El giro de Casado al centro, que se ha evidenciado en los reajustes que el líder popular ha aplicado en algunas de sus listas electorales ... con respecto al 28-A -el ascenso de la 'marianista' Ana Pastor en Madrid es más que significativo-, no se ha reflejado en Gipuzkoa. Casado vuelve a elegir a Iñigo Arcauz, a pesar de que el aparato de la formación que lidera Borja Sémper expresara ayer su rotundo rechazo a este nuevo 'dedazo' de Génova, que vuelve a imponer su criterio al planteamiento que desde la formación guipuzcoana había diseñado para este envite. Es un nuevo jarro de agua fría a la autonomía interna del partido del territorio que ha hecho remover de sus asientos al cuadro directivo de los populares guipuzcoanos, que pensaban que, después de que Casado clamara hace un mes a los cuatro vientos de que él era «también del PP vasco», iban a venir nuevos tiempos. Y para nada.
El candidato Arcauz, que no oculta ser un ferviente 'casadista' y defensor de las esencias más tradicionales del partido, no ha escondido sus discrepancias con los postulados liberales y moderados que ha marcado Sémper al partido. Las diferencias entre ambos son tan profundas que en la pasada campaña electoral no coincideron ni en la foto de la noche electoral. Una imagen -la de la soledad del candidato - que todavía está grabada en muchas retinas.
Resulta sorprendente que Génova haya vuelto a doblar el brazo a Sémper al imponer de nuevo a Arcauz a sabiendas de que las expectativas de éxito son prácticamente nulas y sus efectos colaterales no serán nada bálsamicos.
Que el comité electoral del PP guipuzcoano haya rechazado a Arcauz por no responder «a la imagen y trayectoria ética y ejemplar» llama poderosamente la atención. Este argumentario es tan demoledor que la dirección de Génova debería buscar de manera interna las verdaderas razones para que este portazo tan sonoro se haya verbalizado de esta manera.
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