Xenpelar: testigo de una época
Nació en 1835, en mitad de la guerra carlista, y fue un gran bertsolari que, pese a ser analfabeto, fomentó el verso impreso. También un convencido pacifista
ANDONI UNZALU GARAIGORDOBIL JOSEMARI ALEMÁN AMUNDARAIN
Domingo, 19 de julio 2020, 08:05
El nacionalismo vasco ha pintado con brocha gorda y uniforme nuestro pasado preindustrial. Un país idílico lleno de baserritarras, propietarios de sus caseríos y bravos ... arrantzales cazando ballenas en Terranova. Y, sin embargo, la Euskadi preindustrial fue un país de jauntxos rurales en el que casi todos los baserritarras eran inquilinos, 'errenteruak'. La guerra de Independencia y las guerras carlistas arruinaron tanto a jauntxos como a municipios, obligándoles a vender tierras para afrontar las deudas. Así se va creando el colectivo de baserritarras propietarios.
El 28 de diciembre de 1814 Juaquin Cruz Petriarena compra al entonces Ayuntamiento de Rentería una parcela de 13.926 metros cuadrados, denominada 'Senperelarre'. Y aquí, el 13 de enero de 1835, nace su nieto Juan Frantzisko Petriarena, al que todos conocemos hoy por el apodo de Xenpelar, el nombre que había adoptado de la parcela que compró su abuelo.
Este bertsolari pequeño, con voz débil, recorrió con su vida el tránsito de baserritarra sin propiedad a tener caserío y terminar trabajando en un taller de tejidos, 'Tailer handia', en Rentería y habitar en ciudad. Su vida y sus versos son, en gran medida, testimonio de esta transición en el País Vasco.
Otros bertsolaris, en chanza por su baja estatura, le decían que se subiera a un tonel para que se le viera
Como el caserío de su padre, donde nació, tenía pocas tierras, con siete años Xenpelar se va a vivir al caserío Egurrola, propiedad de unos tíos que eran muleros. (Era práctica habitual que las familias más pobres mandaran a sus hijos a otros caseríos más grandes, donde ejercían como criados, pero al menos comían). Desde niño muestra gran interés por los versos. En el caserío de sus tíos se pasaba el día cantando versos mientras trabajaba. El XIX es sin duda la época dorada del bertsolarismo popular en el País Vasco. Era habitual la escena de dos bertsolaris compitiendo rodeados de gente que les escuchaba.
Siendo muy joven adquiere ya fama de gran bertsolari. Otros bertsolaris, en chanza por su estatura, le decían que se subiera a un tonel para que le vieran. Pero es este Xenpelar, un bertsolari analfabeto que no sabía escribir, el que da un gran impulso a los 'bertso paperak', versos impresos en hojas sueltas. Toma tal renombre en este campo que 'Bertso berriak, Xenpelarrek jairriak' se convierte en lo que llamaríamos marca editorial. Compone versos de todo tipo, religiosos, sobre numerosas anécdotas y testimonios de la época.
El siglo XIX fue en toda Europa el siglo de los trenes. También en Euskadi. Xenpelar compone unos versos sobre los arrogantes técnicos franceses que trabajaban en la construcción de las vías, «Españolak tontotzat / hartzen gaituzte» (A los españoles nos toman por tontos). Pero las obras se terminan, los franceses se van y Xenpelar compone otros versos describiendo el impacto social del paro, 'Miseriaren adarrak', lo titula, 'Los cuernos de la miseria'.
Cuentan que Iparragirre le afeó que siempre cantara sus versos con las mismas músicas, y Xenpelar le responde con unos versos desafiándole, con música compuesta por él mismo. «Errenderian bizi naiz eta / egin zaidazu visita». «Vivo en Rentería y hazme una visita». Desde entonces a esa música se la conoce con el nombre de 'Iparragirrerena'.
Xenpelar nace en la mitad de la guerra carlista (1833-1939). El frente y las trincheras de los dos bandos estaban a pocos metros de su caserío, aunque su casa estaba en el lado de los carlistas, Rentería estaba en manos de los liberales. Tal vez por eso, Xenpelar fue un convencido, casi furibundo pacifista. A finales de los 60, previendo una nueva guerra, escribió seguramente sus versos más conocidos: «La guriak egin du/ badegu zeinek agindu / ez oraindik umildu, elkarregana bildu / Gerra nahi duen guzia / Berari kendu bizia», «Estamos en las últimas / ya tenemos quien nos mande / no os abatáis todavía / juntémonos / a todo el que quiera la guerra / que se le quite la vida».
Este bertsolari, que no sabía escribir pero fomentó la tradición de verso impreso, testigo y testimonio de una época, tuvo un final prematuro y trágico. El 25 de octubre de 1869, durante la epidemia, murió su mujer contagiada por la viruela. Xenpelar quedó viudo con tres hijas pequeñas. En aquella época, cuando alguien se contagiaba, se cerraba la casa por fuera y los de dentro no podían salir. Usaban un pequeño cesto de mimbre que descolgaban desde la ventana y recogían la comida que los familiares les acercaban.
Su hermana María Luisa, que tenía una relación especial con él, a pesar de estar embarazada decidió encerrarse con Xenpelar y sus tres hijitas para cuidarlos. Todo en vano. Xenpelar murió el 8 de diciembre del mismo año. Horas más tarde María Luisa dio a luz a una niña, Daniela, que murió nueve días después, el 17. María Luisa moriría 24 horas más tarde, el 18. Milagrosamente las tres hijitas de Xenpelar se salvaron
El primer muerto por la viruela en Rentería fue Miguel Joaquín Zabala, de 21 años, el 10 de octubre de 1869. El último, también de 21 años, fue Juan María Carrera, que murió el 17 de enero de 1870. En total murieron en Rentería 29 personas, incluidos Xenpelar, su mujer, su hermana y la hija recién nacida de esta.
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