Los denominados 'minutos de la basura' en este desesperante proceso negociador para evitar una repetición electoral muestran secuencias tan sorprendentes como la propuesta que ayer ... sacó de su chistera el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Después de transcurridos nada menos que cinco meses tras el 28-A y de haber cerrado machaconamente cualquier posibilidad a una abstención técnica con su 'no es no' al sanchismo, a Rivera le entraron a última hora sudores fríos al sentir el vértigo del abismo al que su formación se asomaría si el 10 de noviembre se celebrase una nueva cita electoral. ¿No ha tenido suficiente tiempo Rivera desde el 28-A como para plantear con sosiego y sin electoralismo semejante oferta? Después de 141 días resulta poco serio que el líder de la formación naranja se descuelgue de esta manera para evitar todo un destrozo en su partido, ya que los estudios demoscópicos dibujan un escenario lúgubre para los 'ciudadanos' de Rivera. El escoramiento a la derecha de los liberales tras la foto de la plaza de Colón con PP y Vox pasa factura. Ya no son bisagra -con el PSOE sumarían ahora una mayoría holgada en el Congreso- y han dejado libre el codiciado espacio central de la política española al que Pedro Sánchez quiere patrimonializar y que podría conquistar en unas nuevas elecciones.
Este desesperado movimiento de Rivera -al que implica también a Casado- evidencia el pavoroso temor extendido en el partido liberal de que la falta de un acuerdo para una investidura afecte de lleno en su caudal electoral, que podría ver aminorados sus actuales 57 escaños.
Nada queda de aquel apretón de manos entre Sánchez y Rivera en el denominado 'pacto del abrazo' de febrero de 2016 para la que fue al final la primera investidura frustrada del líder socialista. Numerosos autodespedidos de Ciudadanos añoran ese acuerdo, ya que ahora las urnas podrían ser letales para el partido y para el propio Rivera.
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