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No quitéis la exposición! Es la mejor clase de historia de San Sebastián que se pueda nadie imaginar», escribió alguien en el libro de comentarios del museo San Telmo tras visitar la muestra 'Recuerdo de San Sebastián' que hasta el domingo pasado 26 de enero ... ha exhibido 180 fotografías realizadas por la familia Galarza en la primera mitad del siglo XX. En tres meses, la han visitado 25.441 personas y el libro con las imágenes de la colección ya va por la tercera edición. El museo San Telmo ha aumentado su número de socios porque muchos donostiarras quisieron repasar las fotografías durante varios días y su nuevo carné les permitía entrar las veces que quisieran. Los comisarios de la exposición, Lola Horcajo Calixto y Juan José Fernández Beobide, que han estado día sí y día también en la muestra realizando visitas guiadas, han compartido con DV anécdotas que les contaron muchos visitantes al recordar a familiares, casas o lugares de la ciudad que fueron espacio vital o emocional de su infancia.
La exposición mostró una selección representativa del fondo fotográfico de la familia Galarza, compuesto por 3.000 documentos y adquirido por el museo San Telmo en 2001. Los fotógrafos Gregorio González Galarza (1869-1948) y su hijo Carmelo González Campano (1895-1959) dedicaron buena parte de su labor profesional a la edición de tarjetas postales. Los Galarza supieron captar no solo la ciudad de la Belle Epoque que atraía a los visitantes sino que documentaron la impresionante transformación urbanística de San Sebastián a partir del derribo de las murallas.
Los comisarios de la exposición, a diferencia de la muestra que organizaron en 2022 en el Koldo Mitxelena con imágenes del siglo XIX de la colección Brunet, se han visto sorprendidos, y se declaran inmensamente agradecidos, por las aportaciones recibidas de muchos visitantes de la muestra. «La gente salía emocionada de San Telmo. Al ser imágenes del siglo XX la exposición ha tenido un carácter entrañable porque ha sacado los recuerdos de mucha gente que aún vive, algo que no podía pasar con la muestra del anterior siglo», explica Horcajo. Esta pareja de historiadores, aunque ha realizado muchas visitas guiadas personalizadas para «personas o entidades que nos las pedían», ha recibido un 'feed back' impagable. «En algunas imágenes nos faltaba saber qué caserío o de qué zona se trataba y han sido los propios visitantes quienes nos han dado estos detalles», explican.
Una de las fotografías más espectaculares de la exposición es una imagen de 1907 en la que se muestra cómo lo que hoy llamamos Amara era una marisma al estar el Urumea sin encauzar. El agua llegaba hasta las vías del tren del paseo de Errondo. Y allí, en medio del agua, aparece el caserío Santiago, que «se convirtió en un merendero donde había que llegar en barca para pasar la tarde». Fernández Beobide nos recuerda que hace poco más de un siglo el río llegaba «hasta una esquina de la hoy plaza de Gipuzkoa y hasta la calle Easo» y explica que «las piedras con las que se hizo la iglesia del Buen Pastor había que llevarlas hasta allí en barca». Entre 1928 y 1947 se fueron rellenando los terrenos, antes ocupados por el río, de lo que hoy conocemos como Amara. El caserío Santiago que vemos rodeado de agua es la hoy calle Catalina Erauso. «Amara fue una zona muy tranquila durante décadas», les comentó un visitante de la exposición, «lo único que se oían de vez en cuando disparos». Y es que en aquellas marismas «muchos iban a cazar patos».
También han ido a la muestra muchos deportistas que se han ejercitado durante décadas en la vieja ciudad deportiva de Anoeta, con su campo de rugby con anillo atlético, sus piscinas descubiertas y su campo de fútbol de gravilla. Hubo incluso visitantes de la muestra que participaron el 20 de enero de 1966 en la tamborrada que inauguró la fuente de Pío XII «y gente que recuerda los jardines semihundidos que había antes en este lugar» y que también fueron fotografiados por los Galarza.
