Enfado y esperanza
El disgusto sufrido por la derrota ante el Villarreal no debe hacer olvidar lo mucho que puede ofrecer esta Real
Pesa no ganar en Anoeta desde hace tiempo. Por supuesto. Tres meses sin llevarnos una alegría a la boca. Pesa sobre el aficionado y más ... sobre el jugador que se siente en deuda con los suyos. Claro que duele ver a realistas desfilando por los vomitorios antes de acabar el partido. El disgusto es grande. El partido de Villarreal ha dejado en muy mal lugar a la Real. Lo bonito hubiera sido escribir que la Real recuperaba el rumbo. Agua. Pero de ahí a abrir la caja de los truenos va un trecho. No haré leña del árbol caído, no. Pero tampoco piensen que miro hacia otra parte porque en el fondo se veía venir. Hoy es un día para llorar. Hablar de otra cosa es desviar la atención.
La Real no está fina. Es fácil dar con el problema pero complicado ponerle remedio. Son muchos, casi todos los rivales que visitan a Anoeta, los que plantean sus partidos con un guion similar. Han cogido la matrícula a la Real. Dan por bueno el empate y se olvidan de proponer. Ocurre en Anoeta y en la mitad de los campos de la Liga, los visitantes se olvidan de atacar, por eso hay más partidos infumables que atractivos.
Bien arropados atrás, con dos líneas bien juntas, los visitantes lo tienen claro. Aguantan firmes sin mucho desgaste físico hasta encontrar el momento en el que poder hacer daño a la Real. Y mientras, los nuestros tratando de encontrar un espacio por el que avanzar. Erre que erre. La Real ha conseguido resultados cuando el físico acompañaba, cuando nuestros jugadores tenían chispa, electricidad, para romper líneas, pero cuando al depósito de gasolina se le ha encendido el chivato, no hay manera. Las dudas arriba han hecho que también asomen atrás. El equipo ha perdido solidez y ya no es la Real que apenas concedía.
En esta plantilla hay futbolistas que han dado un paso al frente cuando han venido mal dadas
A partir de esa base, se han dado circunstancias puntuales que han podido alterar el rumbo de los partidos, pero más o menos el resumen a brocha gorda ha ido por ahí.
Sí, la Real echa en falta un nueve. La mala suerte con las lesiones y en este caso también el desacierto de la dirección técnica tienen buena parte de culpa, pero, insisto, de ahí a poner en duda todo va un abismo. Mikel (Oyarzabal), cuánto se te echa en falta.
Confianza
La Real pelea por puestos europeos en Liga, sigue vivo en octavos de la Liga de Campeones y está a un partido de la final de Copa. Igual que antes del partido ante el Villarreal. Es la misma Real que provocó no hace tantísimo unanimidad en el elogio y emoción por su fútbol brillante y vertical.
Nos confundiremos si todo lo que no sea ganar todos los partidos es considerado un paso atrás y no parte del juego. Y nos confundiremos si no asumimos que la Real no va a codearse todos los años con los transatlánticos de la Liga y con la flor y nata de Europa. Aquel mensaje a los pies de la torre Eiffel de que «venimos a la Champions para ganarla» solo frustra. Desde luego no es real. La Real no debe olvidar quién es. Sí, un equipo campeón, pero con los pies siempre en el suelo. Cuando se ha salido del carril, no le ha ido bien.
Dicho esto, no van a leer aquí más críticas al equipo porque tiene aval de sobra para superar una situación difícil como ésta. Mi grado de confianza ante la eliminatoria del martes es igual que antes del partido ante el Villarreal porque esta Real, con Imanol al frente, tiene claro a qué quiere jugar y cómo debe hacerlo. Digo más: la adversidad es una de las mejores varas de medir a los jugadores y en esta plantilla hay futbolistas que han demostrado que funcionan bien a favor de corriente pero también cuando han venido mal dadas.
Ni qué decir de su gente. Eso está asegurado. Anoeta va a estar con su equipo el martes. Nos espera una gran noche.
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