Ortega Lara: «Ya no odio a Bolinaga»
El ex funcionario de prisiones relata episodios de su secuestro durante 532 días por ETA, sus críticas al Gobierno de Rajoy y su entrada en el partido Vox
ANTTON IPARRAGUIRRE
Viernes, 11 de abril 2014, 13:13
El exfuncionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, que fue víctima del secuestro más largo cometido por ETA, 532 días, no olvida pero ya no odia a los autores de su cautiverio, entre ellos al preso etarra Josu Uribetxebarria Bolinaga. Recuperado casi totalmente de aquella dramática experiencia, ha dado el salto a la política. Anoche acudió a un céntrico hotel de San Sebastián para participar en la presentación de Vox, el nuevo partido que impulsa junto con el secretario general de la formación, Santiago Abascal, y que tiene como coordinador de Gipuzkoa a Adrián Arsuaga. El evento sirvió, además, como estreno en la precampaña en este territorio del candidato a las elecciones europeas del 25 de mayo, Alejo Vidal-Quadras.
Antes de que se iniciara el acto, Ortega Lara relató a este periódico episodios de su secuestro, las razones de su salida del PP y su entrada en Vox, su malestar con el Gobierno de Mariano Rajoy por su política antiterrorista, los motivos que le han llevado a saltar a a la arena política, y cómo ve la actual situación política de España.
Aunque reconoce que le duele hablar de su cautiverio, que se prolongó del 17 de enero de 1996 a 1 de julio de 1997, y confiesa que ha intentado olvidar los detalles para poder seguir viviendo, rememora la trágica experiencia que vivió en un zulo de 3 metros de largo por 2,5 de ancho y 1,8 de altura, con la única luz de una pequeña bombilla, y oculto bajo el suelo de una nave industrial de Arrasate, hasta que fue liberado por la Guardia Civil. Desde entonces no ha vuelto a esa localidad.
«Los primeros días fueron difíciles, por el shock emocional que sufres hasta darte cuenta de dónde estás, pero los últimos meses fueron los momentos más duros, ya que la resistencia física y psicológica estaba muy resentida. A partir de enero de 1997 fue una caída en picado. Hasta los secuestradores se daban cuenta de que estaba muy mal. Creo que ellos tenían ganas de acabar con el secuestro tanto o más que yo, de un modo u otro», rememora.
En todo momento tuvo claro, y entendía que así debía ser, que el Gobierno, entonces presidido por José María Aznar, no cedería al «chantaje» y rechazaría negociar con ETA. Exigía a cambio de su liberación el acercamiento de presos a cárceles vascas. Nunca ha ocultado que ante la impotencia y la desesperanza que sentía, más que miedo, intentó en más de una ocasión suicidarse, atando unas bolsas de basura a una silla, pero que no tenía el suficiente valor para hacerlo.
Admite que en el momento de su liberación, cuando un guardia civil abrió la puerta del zulo, pensó que era uno de los secuestradores y le gritó «matadme de una puta vez». «Hasta que reconocí al juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón no me lo creí», señala.
Todavía hoy le cuesta reconocerse cuando observa la fotografía del día que salió al exterior, con una poblada barba, la mirada perdida tras unas grandes gafas redondas, vestido con un chandal rojo que le quedaba demasiado holgado tras haber perdido 23 kilos, masa muscular y densidad ósea. «Me parece que no soy yo, sino una persona de un campo de concentración. No era consciente de que me encontraba en tan mal estado», confiesa. Presentaba síntomas de anemia y una extrema delgadez, y sicológicamente trastornos del sueño, estrés postraumático, ansiedad y depresión.
Ortega Lara considera que su secuestro fue el último de ETA, ya que cree que el caso de Miguel Ángel Blanco, diez días después de ser liberado, «era la crónica de una muerte anunciada». «Cuando le cogieron a Miguel Ángel estaba sentenciado, y pudo ser una venganza por el éxito en mi liberación», lamenta. «Que nadie tenga que pasar por esto. Es lo último», enfatiza.
Ha recuperado los 23 kilos que perdió durante su cautiverio, y manifiesta que solo le queda como secuela física el asma, que ya padecía de antes, pero que empeoró al estar tantos meses recluido en un zulo cubierta de madera húmeda por la proximidad del río Deba. «Sicológicamente me costó ser de nuevo una persona libre y adaptarme a una vida normal. Lo he conseguido con la ayuda de sicólogos y el cariño de la familia y amigos. Desde hace siete años ya duermo bien, aunque al principio sí tuve pesadillas», señala orgulloso.
Su secuestrador
Es obligado preguntar a Ortega Lara su opinión sobre uno de los que fueron sus secuestradores, Josu Uribetxebarria Bolinaga, en prisión domiciliaria desde la semana pasada, al serle suspendida la libertad condicional que se le concedió el 30 de agosto de 2012 tras ser trasladado de prisión al Hospital Donostia debido a un cáncer en fase terminal. La Audiencia Nacional le condenó en 1998 a 32 años de prisión, al igual que a los etarras José Luis Erostegi Bidaguren, Javier Ugarte Villar y José Manuel Gaztelu Otxandorena.
