Las disputas entre dos socios que acabaron en tragedia
Aunque no eran amigos, se conocían desde hace muchos años y tenían negocios en común. Las discusiones entre ellos eran habituales, pero nadie imaginaba que Josu Recalde pudiese llegar a matar a su socio, Ignacio Ábrego, de un disparo
Se conocían desde hace muchos, muchos años. Sus caseríos familiares apenas estaban separados por unos metros de distancia y juntos adquirieron los terrenos que están ... entre ellos, incluidos los antiguos pabellones de Montero, donde el jueves Josu Recalde cogió su escopeta de caza y le pegó un tiro en la cabeza a su socio, Ignacio Ábrego, para después suicidarse. La dantesca escena de los dos hombres yaciendo sin vida la encontraron familiares de Josu, que fueron los que dieron el aviso a emergencias.
En esos pabellones habían montado diferentes negocios, entre ellos un aparcamiento de larga estancia para caravanas, una zona para guardar perros de caza y un espacio de reparación de vehículos. Las «rencillas» y «disputas» por la gestión de los mismos eran habituales entre ellos, tal y como afirman sus amigos y conocidos, pero nadie pensaba que esas desavenencias pudieran terminar algún día en un crimen tan horrible que ha destrozado a dos familias y que ha conmocionado a la ciudad de Irun.
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«Estoy en shock», «No lo podemos creer». Son las frases más repetidas estos días entre quienes conocían a los dos hombres. Ignacio tenía 47 años y era hijo de los Ábrego, que gestionaban la carnicería que lleva su apellido en el centro de Irun desde hace años. Tenía un hijo de cuatro años y vivía con su pareja en el barrio de Lapitze, ya que el caserío Zamora lo tienen alquilado. En los sanmarciales desfilaba como redoble con la compañía Lapice del Alarde Tradicional. Su amigos señalan que aunque la paternidad le llegó tarde, «estaba muy centrado en su familia». Su velatorio se abre este domingo a las diez de la mañana en el tanatorio crematorio Araso, y el funeral se celebrará este lunes, a las seis de la tarde, en la parroquia de la Sagrada Familia.
Diferentes problemas
Además, gestionaba los negocios que tenía desde hace años con Josu Recalde en los antiguos pabellones Montero. «Compraron los cebaderos Ernesto Montero entre los dos con la idea de construir, pero al final no les dejaron», comentan los vecinos. Hace poco vendieron una propiedad, un antiguo caserío de piedra situado cerca de los pabellones, pero para Ignacio no había sido un buen negocio. «Tuvieron muchos problemas por esa venta».
Era más que evidente que Ignacio y Josu «no se llevaban bien», pero nadie se explica qué pudo ocurrir la mañana del jueves en el interior de ese pabellón del barrio rural de Olaberria, para que Recalde cogiese su escopeta de caza, disparase a su compañero en la cabeza y después se suicidara de un tiro también en la cabeza. La investigación de la Ertzaintza sigue abierta para determinar cuál fue la motivación del crimen.
«Josu decían que eran socios, pero no amigos. Estaban siempre a la gresca, siempre discutían por los negocios que tenían a medias», insisten sus allegados. Este promotor de la construcción de 53 años estaba casado y tenía dos hijas, y residía en el caserío Aranburu, cerca del lugar en el que perpetró el crimen. Su funeral se oficiará este lunes, a las siete de la tarde, en la Iglesia Parroquial de San Estaban de Oiartzun.
Ignacio tenía 47 años y vivía junto a su pareja y su hijo en el barrio de Lapitze. Su familia regentaba la carnicería Ábrego
Era aficionado a la caza y venía de pasar meses muy complicados, tras haber sufrido un grave accidente de moto el pasado otoño que le mantuvo ingresado mucho tiempo. El pasado jueves, 20 de abril, coincidió con Ignacio en uno de los pabellones que gestionaban, situado en el lado opuesto del parking de caravanas. Algo ocurrió entre ellos. Josu cogió su escopeta y disparó en la cabeza a su socio, causándole la muerte. Después se suicidó.
Josu Recalde tenía 53 años, estaba casado y tenía dos hijas. Vivía en el barrio de Olaberria y era aficionado a la caza
Al llegar al lugar del crimen los investigadores y los forenses ya estimaron como primera hipótesis el asesinato y posterior suicidio, que fue corroborada al día siguiente tras realizarse las autopsias. El cuerpo de Ignacio presentaba además otras lesiones cuya procedencia se investiga. Los cuerpos permanecen por el momento en las instalaciones del Instituto Vasco de Medicina Legal de Gipuzkoa, a la espera de ser entregados a las familias.
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