El ciclismo es un deporte de combate
Primoz Roglic gana su segunda Itzulia al descabalgar a Tadej Pogacar en un movimiento vibrante del Astana liderado por Alex Aranburu
El ciclismo es un deporte de combate y Alex Aranburu es Muhammad Ali. Vuela, pica y manda a la lona al que se pone por ... delante. Clase y contundencia. Fino estilista y duro fajador al mismo tiempo, el ezkiotarra del Astana ha hecho descarrilar al ganador del Tour de Francia en la bajada de Gorla y ha decido la Itzulia, una carrera en la que ha sido el mejor corredor, con permiso de Primoz Roglic (Jumbo), que se ha anotado su segundo triunfo final en la Itzulia gracias a una sensacional cabalgada en los últimos 50 kilómetros, en torno a Arrate.
Aranburu ha tenido el impacto sobre la carrera que tienen los grandes, capaces de condicionar el desarrollo de los acontecimientos más allá de su propio resultado individual. Porque el ezkiotarra fue el que ha repartido las cartas y dejado que los demás se jugaran la victoria, como si fuera un asunto menor. Puro placer estético, ser el mejor sin la vulgaridad de tener que contar segundos uno a uno a ver quién gana. Por el puro placer de llevar a Tadej a conocer el miedo.
Al cazar al ganador del Tour en la bajada de Gorla -de quitar el hipo, aunque no tanto como la de San Miguel la víspera-, Aranburu ha puesto la Itzulia en bandeja a Roglic. Que también hizo su parte... y de qué manera.
Enorme Primoz Roglic
El esloveno dio el salto al primer plano del ciclismo en Euskadi y las carreteras vascas vuelven a ser su jardín, su refugio. En 2017 ganó dos etapas de la Itzulia y no se llevó la general por un suspiro al ceder por muy poco en Arrate. Volvió un año después para ganar y el resto de la historia es conocida.
Roglic ha aprovechado el movimiento del Astana, que fue valiente rozando la temeridad para intentar colocar a Ion Izagirre en el podio. Al aislar a Pogacar, que se ha quejado de que un corredor del Ineos le ha dejado cortado, se ha convertido en la maniobra decisiva de la Itzulia y paradójicamente ha castigado el arrojo del conjunto kazajo, ya que la criba ha sido total y Ion Izagirre ha sido una de las víctimas. Pero la belleza del movimiento permanece.
Al acabar el descenso de Gorla, gracias a los movimientos de pizarra previos, el Astana ha podido acumular fuerzas, lo mismo que el Movistar, que ha parado a gente para tirar de Valverde. Todos los que iban por delante eran caballos de carreras, como Enric Mas. Ahí se ha abierto el hueco, entre Bergara y Soraluze.
En la subida, Roglic se ha llevado con él a David Gaudu (Groupama) y a Hugh Carthy (EF) y en la vuelta hasta Markina para regresar por Trabakua y Mallabia ha vuelto a mostrar su extraordinaria categoría. Se ha acoplado a la bici y ha tirado para adelante sin mirar atrás, sin sacar el codo, sin pedir relevos, a lo campeón. Muchos kilómetros después el inglés y el francés han pasado a colaborar.
Roglic ha estado enorme, una vez más. Un ciclista ejemplar, dentro y fuera de la carretera. Llegaba a la Itzulia de otra dura derrota. Se cayó en la última etapa de la París-Niza y perdió una carrera que tenía en el bolsillo. Lo primero que hizo, al igual que en el Tour, fue acudir a felicitar al ganador, en este caso Schachmann (Bora). Tras perder el Tour, ganó la Lieja-Bastogne-Lieja y la Vuelta a España. Tras perder la París-Niza, se ha anotado la Itzulia. Un corredor con unas cualidades para enseñar a los jóvenes aspirantes a ciclistas.
