Joseba Ezkurdia, campeón del Cuatro y Medio

La más reciente este domingo ante Jokin Altuna, archifavorito tras sus demostraciones en la liguilla de cuartos y en la semifinal, unidas a la confianza que transmite al apostante. El bicampeón le recetó la misma medicina de hace un año para superarle 22-16: velocidad, ritmo, potencia, piernas y fiereza en defensa y determinación en los momentos calientes, cuando los tantos cobran todavía mayor peso. El favorito sumó un tanto menos que en la final precedente.

El Ezkurdia que no veía soluciones en sus primeros años de carrera mantiene ahora la calma cuando sube la temperatura de los partidos. Después de que Altuna III, rezagado 16-12, se aproximara a un tanto y devolviera la incertidumbre al público con el 16-15. Encontró un gancho para frenar la reacción del amezketarra, quien recuperó el saque a renglón seguido con la cortada de derecha del 17-16. Restó Joseba, tomó la iniciativa en el peloteo, obligó a Jokin con un voleón a la pared y resolvió con otra volea, esta vez al ancho.

El titán deja herido al mago con una final que invirtió las tendencias de los dos pelotaris. Un Ezkurdia al que algunos veían descendente en juego, en ningún caso en resultados, mejoró sus cuatro actuaciones precedentes. Un Altuna III al alza y hacia arriba semana a semana tropezó con la misma piedra del pasado año. Esta vez sin poder ampararse en la lesión que le trajo de cabeza durante semanas. Llegaba a la final a tope de moral y convencido de sus posibilidades. Sale de ella con su tercera derrota en cuatro finales y la sensación, al menos en caliente, de haber desaprovechado una oportunidad para ampliar su número de txapelas. Sí, tiene todavía 23 años y mucha pelota por delante. Podrá repetir presencia en finales, pero sabe mejor que nadie que esta ocasión no volverá.

Repito a menudo que la derecha es el termómetro de Jokin Altuna. No le funcionó esta vez. Ese toque y esa chispa que distinguen ese brazo cuando está bien entraron en crisis en los compases iniciales de la final. Dos oportunidades de tomar el mando se le escaparon bajo chapa, la primera en el 1-3 y la segunda en el 3-3. Pudieron ayudarle a cobrar una renta considerable y, sin embargo, propiciaron la reacción del contrario.

No acabó de enmendarlo el amezketarra durante los minutos posteriores. Le costó gozar de derecha, le costó encontrar la dirección precisa para obligar a Ezkurdia, le costó fabricar situaciones claras de remate... Este déficit estuvo en el origen de que su rival empleara la volea con una frecuencia mayor de la recomendable para los intereses del aspirante.

Si Ezkurdia entra de volea una y otra vez, la suerte del peloteo comienza a inclinarse hacia su lado. El ritmo, la velocidad y la intensidad se alían con él. Más todavía en un Navarra Arena que multiplica la sensación de exigente en cada visita. La pelota sale como un tiro del frontis, corre una barbaridad en el suelo y quien aprovecha la pared izquierda desplaza al contrario lejos en la contracancha, a lugares desde los que basta con llevarla a buena.

Ocupó Ezkurdia el centro de la cancha muchas veces, con mayor asiduidad a medida que avanzaba el choque. Corría Altuna III de un lado a otro, siempre en busca de devoluciones difíciles, sin tiempo para construir esas acciones a la contra que le gustan y controla. Aplicó el campeón al subcampeón un desgaste que se paga con el paso de los minutos, sobre todo en la última recta. La buena preparación física también se resiente cuando recorres más metros que el contrario.

Pero no todo es ataque en un duelo de esta envergadura. También toca defender a menudo. Joseba Ezkurdia demostró una fortaleza formidable cuando el amezketarra movió la pelota a las esquinas. Se lanzó al ancho como un portero de fútbol, corrió atrás a defender el siguiente remate de Altuna III, le obligó a dar una más, a ajustar las jugadas... Le metió presión y añadió tensión a la ya inherente de un finalista.

Si bien firmaron cuatro tantos por barba con el primer disparo, ninguno de los dos fue regular con el saque. Alternaron fases de acierto con otras en las que les faltó tino. Sucede que lo áspero de la pared izquierda dificulta la labor del restador. Cometió Ezkurdia una falta cuando mandaba 6-3. La pegó corta. Apenas influyó en el desarrollo del partido.

Reivindica esta txapela a un Ezkurdia al que Aspe no ha dado durante el verano el protagonismo que cabía exigir de su trayectoria y de su rendimiento en los grandes campeonatos. Aunque no sea el más solicitado desde los pueblos, viene demostrando capacidad para ganar a los mejores, para asegurar el séptimo título consecutivo de la empresa de Eibar en las competiciones oficiales de primera.

Altuna III se lleva un batacazo del que le toca reponerse. Es un nuevo examen en una carrera incipiente. Nunca ha sido fácil ganar txapelas, ni cuando se llega a la cuarta final consecutiva del Cuatro y Medio a una edad tan temprana, 23 años. Ni ser joven ni ser veterano garantizan nada. Cuando dos pelotaris saltan a la cancha para jugar mano a mano, ya sea en la jaula o en toda la cancha, el DNI, el palmarés y los cantos de sirena, se dejan en el vestuario. Solo vale uno mismo.