Hueco elocuente y preocupante

Aspe y Baiko encarecieron los precios de la final del año pasado bajo la creencia de que a esta final le correspondía esa subida. Los hechos, testarudos, no dan la razón a ese planteamiento. Al contrario. Los 100 euros que costaban las localidades altas han resultado mayor obstáculo que los 120 de las canchas bajas. Un vistazo al tipo de pelotazale situado en la parte de arriba del lateral fue suficiente para comprobar que era en su mayoría adulta, de 40 años o más. Poca juventud. La gente de menos edad optó por el rebote, con precios más asequibles. Una diferencia de veinte euros pesa cuando el dinero no abunda en los bolsillos y uno está acostumbrado a cuadrar los gastos como buenamente puede a final de mes. Los mileuristas viven a nuestro lado. La televisión es una buena alternativa cuando pintan bastos. De hecho, sabemos que en la propia Amezketa hay gente que tenía pensado ir directamente al sagardotegi donde cenó Altuna III sin pasar previamente por Pamplona.

Porque en las finales nos hemos acostumbrado a que los pelotazales jóvenes, las aficiones de los finalistas, se sitúen en las zonas más altas del frontón. En Bilbao ha funcionado bien la variedad de precios, un abanico más amplio. Para ayer en el Navarra Arena se había optado por una mayor uniformidad que no ha funcionado. Debe servir de lección.

No ha sido un Campeonato del Cuatro y Medio positivo en cuanto a afluencia de público. Si bien las cifras reales decían que la asistencia hasta la final era similar a la de 2018, los 400 de diferencia de la final pesan en el balance.

Tampoco conviene pasar por alto que el Atano III de Donostia no haya formado parte de la lista de frontones que han albergado partidos. Con Jokin Altuna en candelero, la visita a la capital guipuzcoana debería ser inexcusable. Pero el estado actual del frontón retrae a las empresas. Prefieren ir a otros recintos. Urge una reacción institucional a la que tampoco deben ser ajenos Aspe y Baiko. Mejor si van de la mano.