Machismo y discurso de odio, el marco más tóxico
punto de inflexión ·
El último ataque contra Irene Montero entra en el terreno de una hiriente ofensa personal y desata una gran tormentaEl último ataque machista contra Irene Montero en el Congreso por parte de la diputada de Vox, Carla Toscano, ha provocado una oleada de indignación ... y solidaridad con la ministra de Igualdad del Gobierno de coalición. Todos los partidos, salvo Vox, han rechazado el comentario y hasta los presidentes de Chile y Argentina, la Internacional Socialista y líderes extranjeros progresistas han condenado que Toscano traspasase por completo las 'líneas rojas' con unas soeces palabras 'ad hominem' .
La andanada contra Irene Montero no es nueva y viene jalonada de una serie de invectivas machistas que se entrecruzan con críticas demoledoras a su gestión en el Ministerio. La polémica de alto voltaje por la aplicación de la Ley del 'sí es sí' había crecido como la espuma en los últimos días. El efecto del último episodio ha tenido la virtualidad de provocar un absoluto cierre de filas y relegar las cargas de profundidad lanzadas contra la solvencia jurídica de la ley. De entrada, entre los socios de Sánchez. Los aplausos en pie desde las bancadas de la izquierda a sus palabras emocionadas han sido reveladores. El recurso de Vox -que practica el negacionismo respecto a la violencia de género- ha tenido un efecto bumerán que ha cambiado las tornas del debate y ha silenciado, por ejemplo, la discusión por la supresión penal de la sedición en el Código Penal. De las críticas iniciales a la gestión política de la ministra de Igualdad se ha pasado a una defensa comprometida que pone en valor su coraje y puede servir para movilizar a la izquierda social menos activada.
Ciertamente Montero ha estado en el ojo del huracán desde hace mucho tiempo como dirigente de Podemos, ministra de Igualdad, feminista que impulsa leyes emblemáticas en la sociedad y pareja de Pablo Iglesias. La agresividad contra ella es una constante. La derecha recuerda que en su momento también ella participó en escraches contra sus rivales y esgrimió una retórica de gran dureza, por ejemplo, contra la alcaldesa de Madrid, Ana Botella. Pablo Iglesias denuncia la «violencia política» que se ejerce contra ella y critica a quienes ahora «lloran lágrimas de cocodrilo» pero se han puesto «de perfil» ante determinados reproches anteriores que, en su opinión, han abierto el camino y donde sitúa también a «periodistas y políticos progresistas» a los que ahora exige «una reflexión».
Vía Bolsonaro
Que errores y excesos han existido por parte de todos parece una realidad bastante asumida pero en este caso, quizá, lo más llamativo es lo prolongado en el tiempo y hasta qué punto la estrategia de acoso más beligerante contra Irene Montero responde a una campaña de demonización del adversario diseñada desde cierto activismo conservador y a un rechazo enconado a la figura del exvicepresidente segundo del Gobierno. Iglesias, de hecho, suscita una posición muy reactiva en una parte del electorado, en especial en Madrid.
Otros ataques
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Silvia Pedrosa
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Senadora del PP ¿Siente usted que es una mujer sumisa? ¿No siente vergüenza al compartir su vida con un machista o va a seguir callada?
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Carmen Herrarte
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Edil de Ciudadanos en Zaragoza Mujeres de centroderecha han salido adelante por sus méritos frente a otras que están porque les ha fecundado el macho-alfa.
En este ambiente las palabras se utilizan como puños agresivos, como en las Cortes de la Segunda República. La táctica se asemeja al lenguaje del peor 'guerracivilismo' que niega la existencia de la 'otra parte' y la quiere excluir del espacio simbólico y representativo en el contexto de una hiriente polarización que simplifica las discusiones. Esta deriva retrata al segmento más radicalizado de la derecha a la misma altura que la campaña de Bolsonaro contra Lula, un marco 'trumpista' en el que se recurre no ya a la demolición ideológica del adversario, sino también a su destrucción política y personal. No es nuevo, pero se enmarca en un modus operandi que en este caso ha venido acompañado de una persecución a la familia Iglesias durante mucho tiempo junto a su domicilio en Galapagar por parte de grupos de extrema derecha. Resucita, además, el 'odio' visceral al comunismo, cuando, paradójicamente, el Partido Comunista de España fue un actor político clave para la reconciliación de la Transición española.
En los últimos días, las palabras subían de tono hasta el límite. La concejala de Economía de Zaragoza, Carmen Herrarte, provocaba hace pocos días una indignación generalizada al señalar, en alusión a Montero, que algunas mujeres habían salido adelante porque las había «fecundado el macho-alfa». La senadora del PP Silvia Pedrosa no se quedó atrás con anterioridad al preguntar a la ministra si se sentía «sumisa» y si no sentía vergüenza por «compartir su vida con un machista?».
Los insultos machistas en la política van en aumento en paralelo al ascenso de una nueva generación de mujeres con puestos asociadas a una mayor exposición pública, a veces descarnada. Han sido frecuentes tanto en el ámbito local como en la esfera más alta de responsabilidad. A veces, la línea entre el ejercicio de la dureza en la legítima crítica política y el territorio del odio es muy fina y porosa y se traspasa con gran facilidad.
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En todo caso, el Ministerio de Igualdad ha sido una constante de deslegitimación ya desde la época en la que fue creado por el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. La exministra Bibiana Aido estuvo en el punto de mira mucho tiempo. Y Leire Pajín fue también el blanco preferido de las iras de sus enemigos ideológicos. El entonces alcalde de Valladolid, el popular Javier León de la Riva valoró así su nombramiento como nueva ministra de Sanidad. «Cada vez que le veo la cara y esos morritos pienso lo mismo», dijo. Muchos creen que aquella frase le costó la Alcaldía de la ciudad castellana.
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