«Siempre he dicho que los jueces y el Gobierno de Rajoy liberaron a Bolinaga por razones políticas y no sanitarias, aunque parece evidente que está enfermo», indica Ortega Lara. «Para mí aquellos días fueron muy duros, pero ahora, una vez que ya está en libertad, que lo disfrute hasta que Dios quiera», remarca. Aunque confirma que el preso etarra estuvo dispuesto a dejarle morir en el zulo, cuando entró la Guardia Civil en la nave industrial, tiene claro su postura. «No voy dedicarme ahora ni a lanzar arengas contra Bolinaga ni a odiarle, porque sería perjudicarme a mí mismo, y a él probablemente ni le interese». Es consciente de que «hay que acatar la Justicia, lo demás estaríamos viviendo en una selva», pero reconoce que no comparte alguna de sus decisiones». Cita a Platón para resalar que «no se puede combatir una injusticia con otra injusticia». Mantiene que hace dos años podían haber tratado a Uribetxebarria en un hospital penitenciario. «Hay presos en la cárcel con una situación sanitaria peor que la suya, de entonces, y no les han dado la libertad hasta que realmente están terminales», reprocha a la Justicia y al Gobierno.
Ortega Lara muestra su respeto por los encuentros que están manteniendo presos y víctimas, pero resalta que él no se ha planteado hacerlo, y cree prácticamente imposible que mantenga un encuentro con alguno de sus captores. «Es muy personal eso, habrá gente que no quiere olvidar ni perdonar, y otras que sí. En mi caso, olvidar no voy a olvidar nunca, pero perdonar sí. En eso estoy», enfatiza.
Crítica al Gobierno
Tras su liberación en 1997, Ortega Lara se integró en el PP como militante, pero abandonó esa formación en 2008 por diferencias ideológicas y al no compartir su política antiterrorista. Asegura que no se siente traicionado por este partido, sino decepcionado, y recalca que mantiene una relación personal con algunos de sus dirigentes, y sobre todo con militantes de base.
Reprocha al Ejecutivo de Mariano Rajoy que continuara con «la hoja de ruta que en su día le dejó el gobierno socialista tras una negociación política con ETA». Asegura que eso no es una invención, «sino algo reconocido por el propio Gobierno. «ETA le exigió a Zapatero estar en las instituciones a través de su rama política, la izquierda abertzale, y ya lo está. La segunda condición fue la excarcelación de presos, y hay han salido casi cien por la derogación de la doctrina Parot y cada semana salen uno y dos. Y, la tercera, es otra reivindicación histórica de ETA, la absorción de Navarra por parte del País Vasco. Hace un mes asistimos en el Parlamento navarro estuvo a punto de aprobarse una moción de censura contra la presidenta Barcina, que era el primer paso para gobernar y luego aplicar la disposición cuarta de la Constitución. Yo no tengo ninguna duda».
Se muestra a favor de que los presos se acojan a beneficios penitenciarios, pero únicamente «si ETA se disuelve, garantiza que no volverá a matar, pide perdón a las víctimas y entrega las armas». Sin embargo, lamenta que actualmente no se da esa situación, y no cree que se produzca a corto plazo. Resalta que «en el relato final tras la desaparición definitiva de ETA tiene que haber unos vencedores, el Estado de Derecho y las víctimas, y unos vencidos, que tienen que ser los etarras». También dice comprender el malestar de algunas asociaciones de víctimas con el Gobierno. «No tienen su amparo ni el de la Justicia, por lo que tienen que recurrir a tribunales internacionales para que se aclaren los casos sin resolver antes de que queden prescritos», manifiesta.
Afirma que una de las razones fundamentales que le llevaron a entrar el pasado mes de enero en el nuevo partido Vox fue que su hijo, de 20 años, le espetó: «¡Papá, vaya país que no estáis dejando!». «Yo le contesté: 'Hijo, que yo me jugué la vida en su día, no me digas eso'. Entonces comprendí que tenía que comprometerme para mejorar la situación de España».
El nuevo partido Vox
Ante las críticas que recibe su formación de ser un partido de extrema derecha, se defiende. «Somos liberales en lo económico y de centro derecha y conservadores en lo político. Además, somos europeistas, estamos contra la xenofobia y respaldamos el libre comercio», asegura. Acorde con el programa político de Vox, respalda el progresivo desmantelamiento de las autonomías y que, mientras, el Estado recupere algunas competencias como Educación y Sanidad. Su argumento es que «el Estado de las Autonomías se creo para dar satisfacción a los nacionalismos y para acercar la gestión de las cuentas públicas a los ciudadanos. Más de treinta años después, no ha cumplido esas dos condiciones. Hoy los nacionalismos, y no hay más que fijarse en Cataluña, están más exacerbados que nunca, e incluso en abierta rebeldía con lo que es la nación. Además, este modelo no está costando un dinero que no tenemos. Y también ha provocado un aumento de la corrupción».
Quiere dejar claro que su partido «no va en contra del PP», y afirma que mantiene una relación personal con dirigentes populares, y sobre todo con militantes de base. «Pretendemos ocupar espacio que ha dejado tras renegar de determinados principios y valores que a nosotros nos parecen importantes, como la unidad de España, la despolitización de la Justicia, que haya listas abiertas en las elecciones y sea real la transparencia en las cuentas de los partidos», enumera. Estos serán algunos de los mensajes que lanzará en la quincena de mítines que dará durante la campaña de las elecciones europeas. «Pero también destacaré que nuestros problemas, los de España, no son solo colectivos o de la clase política, sino que también son necesarios transformaciones y cambios a nivel individual de actitud ante la vida y los demás, si queremos recomponer los afectos y recuperar la confianza entre unos y otros», agrega.
Ortega Lara va el último en la lista de las europeas de Vox, según sus palabras porque su presencia en la candidatura de Vidal-Quadras es «testimonial». Las encuestas más favorables dan a Vox dos o tres eurodiputados. «Eso sería fantástico», indica Ortega Lara. Sabe que no será una tarea fácil. «Nos haría falta unos 230.000 votos por escaño, según sea la abstención», reconoce. No desvela si en las elecciones municipales de 2015 será candidato a la alcaldía de Burgos, su ciudad natal, como se dice en los mentideros políticos.
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