Del quirófano al ring... y sin tatuaje
El gallego se encontró con el peor escenario posible, allá donde la pugna se impone al talento, y pese a ello cuajó una meritoria actuación hasta el final
No era un farol. Imanol vaticinó el miércoles que estaba para jugar y estaba para jugar. Otra cosa es que estuviera para subirse al ... ring del Nuevo Mirandilla. Difícilmente se afronta un combate con garantías viniendo directamente del quirófano y con los tatuajes del brazo, elementos de intimidación por excelencia, tapados por un vendaje. No es Brais Méndez un púgil que busque el cuerpo a cuerpo en un rincón. Más bien se caracteriza por la elegancia de los golpes desde una calculada distancia. Así que este jueves el escenario no le podía ser más adverso.
El gallego completó, no obstante, una honrosa actuación, que dignificó aún más alargando sus gestos de pundonor más allá del minuto 90. Necesitaba el míster un antihéroe que llevara la contraria al tono bronco del partido, se saliera del escenario y desde su burbuja de superclase pusiera cordura, goles y puntos para la Real. Por eso aguantó toda la función sobre el césped. Repartió balones y oxigenó el juego cuando se ahogaba en batallas de corto recorrido, pero ni por esas.
Asistencia fallida
Se echaba las manos a la cabeza el doctor Xavier Mir, del Hospital Universitari Dexeus de Barcelona, al ver a su paciente en semejante contienda. Había dado permiso al club para dejarle jugar al fútbol, no para pelear. Y aunque el de Mos salió airoso de los duelos, los efectos colaterales de la camorra gaditana se dejaron notar en el juego que salía de sus botas. Su disparo en el minuto 14 fue demasiado tímido. Su centro en el 31, demasiado templado como para poner en aprietos al portero. Y la falta que sacó en el minuto 45 carecía de la intención, precisión y velocidad que sabe imprimir el talentoso centrocampista a sus toques.
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San Remiro salva un punto
El empeño le honró. Un gran desmarque en el segundo minuto de la reanudación, seguido de un control en carrera marca de la casa, le hizo adentrarse en el área por el flanco derecho del ataque realista. Giró el cuerpo a su derecha para prepara el pase de zurda y, una vez más, el brillo se apagó antes de que esa asistencia llegara a Oyarzabal. Como si el destino hubiera sentenciado que los destellos de calidad no fueran acordes con un partido donde primaba el cuerpeo y la disputa. Porque después, en el 55, lanzó una falta al borde del área muy por encima del larguero y hasta erró en labores defensivas en el despeje de córner para volver a lanzar el balón a otro saque de esquina.
Ni los cambios de orientación en los minutos finales, en los que se erigió en faro del ataque txuri-urdin, sirvieron para desatascar el entuerto. Pero puede el realzale estar seguro de dos cosas. Una. Brais Méndez tiene la llave de muchas de las ocasiones que en el futuro construya este equipo. Y dos. Las osteosíntesis con placa funcionan. Una semana y al campo. No al ring.
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