Las personas que aún viven en el Muelle «nos han contado cómo vivían en esas casas minúsculas que no tenían dónde lavar la ropa» y cómo acudían, a finales de los años 50, a una vivienda que se convertía en «una ikastola clandestina». «Una mujer nos dijo que su abuelo Joxe Landa Bengoa se quedó con el mote 'Moilan Draga' porque se sumergía hasta el fondo para coger los trozos de carbón que se caían de los barcos para alimentar el fuego de su casa». También visitó la muestra la tataranieta de León Vaqueriza, uno de los arrantzales retratado por los Galartza que se hizo con el popular barco 'Guillermita'.
Familias que han vivido en el barrio de Gros tampoco se han querido perder la exposición. Blanca, una amiga de la comisaria, encontró «a sus abuelos» en una de las fotografías, dado que están asomados en el balcón de su casa, en la hoy plaza Vasconia, en la que se ve al fondo la plaza de toros del Chofre. La propia Lola Horcajo especula sobre si «una mujer que aparece en un balcón del edificio de Morales de los Ríos, en la esquina de Miracruz con la calle Glori es mi bisabuela Juana Echepare». En este singular edificio, hoy transformado en una polémica construcción de nueva factura, vivió también su abuelo Domingo.
Una de las anécdotas más curiosas fue la que les relató una mujer sobre su abuela, Dolores Michelena, quien les contó en su día que, montada en la barquilla del transbordador de Ulia, que aparece en una de las fotos, «notaba cómo le caían sobre su sombrero de plumas las gotas de grasa del engranaje» que movía aquel revolucionario modo de transporte. También salieron en las conversaciones con las personas que visitaron la exposición recuerdos de gente que «iba a patinar o a jugar a baloncesto» en el antiguo Gran Kursaal, derribado en 1973, cuyo inmenso hall de entrada se utilizó para todo tipo de actividades deportivas.
No menos sorprendente fue que algunos visitantes de la exposición revelasen a los comisarios datos que estos desconocían. Por ejemplo, en la fotografía titulada 'La bilera de Loiola', donde se ve a una familia bailando al son del txistu y el tamboril, aparece el caserío Capastegui de la familia Garmendia y la otra casa es el caserío Plazaburu, topónimo que hoy da nombre a esta calle del barrio de Loiola. Los comisarios también tenían dudas sobre la zona retratada por una de las fotografías de los Galarza y Altzako Historia Mintegia les confirmó que se trataba del caserío Bolagilene de Martutene.
Las fotografías de la playa y del paseo de La Concha son un clásico de las postales de los Galarza, que no solo retrataron a la alta sociedad de la época sino también a los 'currelas' de entonces. Existían los trabajos de «caseteras y bañeras». Las primeras se encargaban del mantenimiento y la limpieza de las casetas. «Hablamos en la exposición con Elena Galdona, nieta de una casetera a la que llamaba 'amona txanpona' porque vivía en el caserío Txanponene. En invierno, nos dijo, vendía pescado en el muelle y en verano era casetera». Las bañeras eran «mujeres fornidas y que debían saber nadar». Su trabajo era servir de ayuda en los baños de mar a las mujeres. Las normas les impedían dormir por la noche en las casetas de la playa.
La directora del mueso San Telmo, Susana Soto, hizo una valoración «enormemente positiva» de la exposición de imágenes del Fondo Galarza «porque ha interesado a la ciudadanía en general, que se ha reencontrado con la ciudad y con su historia, y también a profesionales de distintos ámbitos relacionados con el urbanismo, la transformación social y modos de vida e incluso la moda». El éxito de la muestra «demuestra la importancia que tiene conservar el patrimonio, ya que este fondo, adquirido en 2001 y sobre el que se ha trabajado e investigado, nos permite ahora difundir un valioso conocimiento».
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