Mírame. Regálame tu atención. Haz que nuestras miradas conecten por un instante. Deja que me sonrían tus ojos, que discrepen tus cejas fruncidas, que tus ... pupilas entornadas reflejen sus dudas. Hola, ¿me escuchas?, ¿me oyes?, ¿estás ahí? No hace falta que respondas, tan sólo mírame. Que tus iris delaten lo que no expresan las palabras. Mírame a los ojos como si fueran destellos de cristal líquido. Mírame como miras a instagram.
Seducir es atraer la mirada del otro. La atención es el regalo más raro, el más deseado, que puedes recibir en la era del entretenimiento, en esta época en que queda poco tiempo para repartir entre una oferta inagotable de estímulos visuales. Seducir supone competir con el poder hipnótico de una pantalla iluminada y yo no guardo en la chistera nada tan atractivo como para rivalizar con la última pirueta digital. Pero aún así, mírame. Recuperemos esa forma íntima de decir me importas, me interesas, mereces mi atención. Escúchame con los ojos porque, de lo contrario, me sentiré invisible.
En estos tiempos multitarea defiendo que nadie pueda hacer dos cosas a la vez. No se puede mantener un diálogo prolongado y opinar, aprender, disentir, seducir, confesar, consolar, explicar, describir algo a quien está en otro lugar, en otro idioma, en otra fiesta, en otra conversación.
Recuperemos el placer de conversar. Porque estoy convencido de que se está desarrollando algo apasionante ahí afuera pero, ahora mismo, yo estoy aquí. Delante de ti. Mirándote.
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