Un Ferrari de 1,6 millones

La Real Sociedad va a culminar una de las mejores temporadas de su historia, con un título y una nueva clasificación europea. Un triunfo más le abrirá las puertas de la Europa League, con la que tiene una cuenta pendiente tras la eliminación de este año. Pero este éxito lo ha conseguido alejada de su gente. Recuperar la cercanía con el pueblo blanquiazul es el próximo reto. Un reto, por cierto, que no se plantea solo por motivo de la pandemia, sino que era una tarea que ya venía de antes, de los últimos años.

El fútbol profesional, y la Real no es una excepción, había emprendido un camino decidido hacia la idea de encerrarse en sí mismo cada vez más. Los aficionados se sentían más alejados y tenían la sospecha de que su relación con el equipo se estaba convirtiendo en algo más mercantil que afectivo. Los clubes de fútbol profesional son organizaciones muy fuertes y sienten que son autosuficientes, que por sí mismas pueden ofrecer al aficionado todo lo que este necesita, sin reparar en que en ocasiones lo que necesita es cercanía.

El vídeo que el club distribuyó a través de sus medios tras la final de Copa -que se anunció como un relato de las interioridades de todo lo que rodeó el inolvidable viaje a Sevilla-, es un ejemplo de esta nueva realidad. Porque salvo los primeros minutos con la despedida de la afición al autobús en Zubieta -al margen de las consideraciones sanitarias, que desaconsejaban vivamente esa presencia masiva de seguidores- el resto del metraje era como esos vídeos de una pareja de recién casados que vuelve de la luna de miel. A ellos les parece fantástico y los amigos ven a gusto un poco, pero acaba siendo un relato privado de uso particular. Sin embargo, la conmemoración del 40 aniversario de la Liga de Gijón fue todo lo contrario. Cercana.

Los tiempos han cambiado, desde luego, pero la Real Sociedad va a tener que esforzarse por volver a salir al encuentro de su gente. Tiene una gran oportunidad, porque la próxima temporada va a ser un caramelo.

Cristiano Ronaldo tiene todo el derecho del mundo a comprarse un Ferrari de millón y medio. Nadie le ha regalado nada, su dinero se lo gana en el campo. Hace bien en darse el gustazo. Pero igual podía haber elegido otro día.