«Busco a mi hermano: fue un bebé robado en Saturraran»

Esa madre, Concepción Illera, se incorporó al frente en 1936. En Somosierra conoció a José Martínez de Velasco, con el que se casaría al año siguiente y tendría su primer hijo. Su marido tuvo que marcharse al exilio y ella, embarazada de su segundo hijo, decidió dejar al primero en un lugar seguro. Justo después fue detenida y la llevaron a Ventas, donde nació Antonio. Posteriormente fue trasladada a la Prisión Central de Mujeres de Saturraran, en Mutriku, donde su hijo Antonio 'desapareció' el 6 de septiembre de 1940, a los 16 meses de edad.

Tras pasar 810 días encarcelada y superar los continuos controles de la prisión condicional, Concepción obtuvo la libertad definitiva en 1946, y meses después volvió a reencontrarse con su marido y familia. En el exilio, en Casablanca, nació su tercera hija, Christine, a la que sus padres no contaron nada de lo que había sufrido su madre. «Conocía la trayectoria política y militar de mi padre, pero de ese pasado de mi madre no sabía nada, era un tema tabú». En 2004, cuando acudió a Madrid al entierro de su hermano mayor, se instaló en casa de su madre una temporada y empezó a interesarse por la historia de la familia, aunque «mi madre no me quería contar nada».

Ante la insistencia de su hija, y consciente de una desmemoria incipiente, Concepción terminó por señalarle una maleta, y fue allí donde Christine descubrió «ese terrible secreto familiar». En la maleta encontró cartas y notas manuscritas por su madre sobre su vida en prisión, en la que se mencionaba a ese hijo del que nunca había hablado con ella. «Descubrí que mi madre había sido una guerrera, que había conocido a mi padre luchando por la libertad y la democracia en Madrid y que había sido fichada y arrestada en 1935 como comunista. Nunca me imaginé a mi madre así».

Christine Martínez-Médale quedó «sorprendida». La maleta contenía unas carpetas con información de prisiones, campos de concentración y un cuaderno en el que su madre había escrito sus memorias. Tras este hallazgo, por una parte sintió «mucha rabia», porque sus padres no habían querido compartir con ella esta parte tan dolorosa de sus vidas, pero por otra parte, se sintió motivada para averiguar qué había sucedido en aquella época. «Al vivir en Francia, hasta la fecha no me había interesado mucho el tema de la Guerra Civil, pero empecé a investigar».

Durante seis años escribió a distintas entidades, asociaciones e historiadores y buscó respuestas a las muchas dudas que le iban surgiendo. Decidió seguir el rastro de su madre y el de tantas otras mujeres que fueron vejadas y torturadas en cárceles franquistas. En 2010 viajó a Saturraran, donde pudo conseguir el expediente sobre el encarcelamiento de su madre y el certificado de defunción de su hermano, entre otros documentos. «Tras ese viaje, parecía que ya tenía todos los elementos para cerrar la historia de mi madre, pero decidí leer con mayor atención los documentos, y ví que en el certificado de defunción del niño algunas cosas no estaban claras, por lo que decidí seguir investigando».

'La maleta de mi mdare' plasma la terrible experiencia vivida por la madre de Christine Martínez-Médale y otras reclusas durante aquellos años. A ráiz de los sucedido con su hermano, la autora denuncia en estas páginas lo que ocurrió con miles de mujeres, a quienes las monjas les arrebataron sus hijos bajo el pretexto de que estaban muertos. Tal y como dejó escrito su madre en una de sus cartas, una noche llevó a la enfermería de la cárcel de Saturrarán a su hijo Tonín, porque el niño tenía mucha fiebre. La enfermera jefe le aseguró que ellas se encargarían de cuidarlo. Sin embargo, al día siguiente le dijeron que «el angelito» había subido al cielo, y en ningún momento le permitieron ver el cuerpo del pequeño ni asistir a su entierro.

El libro es un compromiso con la memoria, según explica su autora, gracias a las cartas escritas por sus padres, Concepción Illera y José Martínez de Velasco, quien terminó en los campos de trabajo de Colomb-Béchar en África. También hay fotografías de otras presas de Ventas, Saturraran y del exilio de los campos de trabajo. Recoge dos voces, la de la madre de Christine, quien relata su historia en la cárcel, y la de la propia autora, que toma la palabra para relatar su trabajo de investigación.

Christine Martínez-Mélade no da por concluida la búsqueda de su hermano, porque tiene la certeza de que no murió en Saturraran. «Lo seguiré buscando». Continúa registrándose en bancos de ADN para localizarlo, ya que cree que las monjas lo dieran en adopción. «Un año después de su muerte alguien pidió su certificado de nacimiento», explica, y a ese hecho se aferra.

Pero además de poder ayudar en la búsqueda de su hermano, el libro también pretende «trasmitir esta historia». La autora ha ofrecido charlas a estudiantes en Francia para contar este episodio de la Guerra Civil, porque «no todo aparece en los libros de historia», sostiene. «Es un deber dar a conocer nuestra memoria. Nosotros, como hijos o nietos de aquellos que vivieron la guerra, tenemos el deber de informar y buscar la verdad, tenemos una historia personal que se puede verificar con pruebas, y es importante tomar la palabra, sin venganza. Yo lo único que quiero es encontrar a mi hermano y dar a conocer esta historia», concluye.