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Más allá del Tamagotchi

Domingo, 29 de noviembre 2020, 07:26

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Nos cuidarán los robots? Cambiemos de pregunta un momento. ¿Qué es cuidar? Si hablamos de 'atender' (facilitar ayuda para ir al baño, vestirnos, alimentarnos, desplazarnos...), la respuesta sería diferente que si pensamos que cuidar es también 'maximizar' la vida (preservar la identidad y autonomía) del otro, promocionarle, facilitar su proyecto personal. Claro que si entendemos que el cuidado es acompañar personas hasta donde ellas quieran llegar, o que cuidar es también ocuparse no solo del lavado y el vestido (atender), sino de las emociones y pensamientos de quien precisa nuestra ayuda, ciertamente la contestación podría ser distinta. La respuesta sería, de hecho, otra si cuidar es, además de 'atender', promocionar, velar por la autonomía, percibir lo que siente y piensa quien recibe el cuidado y respaldar su identidad. Una relación entre el que cuida y el que es cuidado. Una relación en la que la tan manoseada empatía (cuidar es adelantarnos a las necesidades del otro) juega un rol esencial, donde nos construimos mutuamente persona cuidada y cuidadora.

¿Nos cuidarán los robots? Si pensamos que el cuidado, además de ser algo feo y vergonzoso, es dar cuenta exclusivamente de cuestiones 'fisiológicas' y 'logísticas' -como piensan por cierto muchos ciudadanos fuera del mundo de los cuidados-, la respuesta es que las máquinas seguramente tendrán un papel fundamental. Si entendemos que el cuidado es una relación donde buscamos, además de 'atender', otro sinfín de cuestiones más imperceptibles pero esenciales, la respuesta sería que podrían tener un papel igualmente relevante aunque con un objetivo distinto: facilitar el cuidado, disminuir el esfuerzo físico (que aporta poco), liberar tiempo. Dejar a los profesionales y a las familias ocuparse de lo realmente importante. Lo menos obvio.

No está en juego la tecnología, ni la importancia de la tecnología en los cuidados, ni la necesidad de crear empresas y PIB asociados al cuidado, ni si los robots nos hablarán y les contestaremos, ni la I+D, ni… Lo que está en juego, si esto no lo hacemos bien, es la sociedad que queremos ser. ¿Queremos ser una sociedad de cuidados? Es decir, ¿una sociedad formada por sujetos interdependientes, compasivos, solidarios, que nos ocupamos los unos de los otros? ¿Estamos dispuestos a unir nuestro destino a la suerte de los demás? ¿O preferimos ser individuos aislados viviendo cada uno nuestra vida? ¿Aceptamos, a pesar de las complicaciones inherentes al caminar juntos, vivir así? Desde las respuestas a estas preguntas debemos orientar el futuro, y no al revés.

Leí en verano que vuelve el Tamagotchi, aquella especie de llavero con una pantalla de cristal y tres botones, mascota virtual con un éxito arrollador que cambió el comportamiento de muchas personas. El Tamagotchi era un animalito que tenía hambre, comía, dormía, lloraba, enfermaba, podía morir (también resucitar); era alguien que exigía ser cuidado a todas horas, porque su vida dependía de nuestros cuidados. Retorna ahora con la posibilidad de viajar, casarse, celebrar cumpleaños, con hotel (así podemos descansar del cuidado constante), por supuesto con conexión a internet y al móvil y con aderezos tecnológicos varios. El Tamagotchi creaba una enorme dependencia porque nadie quiere dejar morir a un pobre animalito, y nos enseñaba -creo que era Boff quien lo decía- dos cosas: la terrible soledad en la que nos encontramos para tener que establecer una relación así con un llavero; pero también hacía aflorar algo que todos llevamos dentro, una de nuestras esencias más genuinas: el cuidado del otro.

Imagino que los robots tendrán una fuerte presencia en nuestra vida y nuestros cuidados. Simplemente espero que sirvan tanto para fomentar una sociedad más cuidadora, como para dar salida a ese atributo tan humano de la necesidad de cuidar de los otros.

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