Secciones
Servicios
Destacamos
Año nuevo y vida nueva en la Euskadi Berria. El lehendakari no dejó de mencionar en su primer discurso navideño el lema que sus dírcoms ... buscan poner de moda, epítome de un país en proceso de reciclaje y reseteo visualizado con la renovación del personal político y el pase a la reserva de algunos de sus 'elefantes'. Viniendo la 'buena nueva' del partido jeltzale (Jaungoikoa eta Lege Zaharra), el paso parece ir más allá de lo simbólico tras tantas letanías sobre «el pueblo más antiguo de Europa», habitado por hidalgos cristianos viejos, país foral por la gracia de Aitor y hablante de una de las 72 lenguas babélicas importada por Tubal. Todo este discurso, que por generaciones encandiló el imaginario nacionalista, queda barrido por la marea de lo primicial. Hoy puja al alza lo nuevo y lo moderno: la Euskadi Berria.
Durante siglos, nuestras sociedades sintieron aversión por lo flamante, eran misoneístas. Solo el respeto y seguimiento de las tradiciones aseguraba el buen orden, se trataba de imitar tanto lo que hicieron como lo que dejaron de hacer nuestros antepasados (cuanto más antiguos, mejor). Las novedades se consideraban peligrosas, revolucionarias, porque rompían el equilibrio natural. Y cuando finalmente, por motivos prácticos, se asimilaban, la narrativa popular envolvía su origen en una transgresión: véanse las leyendas sobre San Martiniko, ladrón de técnicas y de saberes a las criaturas maléficas.
Bajo la ideología del progreso acontece justo lo contrario. El gran valor de nuestro tiempo es la novedad y nuestro imperativo cotidiano, la innovación como garantía del avance hacia una prosperidad futura. Del misoneísmo hemos transitado al filoneísmo, del odio a la pasión y al ansia por lo neo. Fascinados por cuanto de fresco emerge en el espacio cultural, que por el solo hecho de serlo desbanca a todo lo precedente en la cotización de valores sociales. Huérfanos de trascendencia, hemos adoptado la novedad como inmanencia suprema.
Volviendo a la Euskadi Berria: puede que estemos entrando en razón y, al equipararnos con cualquier otro pueblo (¿cuál no presume de estar recién lavado y planchado?), aceptamos que lo de la antigüedad de los vascos quizá no fuera sino novelería que inventamos para darnos el pisto y alzar cresta, tal como vio Pío Baroja: «Tonta mixtificación porque a mí, al menos, la vejez nunca me ha parecido una gran gloria».
Y así, los del viejo pueblo, cual conversos, nos apuntamos a lo 'berri'. Bien está, aunque nada nuevo hay bajo el Sol.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.