«Las rencillas entre los dos venían de antes»
Conmoción. ·
Vecinos del barrio de Olaberria de Irun siguen impactados por el crimen. En el lugar de los hechos la Policía seguía ayer recabando muestras para la investigaciónVecinos de Irun siguen sin dar crédito. El crimen ocurrido el jueves en una zona rural, en el barrio de Olaberria, donde todo apunta ... a que Josu Recalde mató con una escopeta a su socio Ignacio Ábrego y posteriormente se suicidó, ha causado un gran impacto y ayer las caras eran de estupor y desconcierto. «Es alucinante que haya pasado algo así, aún no nos lo creemos», comentaba la mayoría de paseantes que caminaban por las pistas forestales que discurren próximas al lugar de los hechos.
Una vez levantado el cordón policial que se estableció este jueves en el acceso al caserío Aranburu, varios coches de la unidad de investigación criminal de la Ertzaintza permanecieron en los alrededores durante toda la mañana para continuar con la investigación y la recogida de pruebas que puedan esclarecer lo ocurrido, aunque el revuelo de medios levantado el jueves al conocerse el suceso no era tal la mañana de ayer y la tranquilidad reinaba en la zona. Salvo las subidas y bajadas de los vehículos policiales por la pista forestal, nadie hubiera imaginado que en ese lugar una persona decidió acabar con la vida de otra.
En mitad del camino, Arantxa y su pareja, vecinos de Irun, esperaban con su autocaravana para poder aparcar en el recinto que se encontraba custodiado por dos ertzainas. Son clientes «desde hace cuatro años» del parking de autocaravanas del que era propietario uno de los fallecidos, el presunto autor del crimen, y el paso a este espacio permanecía prohibido este jueves por la mañana.
«Hace un mes vendieron una propiedad y tuvieron muchos problemas; no se llevaban bien, pero llegar a esto...»
Según explicaron a este periódico, al sacar la 'rulote' «hacia las diez de la mañana no hemos tenido problemas, no había ni policía ni nada, todo normal. Hemos ido al taller y al volver para aparcarla, a las doce del mediodía más o menos, nos hemos encontrado con dos ertzainas en la puerta y nos han dicho que no podíamos pasar, que estaba la científica y que teníamos que esperar fuera a que terminasen los trabajos», contaba la mujer tras estacionar la autocaravana una vez tuvieron el permiso de la Er-tzaintza. «Ya podéis aparcar», les indicaron los agentes, que abandonaron la zona rozado el mediodía.
Esta pareja se enteró de lo ocurrido «a través de otro vecino que también conduce una autocaravana y la tiene aquí aparcada. Nos llamó el jueves por la noche diciendo que había habido algún follón, pero al principio no sabíamos quiénes eran los que habían muerto. Y cuando nos enteramos... Estamos alucinando. ¿Que podía pasar algo así? Ni pensar en ello», dice afectada.
Conocían al matrimonio, «Josu y Nieves» y «siempre han sido muy atentos y trabajadores, él era muy activo, cualquier cosa que necesitábamos respondía enseguida. Nunca vimos nada fuera de lo normal. Sé que él tuvo un accidente y dejé de verle un tiempo, pero no había nada que nos llamara la atención», lo que le lleva a preguntarse los motivos por los que pudo suceder esta tragedia, que acabó con la vida de Ignacio Ábrego.
Propiedades y negocios
Ambos fallecidos tenían una relación económica, de propiedades y de negocios, según informó el consejero de Seguridad, Josu Erkoreka, tras hacerse pública la noticia, por lo que aunque las causas de la disputa entre ambos están aún por determinar, un desacuerdo económico habría sido el detonante.
El parking de autocaravanas se mantuvo cerrado durante toda la mañana para los trabajos de la Ertzaintza
A Arantxa le cuesta imaginar el motivo del crimen. «No tengo ni idea qué pudo pasar. ¿Dinero? Quién sabe. Recalde tenía el parking de las autocaravanas en la mitad del recinto, entran unas veinte, pero es la mitad de la parcela», indicando que este negocio no lo compartía con la víctima.
Muchos eran conocedores de los negocios de ambos socios, cuyas familias son muy conocidas en Irun, y la cuestión económica fue un tema recurrente ayer en las conversaciones de este periódico con los vecinos del entorno. «Compraron los cebaderos Ernesto Montero entre los dos con la idea de construir, pero al final no les dejaron. También tenían lo de las caravanas, los pabellones... La Ertzaintza ha subido alguna vez por aquí», comentaba un vecino del barrio.
No obstante, a pesar de las desavenencias que este ciudadano aseguraba que tenían los dos fallecidos, «no nos imaginábamos que llegaran a eso. Las rencillas venían de antes y no se llevaban bien, pero lo que ha pasado nos ha dejado alucinados», según comentan Arantxa y Alberto, que atienden en la cooperativa Nekazarien etxea. «Hace un mes vendieron una propiedad y tuvieron unos problemas de la leche», explicaban ambos trabajadores, que conocían a los fallecidos «desde siempre. A Recalde le conocemos desde que hizo la casa que queda aquí cerca. Solía venir por aquí con su padre, que era constructor, y él siguió también. Y a Ignacio porque su padre tenía una carnicería».
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Enfrente de esta cooperativa se encuentra el caserío Gure-Ametsa, donde vive Agustín y su vivienda linda con los terrenos de Recalde. Este octogenario conocía también a la familia Recalde y se mostraba ayer muy afectado al recordar lo sucedido la jornada anterior. «Para mí ha sido un golpe muy grande porque le conocía mucho al padre de Josu, que era cazador. Tenía mucha relación desde hace años, era cliente de la tienda. El chaval solía andar con la cortacésped por la plantación de manzanos que tienen mientras yo andaba en la huerta. Tuvo un accidente de moto y se dio en la cabeza», relataba este vecino, con el semblante serio.
El «disgusto» de Ana también era visible. Esta vecina de Olaberria vive alquilada desde hace 14 años en el caserío Zamora, propiedad de la víctima, y según contaba, «es impactante pensar que haya pasado algo así, tan cerca, es un shock». Dice que «de vez en cuando se les veía por aquí» pero «nunca observé nada raro». Por el camino, la irundarra Tania era consciente del revuelo levantado entre los vecinos. «No se habla de otra cosa».
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