Los chicos de las pintadas
La mirada ·
La subcultura violenta pervive porquela izquierda abertzale no apostata de ETA y por las condescendencias del pasadoNo existen dos miradas idénticas cuando se recorren el apabullante museo sobre el 11-S en Nueva York, el sobrecogedor Yad Vashem de Jerusalén y, ... ahora, el conmovedor, por lo que nos interpela, Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo recién inaugurado en Vitoria. Esas miradas difieren necesariamente cuando se ha vivido o se vive en sociedades sufrientes por el impacto de la violencia o se ha disfrutado siempre, o casi, de una convivencia en democracia y libertad. A partir de ahí, la contemplación constituye un viaje personal, íntimo, que cada cual cubre a su manera. Hay quien solo pretende visitar Auschwitz para dejar constancia de que lo ha hecho; pero hay quien, también, accede a un conocimiento que altera su percepción de lo que significa el horror más absoluto, más indiscutible. El nuestro, el de los vascos, desde ETA al resto de violencias entreveradas, forma parte de esa categoría: del mal desnudo, que puede explicarse en sus circunstancias pero jamás justificarse ni exonerarse. Esa verdad es la que muestra el Memorial vitoriano. Porque una cosa son los hechos históricos y otra, los relatos y las memorias subjetivos. Que todos tenemos los nuestros y los creemos legítimos.
Es necesario acercarse al Memorial y permanecer en el habitáculo que reconstruye, aunque sin haber podido recrear la infecta humedad del original, el zulo donde ETA mantuvo secuestrados a Julio Iglesias Zamora y José Antonio Ortega Lara. El morbo, es cierto, resulta irremediable. Pero ante las dudas de los responsables del centro, fue el industrial guipuzcoano, el hombre al que sus captores torturaban dejándole sin luz cada vez que tenía el coraje de encararse con ellos, el que aconsejó que se permitiera a sus conciudadanos ponerse en su piel. Y es preciso hacerlo -sobre todo, las generaciones que, por fortuna, no saben qué es la tragedia cotidiana-, sea cual sea el poso que esa experiencia deje. El Memorial ha recibido reproches por su orientación o sus insuficiencias, algunos razonables pero buena parte atravesados por una singularidad que nos es muy propia: acudimos prestos a denostar sin matices cualquier violencia en el lugar más recóndito del mundo, pero cuando se trata de la de ETA -la nuestra- el análisis puede enredarse hasta el paroxismo con tal de sortear la verdad que nos disgusta.
Algunos reproches al Memorial evidencian que cuando se trata de ETA -de nuestra violencia- el análisis puede enredarse hasta el paroxismo
Siempre es más tortuoso admitir que los protagonistas de las tinieblas son de los nuestros. Por eso la izquierda abertzale no va a apostatar nunca de ETA; no, al menos, aquella que mantuvo una mayor complicidad con el terror. Pero hay un nacionalismo alejado de los tiros y las bombas que, sin embargo, sigue renuente a asumir que los etarras mataron en nombre de la soberanía de los vascos, como hay socialistas que eluden que los GAL enraizaron bajo la España del PSOE o sectores de la derecha a los que aguijonean las cunetas del franquismo. El PNV y el Gobierno Vasco -ayer lo hizo el lehendakari- vienen poniendo pie en pared ante el reverdecer del sectarismo de otro tiempo, hasta el punto de haber trasladado a la Fiscalía, por un presunto delito de odio, los carteles y las pintadas amenazantes de las juventudes de Sortu contra la Ertzaintza. Esos mensajes, la agresión al representante del PP Iñaki García Calvo o los altercados registrados en el marco de la pandemia evidencian una subcultura de la violencia que arraiga en nuestras entrañas diez años después del final de ETA. Una subcultura que pervivirá en tanto la izquierda abertzale no exteriorice que el terrorismo fue una terrible falla histórica que no debe repetirse. Pero que también ha persistido alimentada por la condescendencia política y social que encontraron durante años los autores de una violencia entonces mucho más destructiva. Porque los «chicos de la gasolina» de ayer son los chicos de las pintadas de hoy.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión