El masajista donostiarra niega las agresiones sexuales en los masajes «normales» que le «pedían» las menores
La Fiscalía y las acusaciones mantienen su petición de 45 años de cárcel y la defensa, su absolución
«Supongo». «No». «No lo recuerdo». «Exacto». «Lo desconozco». Estas han sido las respuestas más habituales en la declaración que el masajista donostiarra acusado de ... agresión sexual a tres menores ha formulado este jueves en la Audiencia Provincial de Gipuzkoa. Y ante la evidencia de los mensajes que las denunciantes supuestamente se intercambiaban con él, ha señalado que serían obra de su hijo, amigo o conocido de ellas. A preguntas de la fiscal y los abogados que representan a las tres acusaciones particulares, el procesado, que se expone a penas que suman 45 años de prisión, se ha mostrado escueto, evasivo, contradictorio y a ratos exasperante. Tanto, que tras más de una hora de una comparecencia que ha comenzado pasadas las 13.00 horas, el presidente del tribunal de la Sección Primera ha ordenado un receso de diez minutos y a la vuelta, en una sala con el ambiente ya algo cargado, ha sugerido al resto de magistrados, fiscal y letrados que se desprendieran de las togas para quedarse en mangas de camisa. Las acusaciones, sin duda, habían tenido que arremangarse para tratar de encontrar algo de luz en el interrogatorio.
La segunda parte de la exposición del encausado, reservada para las preguntas de la defensa, apenas ha llegado a los ocho minutos. En ellos, ha sostenido que «siempre» dio las refriegas a las chicas «de dos en dos» ya fuera en su casa o en su consulta, nunca a solas «para que hubiera testigos por si acaso», aunque sabía que el protocolo exige la presencia de un adulto. En cualquier caso, no tocó los pechos de las menores, «solo el contorno», y que tampoco manoseó ni prospeccionó la parte íntima de las chavalas porque su camilla tiene una anchura «de 50 minutos» y, por tanto, ellas debían mantener las piernas cerradas porque si las hubieran abierto «se quedarían colgando».
Así ha acabado el investigado su relato, colofón de una larga mañana que ha tenido otro momento surrealista con la nueva incomparecencia de un testigo: un amigo de una de las víctimas, que supuestamente envió mensajes amenazantes al masajista y al mayor de sus dos hijos biológicos, cuando la chica le contó el masaje íntimo que le habría dado el investigado. El joven, que no se personó el martes, firmó el miércoles la notificación de su nueva citación para este jueves, pero tampoco ha cumplido con su obligación, lo que podría tener consecuencias legales. Ni estaba en su casa cuando ha ido a buscarle la Ertzaintza ni tampoco ha descolgado el teléfono durante las dos horas en las que se ha suspendido la vista para tratar de dar con él.
La vista ha finalizado pasadas las 14.30 horas, sin tiempo para que las partes presentaran sus informes finales, un trámite procesal que ha sido pospuesto hasta el viernes. Sí han podido por cada una de las partes elevar a definitivas sus conclusiones iniciales, momento en el que una letrada ha solicitado la reproducción ante el tribunal de varios mensajes de audio. Entre ellos, uno que el hijo del procesado le dirigía a una de las denunciantes: «Él no te metió los dedos adrede, no te los metió por placer».
Por su parte, la defensa ha solicitado que, en caso de que el masajista sea encontrado culpable, se le aplique subsidiariamente el artículo 181.1 del código penal vigente en el momento de los hechos, antes de la ley del 'solo sí es sí', que penaliza el abuso sexual con penas significativamente inferiores a los 15 años de cárcel que piden las acusaciones por cada una de las agresiones sexuales. 15 años en total.
A instancias de la fiscal, el acusado ha venido a decir que realizó masajes a las jóvenes de manera gratuita porque formaban parte de la cuadrilla de «9 o 10» amigos y amigas que integraban también su hijo y su hijastra, y eran ellas las que se lo «pedían» y él solo pretendía «ayudarles»: a una, porque era amiga de su hijastra y tenía «problemas con su familia» y «muchas veces venía a nuestra casa llorando»; a otra porque era hija de una clienta a la que dio un masaje que «le tocó en un sorteo»; y a la tercera, porque su hijo «tenía sentimientos hacia ella» y le quería «echar una mano».
A la primera –a la que una vez le compró ropa y en otra ocasión su pareja le obsequió con un juguete sexual– la masajeó en tres ocasiones, y a las otras dos, una vez. A partir de ahí, lo ha negado casi todo. Según él, no se comunicaba con ellas ni por WhatsApp ni por Instagram. Cuando le han recordado la existencia de los mensajes aportados por dos de las denunciantes, ha «imaginado» que era su hijo el que escribía. Ha asegurado que nunca ha visto esos mensajes salvo alguno «por encima». Y sobre el que su hijo envió a una menor diciéndole que el masaje que recibió era normal, se ha limitado a responder «lo desconozco».
A partir de ahí, las tres acusaciones han enfocado su interrogatorio a tratar de demostrar que el número de teléfono con el que las menores se comunicaban con él era suyo, al igual que las redes sociales. Pero ha insistido en que cuando se divorció, su hijo y él adhirieron dos líneas de teléfono a la línea de su hermano. Un número, por cierto, que él mismo proporcionó cuando fue interrogado en comisaría y en el juzgado, pero hoy «no» lo recordaba. Le han cuestionado por varios mensajes concretos que daban a entender que quien los escribía era quien había dado masaje a las chicas, algún mensaje pasadas las 23.30 de la noche. Pero, de nuevo, no ha podido recordar o saber algo.
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