¿Cómo se elige al nuevo Papa? Votación secreta a puerta cerrada y bajo llave
El cónclave, uno de los ritos católicos más mediáticos, se remonta a los orígenes de la Iglesia Católica
T. N.
Lunes, 21 de abril 2025, 12:59
El cónclave, uno de los ritos católicos más mediáticos, se remonta a los orígenes de la Iglesia Católica. Llegados de todo el mundo, los cardenales se reúnen bajo llave en la Capilla Sixtina para elegir entre ellos al próximo líder de la Iglesia, considerado el sucesor de San Pedro y representante de Dios en la Tierra.
Cuando el Papa fallece, el camarlengo -el administrador de la Santa Sede designado por el pontífice- certifica su muerte y sella la habitación papal. Se destruye entonces el Anillo del Pescador, una joya grabada con un sello que porta la imagen de San Pedro- y se declara el periodo conocido como Sede Vacante.
Posteriormente, cuando el mundo ya ha sido informado, se organizan los funerales del Papa. Con la Iglesia Católica todavía de luto, comienzan los preparativos del cónclave, que arrancará entre 15 y 20 días tras la muerte de Bergoglio: todos los cardenales menores de 80 años son convocados a Roma para participar en la elección del nuevo pontífice. Como novedad en esta ocasión, y tras el cambio legal llevado a cabo en el mandato de Benedicto XVI, una vez estén los 136 cardenales con derecho a voto en Roma podrá comenzar el cónclave. No habrá necesidad de llegar a los 15 días.
Reunidos en la Capilla Sixtina, tiene lugar un procedimiento cargado de simbolismos: los cardenales son encerrados bajo llave -de hecho, cónclave viene del latín cum clave, bajo llave- y nadie puede entrar ni salir durante las votaciones.
Los purpurados no están encerrados todo el tiempo en la Capilla Sixtina: se realizan dos votaciones por la mañana y dos por la tarde, pero los cardenales comen, cenan y descansan en la Casa de Santa Marta, una residencia adyacente a la Basílica de San Pedro, en el interior de la Ciudad del Vaticano.
Durante todo el proceso, eso sí, los cardenales están aislados del resto del mundo: para evitar influencias externas, no pueden tener acceso a medios de comunicación o internet, ni tampoco a teléfonos móviles. El nuevo Papa saldrá escogido por una mayoría de dos tercios.
El cónclave más largo
Cuando los cardenales se reúnan en las próximas semanas para elegir al sucesor de Francisco nadie duda de que las deliberaciones serán rápidas: desde comienzos del siglo XX ningún cónclave ha durado más de cuatro días. Pero no siempre ha sido así. Hubo un tiempo en el que los fieles tenían que esperar meses, incluso años, para conocer los designios del Espíritu Santo.
El récord lo tiene el que acabó con la elección de Gregorio X: 34 meses, casi tres años. La silla de Pedro quedó tanto tiempo vacía que se tomaron medidas tan drásticas como el encierro de los cardenales en la sala de deliberaciones o el racionamiento de los alimentos de los purpurados. Tanto se prolongó el cónclave, que durante el proceso fallecieron tres cardenales.
En noviembre de 1268 el Papa Clemente IV falleció en la ciudad de Viterbo (Italia). Los 19 cardenales se reunieron en cónclave en la catedral de la misma ciudad donde había fallecido el Pontífice. En aquella época, los purpurados gozaban de una mayor libertad durante el proceso. Salían y entraban del recinto religioso cuando querían. Se celebraba una votación diaria y si no había acuerdo regresaban a sus aposentos de la ciudad.
Los cardenales estaban divididos en dos grandes facciones. Por un lado los partidarios del Rey de Nápoles y Sicilia, Carlos de Anjou (que representaba los intereses de Francia), y por otro el grupo de los italianos. Una vez más se desató una soterrada guerra de poder en la cúpula de la Iglesia. Estrategias, pactos y traiciones.
Para acelerar el proceso, los cardenales fueron recluidos en el Palacio Papal de Viterbo, donde permanecieron incomunicados. Era el primer aviso, pero la medida resultó insuficiente y el 'habemus papam' se resistía. Entonces, los magistrados de la ciudad decidieron aumentar la presión sobre los purpurados y racionaron los alimentos. También se retiró parte del techo del palacio para que las inclemencias del tiempo apremiaran a los cardenales.
En septiembre de 1271 la situación ya era insostenible. Felipe III de Francia obligó a los purpurados a designar un reducido comité formado solo por seis de los cardenales electores para designar un candidato de consenso. Con la amenaza de Francia ya sobre sus cabezas y el riesgo a posibles cismas, el comité eligió a Tebaldo Visconti como máximo pontífice.
Visconti no era sacerdote, sino diácono y además se encontraba en Tierra Santa, concretamente en Acre como legado papal. Cuando fue informado emprendió el camino a Roma, donde fue ordenado sacerdote y posteriormente obispo, requisito imprescindible para ser Papa. Finalmente, el 27 de marzo de 1272 adoptó el nombre de Gregorio X para ejercer su pontificado.
Fumata blanca o negra
Por otra parte, la quema de las papeletas que usan los cardenales para elegir al nuevo Papa, o fumata, es la forma de informar al mundo de lo que realmente ha ocurrido entre de los muros de la Capilla Sixtina durante el cónclave. Para que el humo se haga visible, se instalan en el edificio una estufa y una chimenea provisionales antes de que comience el cónclave. No está del todo claro cuándo comenzaron a quemarse las papeletas, pero el humo blanco que anuncia la elección de un nuevo Pontífice no es especialmente antigua: se remonta a finales del siglo XIX o principios del XX. En cambio, las papeletas de las votaciones fallidas -cuando ningún candidato ha recibido más de dos tercios de los apoyos-, al darse fuego, emiten humo negro.
Hasta 2005, el Vaticano añadía a las papeletas materiales naturales como paja húmeda para el blanco y brea alquitranada para el negro. En 2013 los cambiaron por productos: una mezcla de clorato potásico, lactosa y resina de conífera para el blanco, y perclorato potásico, antraceno y azufre para el negro.
En 2013, apenas unas horas antes de que el humo blanco saliera del Vaticano, una solitaria gaviota del mismo color se posó en lo alto de la chimenea. Los observadores lo interpretaron como una señal esperanzadora de que la espera de un nuevo Papa estaba a punto de terminar. Y estaban en lo cierto. El cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio (el actual papa Francisco) había sido elegido para el cargo por sus pares.