Detrás de un gran equipo siempre hay un gran portero

Corría el minuto 27 cuando Kike García remató un balón de cabeza que rebotó en el brazo de Igor Zubeldia, de espaldas al testarazo y, por tanto, sin ninguna intención de interceptar el balón. El árbitro pitó penalti y todos los realistas clamaron al cielo silencioso de Ipurua. Todos menos él. Remiro simplemente se concentró. Lo paro, lo paro, lo paro, se dijo a sí mismo.

Con el balón colocado ya en el punto de penalti, el guardameta extendió sus brazos exhibiendo toda su imponente envergadura. Y, por si fuera poco, se empezó a desplazar de izquierda a derecha y de derecha a izquierda como si la línea de gol fuese un raíl móvil. Orellana, futbolista armero encargado de lanzar desde los once metros, no lo veía nada claro.

Llegó el momento, el chileno tomó carrerilla y, justo cuando iba a golpear, Remiro se lanzó como un tigre a su lado derecho, allá donde intuyó que iba a ir el balón. Fueron 191 centímetros, más el apéndice de las extremidades superiores, desplegados por el suelo en cuestión de centésimas de segundo. Y para poner el broche, una portentosa mano derecha firme a la altura del suelo para sacar el balón.

La Real ganaba 0-1, pero aquel gol hubiera cambiado el partido de arriba abajo. Ahí estuvo la primera gran diferencia entre el Eibar y la Real en la jornada de ayer. Dmitrovic cayó derrotado en el duelo con Oyarzabal desde el punto de penalti mientras que Remiro salió victorioso del que le emparejó a Orellana. Para quienes sostienen que encuentros así se decantan por detalles, he ahí uno grande. El mano a mano desde los once metros se repitió en el minuto 89. Y casi con el mismo desenlace. Remiro volvió a adivinar por dónde iba el tiro, y su estirada volvió a ser sobresaliente. Esta vez, sin embargo, rozó el balón con los dedos sin poder evitar el gol.

El penalti detenido no solo mantuvo con vida a la Real hasta el 74, cuando Willian José marcó el 0-2, sino que acabó siendo decisivo para que los blanquiazules sumaran los tres puntos y se colocaran en puestos de Champions. En un partido sin pena ni gloria, esta gran Real demostró que cuenta con un gran portero.

No solo por la acción decisiva del choque. Demostró temple cuando los defensores le pasaron balones uno detrás de otro, un buen golpeo buscando a los hombres más poderosos por arriba, buena colocación para salir del área cuando hizo falta y autoridad para mandar a la defensa. El portero también juega.