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Imágenes de Mata Hari y Bolo Pachá

Donostia, un hormiguero de espías

La popular Mata Hari y el menos conocido Bolo Pachá acabaron en el paredón tras su paso por San Sebastián

Lara Ochoa

Lunes, 5 de diciembre 2016, 17:51

Los buenos espías son aquellos de los que no se sabe nada o casi nada. Decenas y decenas de sombras que se mueven a sus anchas al amparo de su anonimato. Hace cien años, este hormiguero de rostros formó parte de las redes de espionaje tejidas durante la Primera Guerra Mundial y tuvo en San Sebastián uno de sus puntos clave de abastecimiento de información. Una exposición promovida por la Asociación de Historiadores de Gipuzkoa recupera en la Casa de Cultura de Aiete la huella que el espionaje dejó en Donostia durante la Gran Guerra con dos nombres propios: la popular Mata Hari y Bolo Pachá. «La realidad es que ambos fueron malos espías porque se dejaron ver, se dejaron conocer y se pusieron ellos mismos en la posición de chivos expiatorios», explica el historiador y comisario de la muestra Carlos Rilova.

La erótica bailarina que se convirtió en espía

  • MATA HARI

  • Margaretha Geertruida Zelle, conocida popularmente como Mata Hari,  nació en Holanda en 1876. Se casó joven con un militar que fue destinado a Java. Las danzas aprendidas durante su estancia allí le sirvieron para destacar como exótica bailarina. Es posible que se convirtiera en Mata Hari al recibir una oferta de la oficina de contraespionaje británica. Se cree que utilizó sus encantos para seducir a militares de alto rango y obtener de ellos información que luego pasaba, siempre según las tesis de los servicios secretos franceses, a los alemanes, haciendo un doble juego.

  • Fue condenada a juicio sumarísmo por espionaje el 15 de octubre de 1917. Fue detenida el 13 de febrero en París prácticamente recién llegada de San Sebastián, donde se había alojado en el Hotel Londres. La habitación 322 recuerda su presencia con un recorte de prensa de la época y con una copia de la partida de nacimiento enmarcadas en la pared de dicha habitación.

  • La leyenda dice que se desnudó ante el pelotón de fusilamiento, en un intento de evitar la ejecución o al menos de poner de manifiesto por última vez su belleza. La leyenda cuenta también que a los soldados les tuvieron que tapar los ojos. Su cuerpo fue donado a la Facultad de Medicina para que los estudiantes practicaran con él.

'El espionaje en Donostia durante la I Guerra Mundial' es el título de esta exposición que busca «profundizar en la implicación de Donostia en la Gran Guerra a través de la red de espionaje». El hecho de ser territorio neutral permitió a los agentes tanto del bando aliado como de los imperios centrales moverse como pez en el agua en una ciudad que aún disfrutaba -aunque no por mucho tiempo- de los lujos y comodidades de la Belle Époque. Esto, unido a su situación geográfica y su avanzada estructura industrial, convirtió a la capital guipuzcoana el lugar ideal para el trabajo de estos espías. Mata Hari paseó sus encantos por el Hotel de Londres y el Casino donostiarra. Bolo Pachá se citó aquí con el Conde de Romanones y era frecuente verle paseando por la ciudad y codeándose con los personajes ilustres de la época.

Rilova explica que «resulta difícil calibrar qué cantidad y calidad de información habían sacado de sus intrigas donostiarras» estos dos personajes. «Probablemente muchos menos que la que sacaron espías menos conocidos, pero más eficaces», apostilla el historiador, inmerso en una investigación que verá la luz próximamente y en la que pretende desenmascarar a algunos de estos espías anónimos entre los que encontramos a criados, botones o panaderos.

Tanto Mata Hari como Bolo Pachá fueron detenidos por las autoridades francesas acusados de espiar para Alemania poco después de su paso por la capital guipuzcoana. Ambos compartieron también el mismo final ante un pelotón de fusilamiento.

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