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Si es verdad que los colores se transmiten de generación en generación, por mucho que aparezcan en el escudo de la Roma amamantados por la ... loba capitolina, Rómulo y Remo serían del PAOK. Hoy, Roma; la semana que viene, el equipo de Salónica en Anoeta. El calendario de la Europa League pone a la Real en una de las viejas rutas de la historia de la humanidad.
El tatarabuelo Eneas huyó de Troya para refugiarse en el Lacio. Partió del puerto de Eneia, donde hoy se levanta Salónica, y de ahí navegó por el Egeo, el Jónico y el Tirreno para llegar a las bocas del Tíber, donde levantó un fuerte con estacas. Cuatrocientos treinta y dos años después, tras su famoso desencuentro con su hermano, Rómulo, decimoséptimo descendiente de Eneas, se hizo acompañar por tres mil latinos para fundar la ciudad de Roma en la colina de Paladio. Era el primer año de la séptima Olimpiada o, como todo el mundo sabe, el 751 antes de Cristo.
Los romanos lucen con orgullo su origen griego, signo de cultura. Quizá por ello, en los campos italianos se conserva el arte de la dialéctica. Las limitaciones de la UEFA impedirán ver el espectáculo en toda su dimensión, pero los aficionados realistas que hoy acudan al Olímpico podrán contemplar un fenómeno que solo se produce en el fútbol italiano y, con especial talento, en Roma. Se trata de las striscioni, las pancartas en las que se pueden leer mensajes de todo tipo, deportivos, políticos, ataques a adversarios y directivos y jugadores propios... El calcio se vive por escrito en Roma.
La tradición grecolatina, muy presente en toda la ciudad y exuberante en el imponente Foro Itálico donde se alza el estadio, parece trasladarse al fútbol con estos escritos donde priman el ingenio y los excesos. Siempre es día de derbi en Roma. La pasión es desmedida. El último, hace dos semanas, provocó que el parlamento, Cámara y Senado, acortara sus sesiones porque el partido empezaba a las seis. Se dejaron sin debatir asuntos menores como el envío de armas a Ucrania... La decisión no fue, como podría pensarse, de las facciones ultras del legislativo, que las hay y en buen número, sino transversal. Todo el arco político coincidió en cuál era la prioridad ese día.
Luego, en el campo, las pancartas siempre cojean del mismo lado. Hay una estética muy marcada en las tribunas italianas. No es casualidad que el escudo del Lazio sea el águila, símbolo de las legiones. Con el Livorno hundido en la Serie D (cuarta división), las gradas rojas están en franca minoría frente a las de obediencia negra. Dice el refrán que la pluma es más fuerte que la espada, pero los creativos de estas pancartas y sus correligionarios jamás desperdician la ocasión de pasar a limpio a golpes lo que han escrito. Suelen darse cita en el Ponte Livio –más arriba que el del Ducado de Aosta, que da acceso directo al estadio–, así que mejor no pasarse por ahí en un descuido. Su especialidad es la pirotecnia, que la policía suele confiscar con mayor o menor fortuna.
Estas pancartas han proporcionado momentos estelares de la infamia y el infundio, pero también grandes exhibiciones de ingenio. Y hasta alguna muestra de deportividad. Tras décadas de burlas, que incluían a su familia, la curva laziale preparó una pancarta al emperador máximo de la Roma en su último derbi: «Enemigos de toda la vida saludan a Francesco Totti. Irriducibili». El Águila romana de las legiones luce en el pecho de las camisetas celestes. Toca hacer buena letra.
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