Los invisibles que hacen posible la fiesta
Más de treinta voluntarios colaboran todos los años con Donostia Festak para asegurar el buen desarrollo de Semana Grande
ana chueca
Sábado, 17 de agosto 2019, 07:23
En los concursos gastronómicos comprobando que todos los fuegos funcionan bien y al gusto de los chefs amateur. En la travesía a nado por La ... Concha cerciorándose de que todos los corredores tienen su dorsal bien colocado. Y también en la verbena del quiosco del Boulevard atendiendo a los músicos... No suelen aparecer en la tele ni llaman la atención de los focos. Pero los voluntarios que colaboran con Donostia Festak siempre están ahí ayudando a la organización.
Repartir bebidas entre los participantes de las carreras, entregar los programas de fiestas, acoger a las decenas de grupos y músicos que llegan a la ciudad, colocar las vallas que delimitan las zonas de seguridad… En general, que todo marche según lo previsto y que no haya ningún inconveniente que no se pueda solucionar con un poco de buen hacer y ganas por que todo salga bien. Esa es la función de los voluntarios de Semana Grande. Por amor al arte, o más bien, por amor a la ciudad, a la fiesta y a la cultura pasan los siete días de fiesta, según se lo permita su trabajo y responsabilidades diarias, ayudando a los demás.
«Los invisibles que hacen posible el desarrollo normal de la fiesta, las joyas de la corona de la Semana Grande», en palabras del concejal de Cultura Jon Insausti, estos «son los más de 30 voluntarios». Ángel Arnedo, uno de los más veteranos, y Zulai Zabalegui, con 12 años la más joven, forman parte de este equipo que también colabora en el resto de festivales de la ciudad, carnavales y Olentzero.
Es el segunda vez que Zulai ayuda como voluntaria en Semana Grande. Decidió sumarse al equipo porque su madre, su padre y su tía también son voluntarias, pero sobre todo porque «le gusta mucho esto de ayudar a los demás». «Es la más joven y nos da mil vueltas a todos», corrobora su compañero Ángel, «se involucra mucho y lo hace transmitiendo su alegría a todos».
Lo mejor de ayudar en la organización de los distintos actos y estar detrás para que todo funcione correctamente es la satisfacción de «comprobar lo bien que ha salido todo después de cada acto y que no haya habido ningún problema», afirma Ángel. «Siempre surgen problemillas de última hora», admite, «pero las piedras que van saliendo en el camino las vamos apartando sobre la marcha».
Ninguno de los voluntarios ve su labor como una obligación, sino como una diversión. «No nos perdemos las fiestas, las vivimos de otra manera», insiste Zulai. Y esto gracias a que su labor va mucho más allá de repartir agua a los músicos de las txarangas o a los gigantes para que puedan hidratarse. Como explica Ángel «es todo lo que pasa, antes, durante y después del acto» en el que colaboran. Como el otro día, cuando Zulai estaba, como de forma habitual. ayudando en el quiosco del Boulevard. «Había una señora de 84 años bailando sola detrás del quiosco, me agarró del pañuelo y se puso a bailar conmigo», cuenta la joven. «Yo la seguía a ella, porque el pasodoble no tengo ni idea como se baila. Al final la gente terminó haciéndonos un corro y aplaudiendo mientras bailábamos», describe la estampa divertida. En estos voluntarios las ganas de ayudar van aparejadas con las ganas de pasarlo bien y animar la fiesta, y Zulai no pierde ocasión. «El día de la Holi Fest, mientras preparábamos las cosas, vi la alcachofa de uno de los micrófonos que usan los de ETB. Lo cogí, lo puse en una botella de plástico y me puse a entrevistar a la gente. Fue muy divertido», relata.
Ángel, después de los veinte años que lleva colaborando como miembro de la comparsa Trumoia, también guarda anécdotas en el bolsillo. «Una señora de Irun, a la que todos los años le damos el programa de Semana Grande, nos regaló una medalla de la virgen de Lourdes bendecida». La lleva colgando del llavero.
Los voluntarios no se contentan con ayudar y realizar la labor que se necesita en cada caso. Los dos siempre tienen nuevas ideas que proponer y mejoras que realizar. «Somos como una esponja. Recogemos todo lo que nos transmite la gente con la que estamos en la calle y se lo pasamos a la organización». Al fin y al cabo, ellos son la cara visible de Semana Grande. Por mucho que su trabajo y esfuerzo pase desapercibido, sin ellos no sería posible el desarrollo de la fiesta.
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