas. «Las medidas alternativas a la prisión generan gran beneficio», aunque no siempre funcionen.
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