Ya nada se deja a la improvisación en la política demoscópica y cada vez más escrutada por la legión de expertos en comunicación que la ... corteja. Después de que Pedro Sánchez, el candidato que más votos y escaños cosechó el 28-A, volviera a fracasar –por segunda vez– en su fallido intento de sacar adelante un gobierno, los candidatos tienen una especie de segunda oportunidad. No es una segunda vuelta a la francesa porque se empieza de cero, pero hay varios casos de candidatos que han hecho una enmienda a la totalidad sobre sus propias estrategias. Pablo Casado, el líder del PP que en las anteriores elecciones encajó un monumental fracaso que pudo enmendar en parte –eso sí, gracias a Cs y Vox– en los comicios de las municipales que se celebraron al mes siguiente, decidió desde el primer minuto dar un giro radical a su errática hoja de ruta desde el mismo momento en que comprobó que los electores de centro le habían dado la espalda. Tras el fiasco electoral de abril, Casado fue cuestionado por sus propios barones –principalmente por Alfonso Alonso y Núñez-Feijoó, afines a Rajoy– por haber abandonado la moderación que siempre ha sido seña de identidad del liberalismo del PP. Sin embargo, el recién estrenado líder popular, que en sus inicios al frente del partido nunca disimuló su ferviente 'aznarismo', tuvo que recular. Dejó de prodigarse mañana, tarde y noche en los medios, dosificó sus mensajes, los atemperó y comenzó a cuidar su lenguaje al erradicar de su vocabulario términos despreciativos para con su rival Sánchez como 'felón'. De hecho, este retorno al centro ha sido coronado con reuniones cordiales con el mismísimo Mariano Rajoy, y al mismo tiempo se ha producido un llamativo distanciamiento con Aznar.
Casado quiere dar otra imagen en todos los sentidos y quizá por eso se dejó en verano una barba que le da una imagen más cercana y juvenil, menos encorsetada a sus cuellos de camisa redondos. El presidente de los populares está mas contenido en su estrategia y en unas elecciones en las que puede levantar el vuelo no quiere cometer fallos. Y eso lo sabe. Por este motivo, en casos como los de Cataluña y Franco, en los que antes hubiera estado disparado en su reacción, ahora es prudente. Busca ofrecer una imagen de 'sentido de Estado'.
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