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El estadio olímpico de Roma tiene 72.000 espectadores y su récord de asistencia se estableció el 12 de mayo de 1974, cuando más de ... ochenta mil tifosi se apiñaron en sus gradas para asistir a la consecución del primer scudetto de la historia del Lazio. Bajo un calor romano, el equipo formado por dos facciones criminales enfrentadas entre sí y encabezadas por Giorgio Chinaglia y Luigi Martini derrotó al Foggia y ganó la primera liga de la historia del club. Luego celebraron el título por separado, como hacían en los entrenamientos. El club tuvo que disponer dos vestuarios para que cada falange se cambiase con sus correligionarios y evitase el contacto con la contraria. Solo se unían los sábados para aplastar rivales.
El Lazio ya tenía mala fama de antes y nunca ha hecho el más mínimo esfuerzo por mejorar su reputación. Este año parecía que las cosas iban bien. Dirigido por el suave florentino Marco Baroni, el equipo juega bien, hasta con buen gusto. Pero se cruzó el asunto del famoso halconero gaditano y su operación quirúrgica y las cosas volvieron a la normalidad. El hombre dice que no es fascista y eso, en el Lazio, no se sabe si es bueno o es malo. Asegura que solo es admirador de Franco y Mussolini. Lo normal.
Los clubes de Roma son un asunto estrictamente romano. Son instituciones enormes, con legiones de seguidores, pero a las que nadie hace caso má allá de las siete colinas. Ni en Italia ni fuera. Tantas veces contada, no es fácil sustraerse a la tentación de recordar aquella historia del Lazio del 74 y su descripción canónica, obra del periodista Guy Chiappaventi, como un equipo de «locos, salvajes y sentimentales, simpatizantes fascistas, pistoleros y paracaidistas, jugadores de azar y bailarines de club nocturno. Era un equipo dividido en clanes, dos grupos que ni siquiera se hablaban y en el que prácticamente todos llevaban pistola».
Chinaglia, varias veces procesado por asalto, estafa y extorsión, tremendo goleador, violento, peligroso y fascista, tenía todo lo que adora la curva del olímpico romano. Por algunos asuntillos, tuvo que huir al New York Cosmos y acabó sus días exiliado en Estados Unidos fugitivo de la justicia italiana pero jugando junto a Pelé. Martini, más fino, se hizo diputado de Alianza Nacional, formación heredera del neofascista MSI.
Los 50 años de aquel scudetto se celebraron por todo lo alto el año pasado. Todo el mundo se acordaba, porque tampoco había mucho más que recordar. El Lazio solo ha ganado la Liga otra vez, en la temporada 1999/2000, con escándalo arbitral incluido, ya que Pier Luigi Collina se negó a suspender el partido de la Juventus aunque el campo del Perugia era un barrizal. El Lazio llegó a la última jornada con dos puntos menos que la Juve, pero los turineses cayeron en la encerrona, perdieron su partido y el scudetto viajó a Roma. Años después de su retirada del arbitraje, Collina confesó su pasión por el Lazio.
Por supuesto, el rival de la Real estuvo involucrado en los escándalos de apuestas que azotaron el fútbol italiano en los 80 y protagonizó una quiebra sonada en el cambio de siglo, cuando el grupo alimenticio Cirio, dueño de la sociedad y presidido por Sergio Cragnotti, se fue a pique. Retrato de la Italia de los 90, el club celeste fichó en esa década a figuras como Paul Gascoigne, Signori, Nedved, De la Peña, Mendieta, Marcelo Salas, Vieri, Stankovic, Mihajlovic, Verón, Simeone...
El grupo alimentario Cirio tenía un agujero de unos 1.300 millones y el nombre de Cragnotti aparecía en todos los casos de corrupción empresarial que caracterizaron la Italia de la época. Iba librándose de la cárcel delatando a diestro y siniestro, pero en 2002 la cuerda ya no pudo tensarse más. Cragnotti colocó Cirio al Grupo Parmalat, con lo que cayó el Lazio como cayó también el Parma, que llegó a tener a Buffon, Thuram, Cannavaro, Dino Baggio, Hernán Crespo, Enrico Chiesa...
El Lazio tampoco ha hecho grandes esfuerzos por desprenderse de su fama de reunir tras su escudo a buena parte del fascismo de la capital (aunque la curva de la Roma tampoco es que esté para dar muchas lecciones). La idolatría por personajes como Paolo di Canio, que hacía el saludo romano sin esconderse, y las constantes polémicas con los mensajes que lanzan sus ultras no minan la popularidad del club.
Hoy, el Lazio es solo un buen equipo de fútbol. Una verdadera extravagancia.
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