Inundaciones en Gipuzkoa
«He perdido el caserío que acababa de comprar y que estaba arreglando»La «excepcional» tormenta que se cebó con Goierri y Tolosaldea deja cientos de afectados. Hoy continúan las tareas de limpieza y la diputada general, Eider Mendoza, recorre las zonas más afectadas
Caminar sin resbalar sigue siendo difícil en los municipios más afectados por la tromba de agua. El lodo se aferra en la entrada de las casas, garajes, comercios y carreteras tras la tormenta que descargó hasta 100 litros por metro cuadrado en apenas dos horas y provocó inundaciones especialmente en las zonas de Alegia, Ibarra, Berrobi y algunos barrios de Tolosa. En muchos rincones se repetían las imágenes de calles completamente embarradas, vecinos pertrechados con palas y escobas y vías cortadas por múltiples desprendimientos que complicaban la circulación por carretera. Calles cubiertas de un fango, a veces líquido, otras denso, y familias barriendo un rastro de barro que costará olvidar durante los próximos días, meses... hasta recuperar la normalidad.
Este domingo continúan las arduas labores de limpieza, que aún durarán días. Desde primera hora recorren los municipios más afectados por la tromba de agua la diputada general Eider Mendoza y el diputado foral de Infraestructuras Viarias, Félix Urkola para evaluar los daños. La Diputación de Gipuzkoa ya puso ayer a disposición de los afectados todos los recursos forales disponibles.
Daniel Claudiu compró el caserío Urzain, en el barrio Aldaba de Tolosa, hace un año. En mente tenía poder cumplir uno de sus sueños, dedicarse a vivir de la tierra. La gran tromba de agua que cayó en la noche viernes acabó con esa ilusión. Ayer, ante los restos de lo que iba a ser su hogar, todavía no daba crédito a lo que había sucedido: un movimiento de tierras en la ladera del monte terminó con el edificio totalmente enterrado. «La anterior dueña, cuya madre nació aquí, me ha comentado que nunca había sucedido algo así, ni cuando en los años 80 hubo unas inundaciones», explicaba compungido.
Daniel Claudiu Aldaba Tolosa
«Había reparado una planta del caserío, solo faltaba la luz»
Este aparejador rumano que trabaja en la txakolineria Hika de Amasa-Villabona, localidad donde vive con su pareja en un piso de su propiedad, había dedicado su tiempo libre del último año a arreglar el segundo piso del caserío que llevaba deshabitado dos décadas y que por tanto se encontraba bastante deteriorado. También había reparado todo el tejado. Para más adelante había dejado los arreglos de la cuadrada de la primera planta y la tercera. Su idea era ir a vivir allí en breve, es más llevaba ya un mes empadronado en el caserío. «Solo faltaba que nos dieran el alta de la luz», señalaba.
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Su intención era dedicarse a la explotación de las cuatro hectáreas que de terreno que tiene el caserío, «las había dado de alta en Agricultura y estaba esperando a ir a vivir allí para trabajar la tierra».
Daniel Claudiu no sabe qué futuro depara a su caserío. Con el susto en el cuerpo «porque podía haber pasado una vez que ya estuviéramos viviendo ahí, por lo menos...», ahora está pendiente de ver cómo gestiona el tema de los seguros.
Ana Iturrioz Alegia
«Mi padre salió de casa porque se le caía encima»
Eran las doce de la noche cuando Ana Iturrioz recibió la llamada de su padre, Ramón, de 91 años y vecino de Alegia. «Me llamó por teléfono y me dijo que el agua venía en tromba de la ladera y había entrado en casa. Se cogió el coche y salió fuera a la carretera para refugiarse del agua, que lo estaba inundando todo. Pensaba que se le caía el monte encima. Estaba asustado porque además se fue la luz», relataba ayer por la mañana esta mujer, cubierta de barro.
Los estragos del aguacero eran visibles y las estancias de la casa se mostraban al descubierto: «El agua ha reventado las puertas, la zona de los garajes está destrozada, las habitaciones, la cocina, los muebles, la terraza y la huerta están llenas de agua y barro... Antes habría hasta el medio metro pero lo peor es la zona de la cuadra. Las gallinas no sé si se habrán salvado».
Esta familia continuaba ayer faenando con carretas, cubos y palas para retirar los escombros y el lodo e intentar recuperar algunas pertenencias, aunque sin mucho éxito. «No se ha salvado nada, está todo para tirar», lamentaba Ana en lo que era la entrada de esta vivienda, ubicada en el barrio de El Molino.
Para su hermano Antxon lo sucedido no es ninguna sorpresa, considera que llueve sobre mojado. Él vivió también las fuertes inundaciones del año 83 y recuerda que el agua «me llegaba por el cuello, aunque aquella vez fue por el desbordamiento del río. Lo de esta vez ha sido por todo el agua que ha venido de arriba. Hasta que no solucionen eso va a seguir pasando. Es un problema que tenemos siempre. El agua baja por el atajo e impacta directamente aquí, donde estamos», explica mientras nos dirige a la ladera. En mitad del camino se abre un enorme boquete provocado por la fuerza del aguacero. «Es impresionante lo que ha provocado y si seguimos subiendo hay daños mayores. Si colocasen un tubo para sacar el agua hasta el río en estas situaciones de fuertes lluvias se acabarían los problemas», añade mientras esperan la ayuda de los servicios de emergencia porque «aquí no ha venido nadie. Han precintado parte de la carretera y listo».
Continuando unos kilómetros, fuera de la ikastola del municipio, varios vecinos barrían a primera hora el agua acumulada hacia los sistemas de alcantarillado. El trasiego de gente entrando y saliendo de los bajos empujando el barrio hacia la calle era constante.
Mertxe Altzo-Amategi
«Llevamos horas sacando barro, estamos agotados»
La cara de Mertxe, llena de salpicones de barro, mostraba el abatimiento después de una noche en vela. «Empezó a entrar el agua y llegó hasta los 29 centímetros más o menos», explicaba ayer esta mujer sin soltar el pico y la pala. Comentaba que «llevamos desde las dos de la mañana sacando y limpiando el barro, estamos agotados».
El resto de familiares tampoco soltaban las palas y carretas y mientras unos limpiaban el exterior con mangueras, otros intentaban apilar los muebles y desechar lo inservible. «Fue todo muy rápido», dice Mertxe. Y es que lo que empezó con unos rayos se convirtió en cuestión de minutos en un aguacero torrencial que colapsó calles y anegó comercios, viviendas y garajes.
Doblando la esquina, la estampa era igual de amarga en la carpintería Txarama. El agua entró por la noche como un torrente en este local y ayer por la mañana la montaña de barro acumulada en la entrada auguraba muchas horas de faena.
Juan Manuel Amaroz Tolosa
«Vinimos al taller gracias al aviso de un vecino»
Los desprendimientos complicaban la circulación por carretera hasta llegar al barrio de Amaroz. Allí un grupo de operarios se encargaba de adecentar las aceras en una zona donde se ubican varios pabellones. Juan Manuel limpiaba el local con ayuda de más compañeros en este almacén de suministro industrial.
Fue gracias al aviso de un vecino cuando se enteraron de que estaba entrando agua. «Nos alertó un vecino de la zona, porque somos de Ibarra», explicaba este hombre con las manos cubiertas de barro.
La imagen era similar al resto de locales afectados por las fuertes lluvias. «El agua alcanzó unos 17 centímetros. Se ha mojado bastante material y eso que lo solemos tener encima de los palés».
Juan Manuel tampoco se mostraba muy sorprendido el día después de que una fuerte tormenta descargara ayer sobre Gipuzkoa. «Nos imaginábamos porque esta es una zona inundable. De hecho nos hemos fijado que había restos de la anterior inundación, hace dos años. Se veía la marca de hasta donde llegó el agua entonces. Aunque esta vez ha venido del monte, no del río», explicaba, aún sin haber podido valorar las pérdidas.
Carnicería Mikel Uranga Ibarra
«El agua llegaba hasta las rodillas»
En Ibarra la situación no era mejor y varias calles quedaron arrasadas por las lluvias. También en esta localidad de la comarca de Tolosaldea se repetían las estampas de tránsito continuo de vecinos con cepillos y material de limpieza apostado en las calles y maquinaria circulando de un pueblo a otro para despejar el lodo acumulado en el camino.
La carnicería Mikel Uranga fue uno de los locales afectados por las inundaciones. «El agua entró en el portal y de ahí se metió hasta el sótano, donde tenemos producto, maquinaria para el obrador... Tuvieron que acudir los bomberos para ayudarnos, porque el agua llegaba hasta las rodillas, pero no vinieron hasta las tres de la madrugada», cuenta con impotencia el padre del propietario de este negocio. «También se fue la luz y dejaron de funcionar las cámaras», añade mientras otras once personas ayudan con la limpieza del local.
Calle arriba, un grupo de vecinos, fuera de sus garajes, comentaban los destrozos del entorno echándose las manos a la cabeza. «Por las huertas de aquí arriba caían ríos de agua. Empezó como hacia las nueve o diez a llover y hasta las doce o así no paró. Varias casas pegadas a la ladera quedaron inundadas. Aunque esto haya ocurrido antes, porque no es la primera inundación, no deja de impresionar».
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