El reto de volver a ser un número uno
Julian Alaphilippe no solo portará el dorsal '1' en la Clásica, sino que partirá como favorito al retomar el alto nivel que llegó a perder en años pasados para desesperación del dueño del Soudal
Había desaparecido de los pronósticos y de los puestos de honor. Le atribuyeron una vida poco disciplinada como origen de una notable merma en su ... rendimiento y hasta el patrón del Soudal-Quick Step, Patrick Lefevere, llegó a arrepentirse en público de renovarle. Más bien de su contrato. Tres temporadas a razón de 2,3 millones de euros anuales, según La Gazzetta dello Sport.
Los valió en su día. Encadenó dos Campeonatos del Mundo (2020 y 2021) para adornar un palmarés que incluía entonces una Milán-San Remo, tres ediciones de la Flecha Valona, una etapa en la Vuelta a España y seis en el Tour de Francia. Tuvo su ciclo invencible en tachuelas cortas y explosivas. Pero sus sensaciones y su prestigio necesitaban ser alimentados por exhibiciones y puestos honoríficos y, tras su segundo Mundial, entró en un valle de resultados y en una discreción incompatible con su carácter como ciclista.
La paciencia del mánager general del Soudal se agotó este mes de febrero. Lefevere declaró en una entrevista con la revista Humo que «después de firmar aquel gran contrato, dejó de rendir» para luego ir más lejos con alusiones a su consumo de alcohol y al «hechizo» que su mujer, Marion Rousse –directora del Tour de Francia femenino– poseería sobre él.
Noticia relacionada
La terraza del Kursaal acogerá la presentación de la Clásica
Por aquellas fechas ya había diseñado el calendario. Le dejó fuera del equipo del Tour para enviarle al Giro y Julian utilizó la carrera italiana para reivindicarse y redimirse al mismo tiempo. Fue protagonista en varias jornadas –de hecho se llevó el premio de la combatividad– y ganó la etapa con final en Fano culminando una larga escapada. Al bajarse del podio, expresó lo que llevaba dentro. «Quiero saborear este momento, porque me ha costado muchísimo alcanzarlo. En la vida de todo deportista hay altibajos y no es casualidad que hoy esté aquí». Dedicó su triunfo a su mujer y su hijo de tres años, y preguntado sobre las pullas de Lefevere, contestó: «He procurado mantenerme tranquilo y fiel a mí mismo».
Después del parón posterior al Giro, ha corrido el Tour de Eslovaquia y el Tour de Chequia, dos pruebas que sin pertenecer al selecto World Tour, han reunido un buen elenco de rematadores, y allí ha vuelto a exhibir su olfato de killer para anotarse sendas victorias de etapa. La última competición en la que se le ha visto ha sido la de la carrera en línea de los Juegos Olímpicos. Terminó decimoprimero, en el grupo que llegaba para disputar el tercer puesto, con la pólvora ya gastada como para esprintar por una mejor posición, pero tras acreditar un estado de forma más que correcto.
Por delante volaba Remco Evenepoel, la perla joven que le ha robado el protagonismo en el seno del equipo, en el pelotón y entre los aficionados. La irrupción meteórica del flamante campeón olímpico en el ciclismo espectáculo coincidió con el declive del francés. Asumir la realidad primero y amoldarse a ella después ha llevado su tiempo a Alaphilippe. Esta semana portará el dorsal '1' en la Clásica. Ese que habitualmente denota liderazgo. Lo hace gracias a la victoria de Evenepoel el año pasado en el Boulevard. Conspiraciones del destino.
Ganador en 2018
Donostia es la plaza donde Alaphilippe quiere volver a sentirse un número uno. Ya ganó la Clásica en 2018, en aquella ocasión con un ataque en Murgil que le llevó directamente hasta meta acompañado por el generoso Bauke Mollema. Un desenlace que bien podría parecerse al de este sábado, con una pequeña variación en cuanto a la ascensión que llevará a los ciclistas hasta Igeldo. Cambia Murgil por Pillotegi, pero no el perfil de ascensión. Corta y explosiva. Definitiva para la carrera.
El francés acumula cuatro victorias de etapa en la Itzulia, además de la mencionada Clásica, y siempre ha encontrado en la afición vasca el cariño y el reconocimiento que todo astro necesita para brillar. A sus 32 años, quiere volver a hacerlo para demostrar que el que tuvo retuvo.
Viene de jefe de filas, con permiso de un Mikel Landa que, como gran fondista, se desenvuelve mejor en las clasificaciones generales de las grandes vueltas que en las efervescentes pruebas de un solo día. De hecho, el alavés, corredor de gran cilindrada como acaba de demostrar en el Tour, podría tener la llave de la carrera para sofocar los intentos de fuga producidos antes del repecho final de Pillotegi y preparar el terreno al movimiento de su compañero.
Tal vez no intimide tanto como cuando ganó en Donostia hace seis años, pero Alaphilippe sigue imponiendo el máximo respeto en el pelotón y figura en las quinielas de todos los equipos para este sábado. Ninguno de los diez corredores que le precedieron en la prueba en línea de los Juegos hace dos días se presentará en la salida. No le faltarán rivales, pero ya ha ganado al más feroz de todos ellos. A sí mismo. Ha vuelto y quiere sentirse como un número uno.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.