En la última subida, Roglic no ha tenido problemas para gestionar la ventaja. La ascensión ha resultado tranquila porque enseguida se ha quedado Carthy y el reparto con Gaudu -otro ganador de campanillas para el palmarés de esta Itzulia- estaba claro: etapa a Francia, general a Eslovenia.
Tadej Pogacar, gran campeón
El valor del triunfo de Roglic crece por la entidad de la resistencia que ha encontrado en Pogacar, que ha cometido un grave error en Elgeta pero se ha comportado como un gran campeón en la adversidad. Hasta que ha llegado a Euskadi, el vencedor del Tour había ganado las dos vueltas que había disputado esta temporada, el UAE Tour y la Tirreno-Adriático, con una etapa en ambas. También se va de la Itzulia con una etapa, la que se anotó en Ermualde.
Tras el primer paso por Arrate, solo al frente de un grupo en el que no iba a encontrar ninguna mano amiga, el líder del UAE ha sacado a relucir su condición de gran figura y ha comenzado su cabalgada detrás de Roglic sin pedir nada a nadie y sin esperar nada de nadie. Un corredorazo, un carácter ganador con todas las letras. Mantuvo la diferencia en el entorno del minuto todo el tiempo, sin más ayuda que sus privilegiadas piernas y su orgullo: un campeón no se rinde nunca.
Las claves de la sexta etapa de la Itzulia
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Decisivo: Aranburu rompió la carrera en la bajada de Gorla, donde se cortaron McNulty y Pogacar
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Palmarés: Roglic reedita su triunfo de 2018, tras el que dio el salto al primerísimo nivel mundial
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Rivalidad: El valor de la victoria crece por la entidad de la resistencia que ha encontrado en Pogacar
Pero, además de todo eso, Pogacar ha dejado un detalle glorioso. En la primera subida a Arrate, con el grupo de Roglic a una veintena de segundos, se ha quedado el líder de la carrera, su compañero McNulty. Y Pogacar, jugándose la Itzulia y con su gran rival a la vista, ha llamado al coche a preguntar si esperaba. Un gesto de gran campeón, del respeto que se debe al maillot amarillo, un gesto que le emparenta con la mejor tradición histórica del ciclismo, con esas imágenes de los tiempos heroicos, cuando a un líder caído le espera todo el equipo aunque en esa decisión se pierda todo. Pogacar estaba dispuesto a parar para honrar al maillot amarillo, en un momento en que la carrera seguía abierta. Un gesto que habla de esta generación de campeones. Por supuesto, Matxin, desde el coche, ha quitado esa idea de la cabeza al chaval y le mandó a hacer la guerra, pero el gesto ha sido emocionante.
La Itzulia del renacimiento
En la subida final, con todo perdido, no ha aflojado y tirado con determinación de un grupo donde solo había figuras (Adam Yates, Alejandro Valverde, Ion Izagirre, Mikel Landa, Pello Bilbao...), en una imagen que refuerza y realza aún más esta edición del renacimiento de la Itzulia. Tras la dolorosa suspensión de 2020, la carrera vasca ha vuelto y lo ha hecho a lo grande.
Y lo único que le faltaba es que el ganador de la etapa, David Gaudu, un chaval bretón de 24 años con el que sueña toda Francia, llega a la meta y lo primero que dice es que para él es un orgullo ganar en Arrate porque conoce la historia y la importancia de esta cima para el ciclismo vasco. Esta generación viene con todo, con talento y con respeto por su deporte, normal que levanten pasiones. Ganó en la misma cima que Poulidor (dos veces) y Anquetil (en una Vuelta a Kanpazar).
Roglic ha entrado en meta celebrando como nunca una victoria, él, un hombre frío como el hielo, agitando los brazos y con una sonrisa de lado a lado de la carretera. Muchos minutos más tarde, otro hombre entraba sonriendo. Él había desencadenado la escabechina. Una Itzulia que consagra a Alex Aranburu.
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