
Deporte escolar en Gipuzkoa
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Deporte escolar en Gipuzkoa
«Muchas familias no estábamos de acuerdo con el modelo pero nadie daba el paso para denunciarlo»«Mi hija en el deporte escolar estaba haciendo algo que no le gustaba y, además, de forma obligada. No tenía otra opción. La realidad es que ni mi mujer ni yo la veíamos feliz, por eso decidimos actuar». Así lo asegura a este periódico el padre de las dos niñas que denunció a la Diputación Foral de Gipuzkoa por la obligatoriedad de participar en el programa Multikirola para todos los niños que quisieran también apuntarse a un club de fútbol, balonmano, baloncesto o rugby. El demandante, que prefiere mantenerse en el anonimato «para preservar la identidad de mis hijas», se muestra «satisfecho y contento con la sentencia del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco», que ha tumbado esa imposición a través de una histórica sentencia judicial.
A partir de ahora, el camino va a ser largo, toda vez que la Diputación avanzó ayer que va a recurrir el fallo ante el Supremo. «Me sorprende mucho la cantidad de años que hemos estado con esta normativa regulando el deporte escolar de Gipuzkoa», reflexiona el progenitor de las niñas, que ahora tienen 12 y 10 años. «En todo este tiempo he oído a muchísimas familias que no estaban de acuerdo con esta regulación, pero nadie daba el paso», valora.
El detonante fue ver que su hija mayor «no disfrutaba con lo que estaba haciendo». Los padres no veían a gusto a su hija, que quería jugar en el Askatuak de baloncesto, y se preguntaban de forma recurrente «cómo era posible que la Diputación nos pudiera imponer la forma en la que mis hijas pasan su tiempo libre». «Es que por más que lo intentábamos no le encontrábamos ningún sentido», apunta el padre.
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De esta frustración y un consiguiente periodo de reflexión nació el primer intento de esta familia de Pasaia por evitar que su hija mayor «participara en unas actividades que no le interesaban y en las que no se sentía cómoda». Los progenitores se dirigieron a la Diputación para solicitar, de manera oficial, que permitieran a su hija «entrenar en el club que ella quería sin tener que participar en el programa Multikirola», algo a lo que el ente foral se negó. «Nos denegaron ese permiso», recuerda. Agotada la opción administrativa, a finales del año 2023 decidieron emprender la vía jurídica «y asumir los costes económicos que ello conllevaba». Estaban convencidos de que podían ganar el caso. Contrataron los servicios del bufete Arruti Abogados y elevaron su demanda al TSJPV, quien este miércoles falló a su favor y dejó sin efecto las órdenes que apelan a la obligatoriedad en el deporte escolar de Gipuzkoa.
«Yo he sido entrenador durante 25 años», apunta, «y cuando veía los entrenamientos que les preparaban a mis hijas se me caía el alma a los pies», critica. Para este padre guipuzcoano «el concepto de la polideportividad me parece bien, ¿a quién no? La idea es muy buena, pero lo difícil en esta vida no es tener buenas ideas, es saber llevarlas después a la práctica, la gestión de las mismas», subraya. La familia consideró «inaceptable» dedicar «un gran esfuerzo a nivel de logística familiar para algo en lo que no creíamos y que, además, teníamos que pagar por ello», aunque el aspecto económico «fuese el menor de los impedimentos». «¿Quién es la Diputación para decirle a mis hijos lo que tienen que hacer en su tiempo libre?», se pregunta.
La oferta foral del programa escolar comprende una infraestructura muy potente, en la que colaboran cientos de monitores deportivos y en la que las instalaciones de cada centro educativo juegan un papel relevante a la hora de determinar la calidad del servicio que, en último término, disfrutan los niños. «Lo que yo he percibido estos años es monitores sin preparación, unas sesiones de entrenamiento sin fundamento... Para mí, no cumplen los mínimos de calidad que necesita un programa de deporte escolar».
La decisión de mezclar a niños y niñas en el mismo equipo fue, en su día, una medida adoptada «para apostar por la inclusividad», defendió la Diputación. «Pero es un tema muy complicado de gestionar», alega, ya que «cuando una chica es muy buena, puede estar a gusto jugando con los chicos. Pero, ¿qué pasa si no se le da bien? Lo pasan mal y, encima, es que no tienen otra opción».
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En el caso de la hija mayor, que ahora cursa 1º de la ESO, la familia le cambió de colegio «porque la cría no estaba a gusto en su clase. Para poder jugar a lo que ella quería, que era baloncesto, tenía que pasar su tiempo libre en un ambiente en el que no disfrutaba», recuerda este padre pasaitarra, que añade que «ya es una locura ser padres de tres niños -las dos niñas tienen también un hermano pequeño-, pero es que si encima tenemos que gestionar los entrenamientos de una, de la otra, del otro, las actividades extraescolares, los partidos del fin de semana... Ese es un estilo de vida muy estresante».
La Diputación siempre ha defendido su interés genuino en promover la práctica de la actividad deportiva entre los menores de Gipuzkoa, «pero nosotros, en nuestra casa, ya nos preocupamos en inculcarles los valores del deporte y los beneficios de practicarlo», protesta. Eso, en su opinión, «tiene que venir de la propia familia».
Los padres de su alrededor «siempre nos han apoyado en nuestra pelea. Nos hemos sentido muy respaldados y acompañados», apunta. «Yo no quiero que mis hijos compitan ni nada por el estilo. Esto no va de eso, va de que los niños puedan hacer el deporte que ellos quieran, sin que nadie les imponga lo que tienen que hacer», sentencia.
Finalmente, la justicia ha fallado a su favor y ahora la pelota está encima del Tribunal Supremo, que es quien decidirá si la sentencia del TSJPV es válida o no. «Teníamos la esperanza de que la justicia nos iba a dar la razón. Nos hemos llevado una gran alegría, porque hemos peleado mucho por esto», se felicita.
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