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Le Normand cabecea a las redes el centro de Odegaard sin que pueda llegar Ramis. JOSÉ MARI LÓPEZ

LA REAL DEJÓ DE SUFRIR CUANDO EL EIBAR SE FUNDIÓ

Domingo, 1 de diciembre 2019, 08:47

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Un derbi siempre es motivante. Y si además se miden dos equipos necesitados de la victoria tras dos jornadas sin lograrla, el aliciente es mayor. Unos por entrar en Europa y otros por alejarse del descenso, pero ambos bandos mantuvieron su estilo de juego.

Así, el Eibar salió con esa presión alta que exige tanto que es difícil mantenerla durante los 90 minutos. Con la acumulación de jugadores, el cuadro de Mendilibar pretendía provocar el error realista para hacer daño a la espalda.

La Real, por su lado, que debió hacer pronto el primer cambio por el golpe de Aritz, se repuso del susto para ajustarse a su guion. El partido exigía usar las bandas para tratar de salvar la nube de jugadores armeros, pero el equipo de Imanol acostumbra a poseer el balón y jugarlo por dentro. Ayer no fue diferente, y vimos un conjunto txuri-urdin ahogado al no encontrar Merino y Odegaard espacios en el centro del campo.

Precisamente fue en una llegada por banda donde se originó la falta que desencadenó en el gol de Le Normand que abrió el partido. Y lo cambió para bien en el caso del Eibar, que dejó de presionar tanto para dar prioridad a jugar el balón.

El equipo armero, sin embargo, siguió jugando adelantado, con la presión alta. Fruto de ella llegó la pérdida de Zubeldia al ser acosado por hasta tres rivales, lo que supuso el tanto de Diop. El empate enloqueció el juego y llegaron los dos goles anulados, uno en cada área por fuera de juego y mano.

Tras el descanso, fue importante para la Real el prematuro gol de Oyarzabal, que volvió a marcar al equipo que fuera su casa dos campañas después.

Pero más decisivo que el acierto del 10 realista fue que el cansancio fue haciendo mella en el Eibar. El equipo eibartarra comenzó a romperse lo que significó la aparición de Odegaard y Merino. Y cómo lo agradeció la Real, que empezó a llegar más y con más claridad al área armera.

El tercer gol no tardó en llegar. Lo firmó Willian José, pero la mitad fue obra de Llorente. El central vio el saque en largo de Odegaard, fue hacia atrás en busca del balón y se lo entregó al brasileño, solo.

A partir de ahí, intentó emerger el Eibar. Lo llegó a lograr con el doble cambio pero sin conseguir crear claro peligro. El equipo acusó el gran esfuerzo en la presión hasta fundirse, y la Real dejó de sufrir. Jugó cómoda, y así llegó la contra del golazo de Odegaard.

Dos apuntes positivos antes de acabar. El nuevo césped aguantó el primer ensayo. El juego txuri-urdin exige un buen estado del terreno de juego, y ayer el Reale Arena lució impecable. El otro detalle que me gustó fue el apoyo a Isak antes del inicio del partido. Ni dentro ni fuera de un campo de fútbol deberían tener cabida los gestos e insultos racistas.

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