No nos robes la ilusión

En la Liga ese miedo no lo han sufrido tanto los rivales como los árbitros, históricamente mediatizados por la repercusión que suponía pitar en ese estadio. La Real lo ha padecido en sus propias carnes, lo que ha transformado un escenario especial en maldito. Porque no duele perder allí, que es lo normal dado el diferente potencial económico de ambos clubes, sino que te corten las alas cuando tienes el día bueno. Si es malo, no hay nada que hacer.

Nunca se me olvidará el atraco de 1980 que nos costó la que hubiera sido primera Liga. Y eso que solo tenía siete años. Siempre se pone el foco en el partido de Sevilla por ser donde la Real pinchó en la penúltima jornada, pero para entonces el campeonato debió estar sentenciado. Eran tiempos en los que la victoria contaba dos puntos, la liga era de 18 equipos y acababa en abril. En marzo, a falta de nueve jornadas, los de Ormaetxea se plantaron allí empatados a puntos con los blancos, a quienes habían goleado 4-0 en Atocha.

El partido, un sábado por la noche, se televisó en directo con Gipuzkoa entera paralizada. Para el descanso ya habían marcado Zamora y Perico Alonso. La Real era una máquina de enlazar un contragolpe tras otro. En el tramo final el inefable García Carrión acudió al rescate del Madrid con un inexistente penalti y varias decisiones polémicas que dieron lugar al 2-2 definitivo en los cinco últimos minutos. Hoy en día, cuando se les pregunta por lo sucedido a algunos de aquellos jugadores, aún se les saltan las lágrimas al recordar cómo les robaron esa Liga. Porque con aquella victoria la Real habría llegado campeona al Pizjuán.

Con la perspectiva del tiempo creo que al Real Madrid tampoco le beneficiaron aquellas ayudas arbitrales. Engordó sus vitrinas, es cierto, pero también es verdad que la mayoría de sus trofeos los hubiera conquistado también sin ellas. No aquella Liga, por supuesto. Por contra se granjeó la antipatía de muchos aficionados de distintos clubes y su imagen resultó seriamente dañada. Y cuando uno gana y no es admirado, mal asunto.

La generalización de las retransmisiones televisivas en los noventa y la aparición del VAR el año pasado ha hecho que esa situación de privilegio ya no sea tan evidente. Y en paralelo ha disminuido la animadversión hacia lo merengue. También en Gipuzkoa, donde no olvidamos lo bien que el Real Madrid se portó en el homenaje a Musti Mujika y en el centenario. O incluso cómo se movió el difunto Juanito para organizar un partido en Atocha tras el fallecimiento de Sagarzazu. Detalles que marcan la grandeza de un club que los árbitros se han encargado de ensombrecer durante años.

Les decía que el del Bernabéu era un partido especial, en parte también porque el Real Madrid ha sido tradicionalmente el rival a batir cuando la Real ha peleado por los títulos. Y eso ha engrandecido sus éxitos. Se perdió aquella liga de 1980 pero se le ganó las dos siguientes con merecimiento. También la primera Supercopa de la historia en 1982 tras endosarle un 4-0 en Atocha en aquella prórroga en la que Arconada detuvo un penalti a Metgod y se fracturó la muñeca por la potencia del disparo. En 1988, ya con Toshack, fue el único capaz de disputarle la Liga a la Quinta del Buitre que encadenó cinco campeonatos de 1986 a 1990 y, ya en este siglo, se escapó el título de las manos con Denoueix en Balaídos ante un Madrid de Los Galácticos al que se había barrido en Anoeta (4-2).

En la Copa también algunos de los mayores logros han coincidido con apoteósicos partidos ante los blancos. En 1951 se llegó a la final con Benito Díaz tras ganar en el Bernabéu con goles de Barinaga y Caeiro, lo mismo que en 1988 con Toshack en aquella goleada (0-4) que llevó la firma de Gorriz, Bakero (2) y Begiristain. Visitar ahora La Castellana a dos puntos del Madrid supone revivir la mejor historia.

El empate cedido ante el Leganés ha impedido que el duelo del sábado sea con ambos equipos emparejados en lo más alto de la tabla. Pero es un excelente termómetro para medir las opciones del conjunto txuri-urdin en el campeonato cuando arrancamos el segundo tercio de competición. Hasta ahora las noticias positivas han superado con creces a las negativas, pero quizás la comparativa con las mejores Real de la historia haya sido algo exagerada. Una cosa es lo cuantitativo y otra lo cualitativo. Y respecto al juego tiene aún muchos asuntos pendientes de resolver antes de convertirse en un equipo fiable para pelear por las cinco primeras posiciones.

La presencia de Imanol en el banquillo es una garantía. Solo él sabe lo que es ganar en el Bernabéu como jugador y entrenador en la historia del club. Lo hizo en 1994, con gol incluido para sellar el 0-2, y el pasado 6 de enero por idéntico resultado en el estreno de su segunda etapa como técnico.

Aunque todos los elogios se concentran en estas trece jornadas, lo cierto es que en los diez últimos meses con él solo los tres grandes, el Valencia y el Athletic han sumado más puntos en los 34 partidos disputados. Equipos como el Sevilla, Villarreal o Betis han rendido peor. El oriotarra ha revertido una dinámica negativa en poco tiempo. Porque llegamos a las pasadas navidades mirando al descenso y ahora soñamos con dar un golpe de efecto en el Bernabéu.