El president Torra, con la pesada losa de la inhabilitación sobre su cabeza, volvió a protagonizar ayer un nuevo movimiento funambulista para alargar su agonía ... como máximo dirigente de la Generalitat. Una estrategia, tutelada desde Bruselas por el eurodiputado Puigdemont, que busca enredar aún más si cabe la vía para una solución del delirante escenario en el que está envuelto el soberanismo catalán. Torra, que sigue ostentando el cargo de president porque el proceso de su recurso va para largo, aprovecha que sigue de 'molt honorable' en el Palau para enroscar su posición y erosionar a ERC, con quien ha roto en su convivencia interna, aunque los republicanos siguen siendo sus socios en el Govern.
Resulta todo un delirio cada escena que está protagonizando Torra en los últimos meses. La convocatoria en diferido de unas elecciones vinculadas a la aprobación de los Presupuestos es una prueba más de que en su hoja de ruta se impone la ceremonia de la confusión que favorece la estrategia del binomio Torra-Puigdemont, y que complica a ERC y al Gobierno de Sánchez, que son quienes han trenzado una línea de desbloqueo para el caso catalán. Sin embargo, esta nueva pirueta de Torra deja en una posición más que delicada al presidente del Gobierno si finalmente se reúne con el actual jefe de la Generalitat.
El encuentro entre Sánchez y Torra, previsto para el próximo jueves y que alienta con entusiasmo el vicepresidente Iglesias, podría ser un campo minado de imprevisibles consecuencias para el Gobierno. No hay que olvidar que el encuentro se celebrará ya en precampaña, que Torra compite ahora con sus 'íntimos enemigos' de ERC, que fueron los republicanos quienes dieron a Sánchez el pasaporte de su investidura, y que el president se desentendió de esa mesa bilateral que está por ver si, con esta coyuntura, con un innegable tufo electoral, se llega a celebrar. Veremos.
Mientras, el lehendakari Urkullu, que analiza un posible adelanto electoral, trata de abstraerse de este alambicado laberinto catalán. Los partidos vascos manejaban la opción de mayo, pero ahora hay quien para alejarse de la efervescencia catalana piensa en octubre.
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