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Los jóvenes vascos encaran la pospandemia en un momento de transición en el que el renovado optimismo que se presupone a este nuevo ciclo vital ... tras dos años de privaciones y restricciones sucede a una etapa en la que la sexta ola llevó su insatisfacción y pesimismo a su nivel máximo de los últimos años. Una frustración que, en este caso, no estaba tanto relacionada con el ámbito laboral –como sucedió durante la crisis financiera de 2008– como con aspectos más puramente personales y sentimentales. Ahora, el desencanto tenía más que ver con los condicionantes sociales (relaciones personales, afectivas, ocio...), de salud y psicológicos que ha dejado el Covid.
Así queda reflejado en la encuesta sobre expectativas juveniles 'Aurrera Begira' que desde 2013 elabora anualmente el Observatorio Vasco de la Juventud. El informe de 2021, realizado tras encuestar a 4.356 jóvenes de 15 a 29 años entre el 15 y 20 de diciembre, no deja lugar a la duda de que la crisis sanitaria, los confinamientos y las restricciones han hecho mella en la juventud vasca. Como muestra, dos de sus indicadores clave, el índice de satisfacción personal y el de confianza en el futuro, estaban en diciembre en los niveles más bajos de las nueve ediciones del estudio.
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El primero retrocede por sexto año consecutivo y cae hasta el 73 en una escala de 0 a 100 en la que los encuestados puntúan su nivel de satisfacción general con la vida que llevan y el entorno que les rodea. Siendo cierto que no es una puntuación baja, es la menor de toda la serie. En 2015 alcanzó su máximo en 81; en 2019, antes de la pandemia, había retrocedido ya a 78 y en 2020 había caído con fuerza a 74. En 2013, en la última fase de la crisis financiera, estaba en 80.
Lo mismo sucede con las expectativas futuras. Tras tocar techo en 2017 con 75 puntos, este indicador cae sin tregua. En 2019 estaba en 69, y la pandemia ha acelerado el pesimismo a 63 en 2020 y 61 en diciembre pasado. Hace nueve años estaba en 64.
Bajando al detalle de las cuestiones que más frustran a los adolescentes y jóvenes vascos, destacan la escasez de dinero, la situación laboral y el tiempo libre. Son los aspectos vitales en los que más distancia hay entre la importancia que los encuestados conceden y su nivel de satisfacción en esa faceta concreta. Así, el dinero disponible recibe una importancia de 80 puntos sobre 100, en tanto que la complacencia con la situación particular de cada uno se queda en 60. Veinte puntos de diferencia.
En el caso de la actualidad y expectativas laborales, alcanza 64 puntos de satisfacción cuando se le conceden 83 de importancia (-19); y en el del disfrute del ocio, son 70 y 83 (-13). En cualquier caso, no son estos los aspectos vitales más importantes para la juventud vasca. A la cabeza se sitúan la salud (91), la familia (89), las amistades (84) y los estudios (84). Tampoco ninguno de ellos está plenamente cubierto, pero presentan decalajes inferiores a los anteriores al obtener niveles de satisfacción de 82 (-9), 85 (-4), 79 (-5) y 77 (-7), respectivamente.
El mayor pesimismo general contrasta con la percepción optimista que la juventud tiene del mercado laboral. Entre los que tienen un empleo, menos de un tercio (31%) ve riesgo de perderlo este año, y apenas uno de cada diez (11%) teme ver empeoradas sus condiciones laborales. Son porcentajes inferiores a los de 2020, en plena pandemia (34% y 14%) y aunque son superiores a los de antes de la crisis sanitaria (27% y 7% en 2019), están bastante alejados de los de 2013, cuando aún coleaban las secuelas de la crisis de 2008 (39% y 18%).
También mejora respecto a la crisis anterior la expectiva de encontrar trabajo entre los jóvenes en paro. En 2013 confiaban en ocuparse en menos de un año el 54%, en tanto que ahora son el 62%. Esta cifra, no obstante, se desplomó con la llegada de la pandemia. En 2019 estaban seguros el 92% de los jóvenes, y el coronavirus hundió ese porcentaje al 64% un año después.
Las buenas perspectivas laborales se extienden a la confianza en encontrar un empleo acorde a la formación. Tres de cada cuatro vascos menores de 30 años (74%) así lo contempla. Es el segundo mejor dato tras el 76% que se alcanzó en 2020 y 2018 y que constituyen los años más optimistas en este epígrafe. En 2013, tenía esta esperanza menos de la mitad de la juventud, apenas el 46%.
Así las cosas, y a diferencia de la generación anterior, son pocos los que creen que para trabajar deberán emigrar a otro país sin desearlo. Apenas el 8%, el dato más bajo de la serie igualando las cifras prepandemia (2019 y 2018) y la mitad que en 2013.
Un aspecto que se mantiene apenas invariable es la expectativa de emancipación. En una comunidad con los precios de la vivienda más caros del Estado, aparece de forma recurrente como uno de los mayores problemas de la juventud. En diciembre, el 42% de los jóvenes que desearían independizarse de sus padres este año creen que no podrán hacerlo. Son apenas dos puntos más que en prepandemia (40% en 2019) y siete menos que el tope del 49% que se alcanzó en 2018. En 2013 eran el 45%.
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