El autoexiliado expresident Puigdemont, asentado en Waterloo desde hace dos años para evitar los efectos de la justicia que la mayoría de sus antiguos compañeros ... de gabinete están afrontando desde la cárcel, estuvo el martes profundamente desafortunado al establecer una imposible comparación de la aplicación en 2017 del artículo 155 en Cataluña con los más de 850 muertos que provocó ETA en los últimos 40 años y la no ejecución de ese artículo en Euskadi.
Resulta un absoluto dislate relacionar la suspensión del autogobierno catalán por parte del Gobierno que presidía Rajoy, después de que los mandatarios de aquella Generalitat subvirtieran el orden constitucional, con el reguero de terror que provocó ETA esgrimiendo de manera perversa la defensa de la independencia. Los nacionalistas vascos, incluido Sortu por motivos diferentes, se distanciaron ayer del patinazo de Puigdemont, que mezcló churras con merinas, y que al final sale escaldado por las críticas que desde el Gobierno Vasco y Sabin Etxea recibió el expresident por tan sonrojante exposición. Erkoreka y Esteban no se anduvieron por las ramas para calificar de «impertinente» el exabrupto del Puigdemont y, al margen de que ambas partes mantengan su apoyo con los afectados por el procés, este tipo planteamientos alejan a los jeltzales de las posturas catalanas cuando se extreman.
La aplicación del artículo 155, del que ahora Sánchez parece alejarse al barajar una posible aplicación previa de la Ley de Seguridad Nacional ante un posible escenario de incidentes generalizados en Cataluña por la sentencia del procés, no debe blandirse a la ligera como arma electoral arrojadiza por parte de los candidatos del 10-N. Entrar en esa dinámica sería tan irresponsable como inaceptable.
El Tribunal Constitucional ya marcó el pasado verano unas claras limitaciones para aplicar el 155 y dejó bien claro que debe ser un «procedimiento excepcional» y «limitado en el tiempo». Es decir, los dirigentes políticos ya saben que no deben jugar con este fuego. Y si no que se lo digan a Pablo Casado, que cuando habla ahora del 155 lo hace con mucho tiento. Lo vivió de cerca dentro del PP.
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