Un siglo de Donostia baja la persiana
El cierre de Ramón Hernández, que se concretará en mayo, marca un hito en el comercio. «El negocio va bien, pero estamos cansados y sin relevo generacional», dice el propietario de un establecimiento con 90 años de historia
MITXEL EZQUIAGA
Martes, 11 de enero 2011, 08:47
En este local compraron la actriz Bette Davis y el torero Domingo Ortega. De aquí se enviaban pañuelos a don Juan de Borbón a su residencia de Estoril y aquí se hacía las camisas Juan Carlos, hoy rey de España, cuando estudiaba en San Sebastián. «Y sobre todo, aquí hemos mantenido una clientela fija que nos ha permitido cumplir noventa años de plena actividad en un sector cada vez más complicado como el comercio», enfatiza Ramón Hernández.
Y lo dice con una mezcla de orgullo y emoción. Este hombre que hoy tiene ochenta años, sigue esquiando cuando puede y aún mantiene varias ideas profesionales en su cartera de proyectos, lleva meses envuelto en un laberinto de sensaciones. Ha decidido cerrar su local, un comercio emblemático que fue abierto por su padre en 1921 en la Avenida de la Libertad de San Sebastián, y la historia de su vida y familia desfilan entre los estantes. «Pero a la vez estoy tranquilo porque hemos hecho lo que debíamos hacer en el momento justo».
La decisión de cerrar se hizo pública la semana pasada. Ayer lunes los clientes llenaban el local, que estos días liquida su colección de invierno. En primavera se sacará a la venta la nueva colección de verano y en mayo, aproximadamente, se cerrará la persiana definitivamente. Con ese cierre se pondrá fin a un periodo de la historia de San Sebastián.
Y es que Ramón Hernández ha sido un comercio pero también un termómetro del último siglo de la ciudad. Abrió en 1921 bajo el nombre de 'Regen', y el periodista Gil Baré, en la revista El Globo, ensalzó entonces el valor de quienes abrían una aventura comercial así «en años en los que nadie confía en la pujanza de San Sebastián». En 1925 Ramón Hernández padre se hizo ya con el control total del establecimiento y le puso su nombre. La tienda estaba en la Avenida de la Libertad, pero no en su emplazamiento actual, al que se desplazó en 1941.
Por los estantes de esta tienda pasó la República, la posguerra, la Segunda Guerra Mundial, el franquismo y la transición hasta la democracia. «Hemos sobrevivido a siete u ocho crisis económicas mundiales», dice su propietario. Ramón Hernández vivió sus años felices cuando «los madrileños» del largo veraneo llenaban la caja en agosto, pero ha sabido mantenerse también en los nuevos tiempos, cuando agosto es la temporada baja y sus clientes compran en primavera o invierno.
¿Por qué cierra Ramón Hernández? «Porque todas las etapas tienen principio y fin», resume el responsable. «Mi esposa Cristina ha llevado el peso durante mucho tiempo, viajando hasta Alemania o Italia en busca de las mejores colecciones. Mi hija Marta ha estado al frente en los últimos años, pero ahora su salud le aconseja parar. Y mis otros hijos tienen su vida profesional encauzada hacia otras actividades. Así que lo más prudente era echar la persiana y pasar la página, aunque sea con dolor».
Quizás lo más prudente, pero no lo más fácil. Este Ramón Hernández que hoy tiene ochenta años ya venía a trabajar a la tienda, que entonces llevaba su padre con 14 años. A los 17 dejó la escuela y se integró en el negocio familiar... y hasta hoy. Pero durante el camino no sólo fue un próspero comerciante, sino un emprendedor incansable.
Cuando el local familiar recaló en su actual emplazamiento abanderó la reconstrucción del edificio y encargó la obra a Rafael Iturriaga, un arquitecto cuya obra se estudia hoy en las escuelas de arquitectura como ejemplo de su época. Hernández fue luego directivo de la Cámara de Comercio y de Adegi y fundador de Elkargi. Puso en marcha otro comercio en Madrid y a finales de los setenta, «cuando la crisis era gorda y apretaba de verdad», montó un negocio de importación de ropa que hoy encabeza su hija Cristina y surte a más de 1.500 clientes de España y Portugal.
Ayer los clientes llenaban el comercio, y muchos se acercaban hasta Ramón Hernández para abrazarle y desearle la mejor suerte en su nueva singladura, supuestamente más tranquila. «Nuestro comercio seguía en forma porque apostamos por la calidad y la personalidad, y eso nos has diferenciado de la competencia de las grandes cadenas», explica. Ramón Hernández piensa que el pequeño comercio sigue teniendo un hueco frente a las todopoderosas firmas multinacionales. «Lo que echo en falta es liderazgo para dar pujanza al comercio: a veces parece que hemos caído en el conformismo y que nos da igual que nuestras calles sean iguales a las de cualquier otra ciudad europea porque acogen la misma sucesión de firmas repetidas».
Su establecimiento liquida ahora la temporada de invierno, venderá luego la nueva temporada «y hacia mayo, «cuando se agoten las existencias», cerrará. La familia no piensa vender el local. «Lo alquilaremos, pero aún estamos tragando la decisión del cierre».