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A veces es a través de gestos, la ropa o el juego. Otras es verbal. Con apenas dos años y medio, Shaila fue muy clara: «Soy una niña, no un niño». «Nos lo dijo casi a la vez que empezó a hablar», cuenta Monse Ignacio, ... vecina de Eskoriatza, acostumbrada a contar su relato en los medios de comunicación. «Al principio hicimos muchísimas entrevistas, desde que Shaila era pequeñita, porque fuimos las primeras en visibilizar un poco la realidad de los menores en situación de transexualidad junto a otra familia de Vitoria. Las historias eran calcadas, y por aquel entonces Naizen ni estaba creado».
Hoy, 320 familias forman parte de esta asociación, que agrupa a familias de menores transexuales de Gipuzkoa, Álava y Bizkaia, y que celebran un acto en Amurrio por su 10 aniversario. Se cumple así una década desde que ocho familias decidieran unirse para hacer visible una realidad que hasta ese momento no tenía espacio en el imaginario social. «Las familias por aquel entonces estábamos totalmente desamparadas, a nivel de información, acompañamiento.... No había un asesoramiento enfocado a menores, y aunque muchos lo verbalizan, otros niños no lo hacen y muchos crecen así. Si mi hija hubiera desistido en su intento de reafirmación, la habríamos tratado y criado como un niño. Pero fue tan insistente que preferí desistir yo que no hacerla desistir a ella, porque era una reafirmación constante», afirma Monse. «Ella iba al colegio y les pedía a las profesoras y a sus compañeros que le trataran como una niña y a nosotros en casa igual. Luego empezó a pedir que no le pusiéramos ropa de chico, también se mostraba disconforme con el corte de pelo, y a ponerse diademas y ganchos».
Según explica Monse, al principio pensaron que sería algo «pasajero», que «ya se le pasaría», que estaría «imitando a su prima...» porque «es algo que no entra en tu entendimiento. Toda la vida has creído que los niños son lo que son porque nacen con unos genitales 'tal' y las niñas lo mismo, es como se sexa cuando nacen y entiendes que eso es así porque tampoco tienes más conocimiento o no conoces otras realidades que te hagan ni siquiera dudar. Además, no había una visibilidad acerca de que existieran niñas con pene o niños con vulva».
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Patricia Rodríguez
Mientras, la expresión de Shaila seguía siendo tenaz y «al final, cuando tenía cuatro años, dimos el paso porque vimos que ella no estaba bien, no era feliz, estaba sufriendo, todos los días estaba peleando y en una lucha constante por reafirmarse y porque los demás la reconociéramos como una niña y la tratásemos como una niña». Su malestar también se coló en el aula. «Llevaba medio año cambiándose de nombre constantemente en el cole. Ahora soy Jessica, ahora Estela... Se había convertido ya en una tarea imposible porque no había manera de hacerle entrar en razón de que ella era un niño, que había nacido como un niño y que iba a ser un niño toda su vida. Así que dejé de pelearme con ella y nos dejamos llevar un poco, a ver qué pasa. Pensé 'es mi hija y su felicidad y ella está por encima de todo lo demás. Si no le hacemos daño a nadie con ello y tampoco le va a ocasionar a ella ningún perjuicio, pues adelante».
En este punto, esta mujer lanza un mensaje a aquellas familias que estén atravesando un proceso similar, para que «escuchen» a sus hijos, porque «un niño de 3 o 4 años ¿qué se va a inventar? Ellos te hablan de lo que sienten o de cómo se sienten. Y si encima tienes la suerte de que te lo puedan comunicar y contar es porque están confiando en ti y que tú les puedes ayudar», reflexiona.
Monse Ignacio
Madre de Shaila
En su caso, en el colegio «lo entendieron. Les dije que había tomado esa decisión y que esperaba que se respetase y se llevó a cabo. Los profesores se formaron para acompañarla en ese proceso y para educar al resto de alumnos en la diversidad sexual. Sus compañeros no se lo tomaron ni bien ni mal, lo aceptaron. Le dijimos adiós a Eneko y le dimos la bienvenida a Shaila y no tuvieron que darles más explicaciones. Mi hija estaba feliz». También se lo comunicaron a la pediatra, «que no sabía ni de qué le estaba hablando, ni por dónde tomar aquella situación, o sea, ni me supo orientar tan siquiera». Hasta que «apareció una luz», afirma Monse. «Fue una chica de aquí del pueblo que estaba haciendo el máster en ciencias sexológicas en Madrid, se puso en contacto conmigo y me habló de la transexualidad. Entonces supe entender que mi hija se encontraba en esa situación y me puso en contacto con los psicólogos que impartían ese máster».
Ya han pasado 14 años «desde que decidimos hacer ese cambio» y otros 8 desde que acudió a Cruces por primera vez y Shaila es una adolescente «como cualquier otra. Ocupada con sus estudios, pensando en salir cuando toca y en la universidad». ¿Miedo a que abandone el nido? «No lo pienso». Lo que sí reclama es una educación basada en el «respeto y la no exclusión. Desde la sociedad se puede cambiar todo», afirma.
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