Bruselas teme que España sufra de nuevo un bloqueo político tras las próximas generales del 28-A
Las grandes familias europeas siguen de cerca los acontecimientos, ya que el color del futuro Gobierno es clave para el reparto de poder dentro del Consejo Europeo
En Bruselas son perfectamente conscientes de qué significa eso del 28-A. El foco vuelve a España con motivo de unas elecciones generales decisivas que ... pueden provocar un nuevo bloqueo del país, como ya ocurrió con Mariano Rajoy en el primer semestre de 2016 tras las elecciones generales de diciembre de 2015. Entonces, Mariano Rajoy era el protagonista. Nadie quiere pactar con nadie. La polarización es absoluta. La crispación, también. Y esto, como era de esperar, genera mucha preocupación en la sala de máquinas del club, en el kilómetro cero.
«Con la salida de Reino Unido de la UE, España va a ganar mucho peso en el día a día del club. El momento político es muy delicado y la estabilidad en un Estado miembro de tal dimensión es muy importante para la Unión», explica un alto cargo de la Comisión Europea. Además, las grandes familias políticas europeas han hecho suyo el 28 de abril sabedores de que España, la cuarta potencia de la UE tras la inminente salida de Reino Unido, es una plaza clave para tejer mayorías en el Consejo Europeo, la institución en la que están representados los jefes de Estado o de Gobierno. Que la silla española siga siendo rojo PSOE o vuelva a pintarse azul PP, como le gustaría a Berlín, no es un asunto baladí a la hora de impulsar los grandes temas comunitarios.
«El 28 de abril será clave también para el destino del continente. Las elecciones generales son muy importantes, tanto o más que las europeas (26 de mayo). Los españoles votarán al líder que se sentará en el Consejo Europeo y necesitamos que ese voto sea el de Pedro Sánchez», arengó hace una semana en Madrid el primer ministro de Portugal, António Costa. Lo hizo en congreso organizado por el Partido Socialista Europeo a mayor gloria de Sánchez y donde estuvieron todos los primeros espadas comunitarios, comenzando por Frans Timmermans, actual vicepresidente primero de la Comisión Europea y candidato socialdemócrata a presidir el Ejecutivo comunitario tras los comicios del 26-M.
Juncker viene pidiendo a Madrid desde 2016 que debe dar un paso al frente en liderazgo
«Con la salida de Reino Unido, España va a ganar peso en la UE», apuntan fuentes de la Comisión
España, un país acostumbrado al 'aburrido' bipartidismo, se está reinventando a velocidad de vértigo. Primero, porque debe aprender a tejer gobiernos de coalición, algo que no ha pasado nunca desde la Transición. En Europa, de hecho, los hay de tres e incluso cuatro partidos diferentes. Y segundo, porque existe un evidente riesgo de 'italianización', un país que ha tenido 67 gobiernos en los últimos 73 años. De ellos, solo seis han durado más de dos años. Italia es el caos, pero ellos saben gestionar muy bien su caos. España, no.
Bruselas lleva mucho tiempo mirando hacia Madrid. Quiere más de ella, mucho más. «Así lo trasladó el presidente Juncker a Mariano Rajoy en la reunión que mantuvieron en Moncloa el 1 de diciembre de 2016», explican estas mismas fuentes. Por aquel entonces, el club vivía una época de zozobra. La expresión 'annus horribilis' se ideó para ejercicios como aquel. En junio, los británicos votaron a favor de irse de la UE. En noviembre, Donald Trump, enemigo confeso de la Unión, venció en las presidenciales estadounidenses. Todo parecía venirse abajo.
A vueltas con el déficit
España, todavía muy tocada por la grave crisis económica, ya era presa de la fragilidad política. El 26 de junio de 2016 tuvieron que repetirse las elecciones generales porque los partidos fueron incapaces de llegar a acuerdos tras los comicios del 20 de diciembre de 2015. Es verdad que el PSOE facilitó al final la investidura de Rajoy, gesto que le costó una gravísima crisis interna -cómo olvidar aquel 'no es no'-, pero el Ejecutivo del PP era víctima de una minoría mayoritaria que le obligaba a sudar tinta cada vez que quería sacar proyectos adelante.
Aquí jugó un papel esencial el PNV de Iñigo Urkullu, dando estabilidad presupuestaria a la cuarta potencia del euro en un momento tan delicado. Así se lo trasladó el propio Juncker al lehendakari el 10 de mayo de 2017 cuando le recibió en la Comisión, un despacho de difícil acceso y que siempre ha estado cerrado a cal y canto para los líderes catalanes desde que estalló el 'procés'.
España, como Pedro Sánchez acaba de comprobar, está sumida en una enorme inestabilidad. Y esto, desde una perspectiva europea, no es nada bueno. «Tres de los grandes, como son Reino Unido, Italia y Polonia no pintan mucho en Bruselas y cuando lo hacen, no es precisamente para bien. España, sin hacer prácticamente nada, tiene la oportunidad de pasar de ser una potencia mediana a una grande», asegura Jaume Duch, director general de Comunicación del Parlamento Europeo.
Más allá de los temores políticos, están los eternos miedos económicos. España, como recuerdan desde la Comisión, es el único país de la UE que sigue sometido a un procedimiento por déficit excesivo tras una década por encima del 3% del PIB. Ya se sabe que los gobiernos, en épocas preelectorales, se las ingenian para gastar pero no para ingresar. Esto el déficit. Sumar y restar. Y España, el pasado año, gastó más de 30.000 millones más de lo que fue capaz de recaudar. Todo ello sin contar que la deuda bordea el 100% del PIB.
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