Crimen de Irun
Dos padres de familia que compartían negocios, pero que «no eran amigos»Amigos de los fallecidos en el crimen de Irun no dan crédito a lo sucedido y los vecinos de Olaberria destacan que «eran muy conocidos en el barrio»
«Era un tío auténtico, muy amigo de sus amigos. Todo el mundo le quería. Siempre preguntaba cosas y se preocupaba por lo que hacías. ... Era una persona muy pacífica. Nada violento. No sé qué ha podido pasar», se preguntaba ayer uno de los amigos de Ignacio Ábrego, quien al parecer sería la víctima de la tragedia que tuvo lugar ayer en el barrio de Olaberria de Irun.
La noticia del hallazgo de dos hombres fallecidos por sendos tiros de escopeta en Irun causó conmoción entre sus allegados. Hubo quien se enteró por la web de El Diario Vasco, por los boletines informativos de la radio y quien, tras ver los apellidos, confirmó sus temores mediante una llamada de teléfono. «Ha sido un palo terrible. Me he enterado leyendo el periódico. Cuando he visto el apellido, le he mandado un whatsapp preguntándole si el muerto era uno de sus hermanos y como no me contestaba le he llamado a un amigo y me lo ha confirmado. Es muy fuerte porque hace poco perdimos a otro amigo en común», relata aún incrédulo otro compañero de Ignacio.
«Es muy fuerte. Todavía no me lo creo porque estuve con Ignacio el pasado sábado», relata otro. «Nos conocíamos desde muy pequeños. Era un amigo íntimo. Estoy impactado, en estado de shock», comentaba profundamente abatido antes de señalar un detalle que deja bien a las claras la relación que unía a ambos. «Fíjate si era íntimo que a veces se ocupaba de ir a recoger a mis hijos al colegio».
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Y es que nadie ayer daba crédito a lo sucedido. «Me he quedado en estado de shock cuando me he enterado. Era una persona tan joven y con tanta energía...».
«Siempre que le llamabas estaba ahí y te ayudaba en lo que fuera», añade otro.
Ignacio Ábrego no estaba casado, «pero vivía con su pareja y con un niño de cuatro años en el barrio de Lapitze». La paternidad le llegó tarde, pero como confirma uno de sus amigos «ahora estaba muy centrado con su familia y mira, ha dejado un niño huérfano. Una pena».
Ignacio sentía pasión por los sanmarciales y desfilaba en la compañía de Lapitze del Alarde tradicional. «Salía de redoble», recuerdan. «De joven estuvo viviendo unos años en Australia, aunque no contó mucho a la vuelta», añaden también. «Era un hombre que siempre estaba con sus negocios, con la camioneta y los corderos. Trabajaba en sus negocios, en los de la familia. Antes tenía ganado, pero hace tiempo que ya no. Tenía junto a la familia Recalde los antiguos pabellones de Montero y también un pabellón grande en el que se alquilaban plazas para guardar autocaravanas. Eran los antiguos cebaderos de cerdos, terneras y ovejas del Matadero Montero de Irun».
Hay quien conocía bien a los dos, aunque puntualiza que «mi amigo es Ignacio». «Quedábamos todos los sábados a tomar café en el bar La Gruta. Fíjate que íbamos a celebrar juntos nuestro cumpleaños en la sociedad porque los dos cumplimos el 18 de mayo».
Los compañeros de Ábrego confirman que los dos fallecidos «se conocían de hace mucho tiempo, pero siempre estaban discutiendo por las lindes y sus negocios».
Ignacio Ábrego y Josu Recalde «se conocían de hace mucho tiempo, pero siempre estaban discutiendo por las lindes y sus negocios»
De hecho, otro apunta a que «Josu decían que eran socios, pero no amigos. Estaban siempre a la gresca, siempre discutían por los negocios que tenían a medias».
«Era cazador»
Uno comenta que «Josu Recalde era promotor de construcción con su hermano en un negocio que habían heredado de su tío. Vivía en el caserío de al lado con su mujer y sus dos hijas. Era cazador».
Entre las constantes discusiones que Ignacio y Josu mantenían y algunos problemas familiares, lo cierto es que Ignacio parecía no atravesar su mejor momento. Así lo constatan sus amigos. «Hace poco Ignacio me contó que su familia había vendido un caserío de piedra viejo que tenían al lado de los pabellones, pero que no habían sacado mucho dinero. Andaba un poco cabizbajo. Yo le veía raro últimamente».
Ignacio Ábrego y Josu Recalde también eran dos personas conocidas en el barrio irundarra de Olaberria en el que se produjeron los hechos. «¡Claro que les conocíamos!», señalaron varias personas mayores que por la tarde echaban la partida en el asador Danok-Anai, cercano al lugar del crimen, si bien uno de ellos puntualizaba que eran «conocidos de vista». «No frecuentaban este bar», confirma el propietario. «Eran dos personas que hacían poca vida en el barrio. Sí que les veías pasar con el coche, pero por aquí no paraban», añade.
Un vecino de Olaberria destaca que «ahora mismo no les pongo cara» a los fallecidos, «pero en cuanto he visto los apellidos y el nombre de los caseríos he sabido de quiénes hablaban porque son familias muy conocidas aquí».
Dos fallecimientos y un accidente habían marcado sus vidas
A Ignacio Ábrego y a Josu Recalde la vida les había golpeado últimamente de diferentes maneras. El primero, que procede de una familia numerosa, había perdido a uno de sus hermanos, además de a un amigo íntimo, mientras que el segundo había sufrido un importante accidente del que aún arrastraba las secuelas. No vivían buenos tiempos precisamente. «Eran seis hermanos en la familia», confirma uno de los compañeros de Ignacio. «Hace poco murió uno y ahora ya solo quedan cuatro. Esto es muy duro». El fallecimiento de uno de sus amigos de la cuadrilla fue otro palo duro que también dejó tocado anímicamente a Ábrego, ya que además le tocó sufrirlo en primera persona. «Fue hace unos pocos meses y fue debido a un tema de salud. Recuerdo que se desplomó delante de él», comenta uno de sus amigos. En el caso de Recalde, las consecuencias de su desgracia fueron más físicas que anímicas, ya que sufrió un accidente mientras prácticaba una de sus grandes aficiones: la caza. «Hace pocos meses tuvo un accidente tras sufrir una caída desde una trepa y se quedó insconsciente», explican quienes le conocían. «Estuvo ingresado mucho tiempo en el hospital, en la Unidad de Cuidados Intensivos, y no debió salir bien de la cabeza. Él mismo decía que se le olvidaban las cosas».
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